Ablaye hace cuatro años y Ablaye en la actualidad.

Ablaye hace cuatro años y Ablaye en la actualidad. Cedida

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El último deseo de Ablaye, ingresado en el Hospital Costa del Sol: "Quiero tocar a mi hijo antes de morir"

Padece una enfermedad rara llamada hipertensión arterial pulmonar y los médicos le dan días de vida. 

13 noviembre, 2022 05:00

Todos le conocen ya en el Hospital Costa del Sol. Ahora son como de su familia. Ablaye Mboup llegó al hospital malagueño en el año 2010 aquejado de un dolor que acabaría convirtiéndose, tras muchas pruebas, en una hipertensión arterial pulmonar, una enfermedad rara que afecta a uno de cada 100.000 habitantes. Durante estos doce años, esta patología se ha hecho literalmente con él llevándole a ingresos prolongados continuamente. A sus 60 años, ahora pesa solo 35 kilos. No tiene energía porque apenas puede comer, está desnutrido. En estos momentos se encuentra postrado en una cama del centro hospitalario y los médicos que le atienden a diario le han asegurado que morirá "en días" o quizá "semanas". Ablaye lo tiene asumido, pero ahora solo le importa una cosa: ver y tocar a su hijo, que reside en su país, Senegal, antes de morir.

Sin embargo, cumplir su deseo no está siendo nada sencillo. De hecho, podría decirse que está siendo toda una odisea. Rafael Bravo, el cardiólogo de Ablaye en el Hospital Costa del Sol, ha tratado de ayudarle para traer a Málaga a su hijo desde el momento en el que le comunicaron a Ablaye que se iría apagando poco a poco por la enfermedad, allá por mayo de este año. Desde entonces, se han cruzado con cientos de impedimentos que actuaban como muros en una carrera a contrarreloj.

Lejos de rendirse, Bravo, con los trabajadores sociales del hospital y la asociación de pacientes, comenzó a mover hilos para facilitar los trámites burocráticos que había que realizar para traer al hijo de Ablaye a España para visitarlo. En concreto, para conseguir el visado que le permitiría viajar a Málaga.

Primero trataron de hablar con la Embajada de España en Senegal, tras ello lo intentaron con el Consulado de España en Senegal, pero de allí les derivaron a la Subdelegación de Gobierno en Málaga, que hizo los trámites necesarios. Sin embargo, según confirma el propio cardiólogo, el siguiente paso tenía que darlo el Ministerio de Asuntos Exteriores, pero aún no han recibido respuesta al respecto.

De manera paralela, le comunican a Bravo y su equipo que el hijo tendría que ser el que fuese al Consulado de España en Senegal, pero le es imposible conseguir una cita para que le atiendan. El jueves, cuando su padre fue ingresado de urgencia de nuevo, desesperado ante esta situación en la que solo encuentra trabas, decidió ir personalmente al Consulado de España de nuevo, a 80 kilómetros del lugar donde vive, para encontrar una solución. "Le dijeron de nuevo por la mañana que sin cita no podían atenderle. El pobre hasta durmió en la puerta para nada teniendo toda la documentación necesaria. Son problemas por todos sitios. No me dedico a ello, pero creo que no debe ser tan difícil darle un visado a alguien para ver a su padre y más en su situación", explica Bravo.

Solo pretenden que Ablaye pueda morir en paz, acompañado de la persona que más quiere y no solo. Ablaye comparte piso con otros senegaleses, por lo que darle el alta para que fallezca en casa no tendría sentido. No tiene las condiciones adecuadas para que pudiera sobrevivir más de un día fuera del hospital.

Bravo ya está cansado de la burocracia, se puede notar en su tono al otro lado del teléfono. No sabe qué hacer. Ha intentado contactar hasta con la Reina Letizia, que siempre se muestra empática con el colectivo de personas con enfermedades raras. Lo ha hecho a través de una carta y respaldado por la Asociación Nacional de Hipertensión Pulmonar, pero tampoco ha recibido ninguna respuesta, al menos de momento. "Jamás imaginaríamos que esto iba a costarnos tanto trabajo y ahora es encima una urgencia", confiesa.

Los minutos pasan y Ablaye se va apagando entre las cuatro paredes de su habitación del Hospital Costa del Sol aferrándose a la vida por si en algún momento su hijo cruza la puerta. Mientras tanto, recibirá a diario la visita de la familia de las batas blancas que lo arropan a diario.