Abanico de Ceylán, en Málaga.

Abanico de Ceylán, en Málaga. Francisco Sánchez

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Una experta en complementos desvela cuál es el mejor abanico para soportar el calor: "Dura muchos más años"

El buen abanico no hace un ruido cualquiera, sino un sonido “muy particular, igual que una buena castañuela".

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Francisco Sánchez
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“Se creen que porque suena más, es mejor.” Cristina lo dice con una media sonrisa, pero con la firmeza de quien lleva años viendo pasar por su mostrador todo tipo de compradores, desde curiosos turistas a clientas fieles que vuelven cada verano.

En su tienda del centro de Málaga, un abanico no es solo un objeto para espantar el calor: es un producto con historia, materiales nobles y un saber hacer que no todos saben reconocer.

Dueña de la tercera generación al frente de Celyan, Cristina ha heredado un oficio que comenzó en 1958 con mantillas, mantones y, por supuesto, abanicos. Hoy, a los abanicos se suman sombreros, gorras y piezas de piel artesanal.

Pero el corazón del negocio sigue latiendo al ritmo de las varillas de madera de peral, ligeras y flexibles, que para muchos pasan desapercibidas hasta que ella las pone en sus manos.

“Esto es nacional, viene del árbol de la pera… no pesa, es flexible y dura muchos más años. No es lo mismo abanicarse con un abanico pesado que con uno como este”, explica mientras compara uno de importación con otro de fabricación española.

Y ahí está el matiz: el buen abanico no hace un ruido cualquiera, sino un sonido “muy particular, igual que una buena castañuela”, dice riéndose mientras muestra un abanico de madera de árbol de pera, sin duda algo singular.

Cristina insiste en que vender un complemento así no es un acto mecánico. “Nosotros no despachamos, nosotros atendemos. Eso no lo hace todo el mundo.” Cada cliente es diferente y, como ella dice, “tú te tienes que adaptar a lo que el cliente también te pida”, ya busque un detalle económico o una pieza de colección.

No todo el mundo vale para este trato cercano. “Han pasado muchas niñas por aquí, pero no es fácil quedarse con todas las maderas del abanico… hay que tener interés y gusto por el producto.” Esa vocación de enseñar y asesorar es, para ella, tan importante como la calidad del género que vende.

Incluso en pandemia, cuando el negocio tuvo que mudarse para sobrevivir, Cristina mantuvo la misma filosofía: resistir cuidando al cliente, apostando por el producto nacional y explicando, una y otra vez, por qué un abanico bueno no se mide por su estruendo, sino por su suavidad y durabilidad.

Y así, mientras coloca con mimo un abanico en el escaparate, repite la frase que resume años de experiencia y paciencia: “Se creen que porque suena más, es mejor.” Un mito que, en Celyan, se desmonta cada día a golpe de madera de peral y conversación.