Pepi Romero en el museo de minerales que tiene en el salón.

Pepi Romero en el museo de minerales que tiene en el salón. Alba Rosado Málaga

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La casa de Pepi: el 'museo' de los minerales que alberga Málaga

"Curiosa, creyente y feliz", esta malagueña lleva más de 20 años coleccionando estas piezas naturales.

15 julio, 2021 05:21
Málaga

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En el año 1982 dejó todo en Málaga para marcharse a Australia con su marido y sus cuatro hijos: Desiré, Francisco, David y Yesica, que no eran más que unos niños. Allí, buscaban a oficiales de tapicero. "Nos fuimos totalmente a la aventura, por trabajo, y sin miedo a nada, y allí estuvimos al final casi diez años", recuerda Pepi Romero,vecina del barrio de Miraflores de los Ángeles.

Fue justamente en Australia donde descubrió la que es hasta ahora una de las mayores aficiones de su vida: los minerales. En casa de unos amigos vio varios y acabó fascinada. Fue en Queensland donde descubrió la existencia de cuevas de cristal, obra de coleccionistas de minerales que han reunido piezas de todo el mundo y que son visitables por el turista de a pie. "Los minerales son bellísimos, me atraen mucho y siento que tenemos una conexión muy fuerte", relata.

Algunos minerales de la colección de Pepi Romero.

Algunos minerales de la colección de Pepi Romero. Alba Rosado Málaga

Romero tiene 68 años y vive en un piso de la barriada malagueña de Miraflores de los Ángeles. En él acumula cientos de minerales de todos los tipos y tamaños. Ama la naturaleza. Pese a ser una mujer que nació en la ciudad de Málaga, asegura que no le importaría marcharse a una cueva, sola, en la que tuviera que apañárselas por sí misma para comer y sobrevivir. "Sería la más feliz del mundo", explica.

A lo largo de su vida siempre ha sido ama de casa pero "le ha metido mano a todo". Artística y creativa, tiene cursos de creación de figuras de porcelana, de cerámica,  de cocina, de pintura y de dibujo. Ha tenido tiempo, ya que vive sola desde hace 18 años, cuando se quedó viuda con tan solo 50. 

Una de las estanterías llenas de minerales que Pepi tiene en casa.

Una de las estanterías llenas de minerales que Pepi tiene en casa. Alba Rosado Málaga

Una colección no apta para cualquiera

Reconoce que cuando su marido estaba en vida sí que podía permitirse comprar estos minerales, cuyo valor económico varía en función de la excentricidad y el tamaño. "Soy incapaz de dar una cifra exacta de cuánto valen todos los minerales que tengo en casa, es imposible", dice Pepi. Ahora, que tiene una pensión escasa, los minerales que llegan a su colección son regalos de familiares y amigos.

Su hermana mayor, presente también en el salón, interrumpe la entrevista. "Cuando viajamos siempre le traemos alguno. Sabemos que le gustan y que le ilusionan, lo pone fácil a la hora de regalar". Melilla es el lugar de donde más le traen, según ella, porque allí son mucho más baratos que en la península.

Entre todas las piezas que tiene, recuerda perfectamente cuál fue la primera que entró a casa: un cuarzo blanco de gran tamaño que su marido y su hija le costearon. Sin embargo, cuando se le pregunta acerca de su favorito, pese a que le tiene cariño al primero y que el blanco es su color preferido, se decanta por la celestita, una variedad mineral de sulfato de estroncio. Mientras la sujeta, compara el color de la piedra con el del cielo. "Es impresionante que el color que tiene sea natural", dice.

Llama la atención lo mucho que sabe sobre minerales. Los estudia, tiene libros sobre gemas y piedras preciosas para conocer todas las propiedades que tienen y sus nombres. Así, cada vez que alguien llega a casa divulga sobre el tema. "Un día vino un técnico a arreglar algo en casa y se quedó perplejo al ver tanto mineral. Le regalé uno y el hombre se fue asombrado", dice orgullosa. Esto es algo muy común en ella y raro en los coleccionistas usuales, prefiere dar los minerales que tiene a aquel que se enamora de ellos para que todo el mundo tenga un poquito de su energía positiva.

Algunos minerales de la colección que tiene Pepi.

Algunos minerales de la colección que tiene Pepi. Alba Rosado Málaga

Desde Málaga a Brasil

Respecto al lugar de venta de cada uno de los minerales asegura que uno de los lugares dónde ha comprado más ha sido en el mercadillo de los domingos en la explanada del Cortijo de Torres. "Justo al fondo, donde ponen las mantas con artículos de segunda mano".

Allí, tiene un amigo al que visita siempre que puede, ya que aunque ya no compra, siempre le gusta ver las novedades que trae. Así, también tiene minerales de muchos lugares del mundo: Australia, México, Marruecos, Brasil… "Tenemos que estar muy agradecidos con la madre Tierra y todo lo que nos da", cuenta con un tono esperanzador.

El ecologismo es un tema que le apasiona, le indigna cómo el cambio climático está avanzando de una manera tan demencial. "No sé por qué la gente no se preocupa en cuidar a la madre Tierra, sin ella no podríamos disfrutar de la vida. Es una lástima", detalla.

El jardín del piso en Miraflores de Pepi Romero.

El jardín del piso en Miraflores de Pepi Romero. Alba Rosado Málaga

Naturaleza y buena energía

Cuando los vecinos entran a casa de Pepi aseguran que sienten paz. "Han llegado a venir a hablar conmigo en el sofá y se han quedado dormidos de la tranquilidad que les invade. No sé si es por la energía con la que me muevo yo, o por los minerales", señala la malagueña con una sonrisa. 

Además de minerales, Pepi tiene un jardín en el salón. Ha tenido hasta árboles frutales en su piso. Mucha gente puede pensar que tener tantas en casa debe ser una odisea para regarlas, pero ella, en este sentido, dice que lo hace con tanto amor que no le cuesta nada. "A veces me he caído por subirme a regar las más altas, pero me da igual, lo sigo haciendo sin rechistar", comenta. 

Se emociona hablando de su infancia, dura y oscura, que no desea ni a su peor enemigo. "Sin embargo, ahora, de mayor, ni siento ni padezco acerca de lo que me ocurrió. Para mí las personas que me hicieron daño de pequeña son personas ignorantes. Gracias a lo que he pasado creo que soy como soy y hago todo con tanto amor", dice. 

Pepi, además, cree que merece más la pena invertir el tiempo en agradecer que al levantarnos vemos la luz del día que en reprocharle a los demás el mal que nos hacen. "Mi vida es bella, yo vivo el momento. He aprendido mucho, he crecido y he valorado mucho las cosas", resalta.

De hecho, todo lo que pasó cuando era pequeña le ha enseñado a tener empatía con el que lo pasa mal. Así, antes de que llegara la pandemia, siempre dedicaba un rato a la semana a ir al Hospital Materno Infantil de Málaga, con la asociación AVOI, para jugar con los niños enfermos de cáncer y cocinaba bizcochos para todo el personal sanitario. "Los niños me han enseñado mucho. Siempre están con una sonrisa aunque estén en mitad de un tratamiento de quimioterapia. Nos dan una lección a todos", concluye Pepi, muy emocionada, deseando que la pesadilla de la pandemia acabe para poder volver a ayudar al hospital cuanto antes.