Un montaje de imágenes de Alegría.

Un montaje de imágenes de Alegría.

Ronda

Un corazón que quiso seguir bailando: la historia de Alegría, la niña viral de Ronda que conquista con su arte

A sus 4 años, el domingo 7 de diciembre se subió al escenario de una zambombá a bailar y sus vídeos se han hecho virales, pero tras ella hay todo un ejemplo de superación, tras ser operada en dos ocasiones a corazón abierto.

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No hay persona en Ronda que no haya visto el vídeo viral de Alegría Gago, una niña de cuatro años del pueblo. La pequeña enamoró a todos en una zambombá celebrada el pasado domingo en la localidad malagueña con un improvisado baile.

Le bastó con un par de taconeos con sus botitas de pelo, unas tantas vueltas con arte y gracia, moviendo cada parte de su cuerpo, y unas manos alzadas al aire girando con ese salero que su madre, Aida Gago, le regaló cuando nació y que ha logrado ya cientos de likes en TikTok.

“Qué voy a decir de mi Alegría, que el nombre le viene al dedillo, porque es la alegría de nuestra casa, de mi vida”, expresa Aida, a la que su hija cada día le sorprende más. Le puso ese nombre porque la noticia de su embarazo llegó en un momento "muy difícil" de su vida en el que necesitaba "mucha alegría": “Mi vida no ha sido fácil y no podía llamarla de otra forma”.

Además, Aida adora el flamenco y confiesa que de pequeña siempre le había gustado bailar por dos palos: por soleás y por alegrías. “Y la soleá es más seria, más dolida. Por eso cuando estaba triste me ponía a bailar un poquito para que por alegrías me saliera una sonrisa. Esa era mi forma de vida. Y me encanta que lleve el nombre de ese palo flamenco que a mí me sacaba de lo malo”, recuerda.

El 9 de marzo de 2021 vino al mundo Alegría, pero no lloró, como suelen hacer todos los recién nacidos en sus primeros segundos de vida, algo que le extrañó a su madre, que entre tanta felicidad, de inicio, no le dio importancia cuando supo que todo iba bien en “esa cara morena y preciosa” que hacía gente en el hospital con apenas unas horas. No había enfermera que no se parara con ella.

Pero esa oleada de sonrisas que trajo consigo Alegría, se paró de golpe. Los médicos detectaron que Alegría tenía la bilirrubina demasiado alta y la dejaron ingresada. Ahí empezó a desvelarse un diagnóstico que iba a marcar sus siguientes años de vida.

“Me dijeron que tenía un soplo en el corazón. Empezaron a hacerle revisiones, pero nos atendieron regular, la verdad”, explica. Ante la inseguridad que le recorría el cuerpo, Aida tomó una decisión clave: trasladar la documentación de su hija al Hospital Reina Sofía de Córdoba.

Una foto de Alegría en el hospital.

Una foto de Alegría en el hospital.

Allí le pusieron nombre y gravedad a lo que le pasaba a la pequeña: una cardiopatía muy severa con un nombre difícil de pronunciar: una estenosis supravalvular aórtica severa, que exigía una operación a corazón abierto cuando apenas Alegría tenía un año.

La intervención tenía una duración prevista de entre siete y nueve horas. “Salió genial. Los médicos se echaban las manos a la cabeza porque no entendían cómo se podía recuperar tan pronto una niña con algo tan grande. Será la fuerza que tiene ella”, recuerda emocionada.

Durante un tiempo, todo pareció encarrilarse. Revisiones cada mes, después cada tres, luego cada seis, mucha medicación y una vida que empezaba a parecerse a la de una cría de su edad. Lo más normal posible. Pero una amenaza grave seguía ahí, atosigando a Aida, que no podía descansar sin pensar en ello. “Sabíamos que había que operarla otra vez. Me dijeron que ojalá aguantara hasta los seis o nueve años, pero no pudo ser”.

Una imagen de Alegría.

Una imagen de Alegría.

En una revisión en mayo de este año les dieron el golpe: Alegría tenía un 95% de obstrucción en la vena aorta y había que intervenir de nuevo a corazón abierto, para hacerle un trasplante de válvula. “A mi niña estaba a punto de darle un infarto, pero gracias a un donante, ahora Alegría tiene una válvula de otra persona en su corazoncito”, explica Aida, que sabe que gracias a la solidaridad de una familia, su hija ahora está viva.

Alegría ingresó el 30 de junio de 2025 y le dieron el alta el 2 de agosto. El camino entre ambas fechas fue un auténtico víacrucis.

Tras la operación, Alegría entró en coma. “Pasó once días dormidita. A mí me dijeron los médicos que Alegría no sobrevivía. Que se le habían parado los órganos y que su corazón no funcionaba como debía”, relata Aida. Alternaban “dos días de buenas noticias, tres malas y así constantemente”, en una montaña rusa emocional agotadora.

Poco a poco, el cuerpo de la niña empezó a reaccionar. El corazón funcionó por sí solo, retiraron el marcapasos, le retiraron tubos. Pero entonces llegó otro mazazo, por si fuera poco el calvario que llevaba pasado: Alegría no veía. “Yo la notaba con la mirada perdida. Pensé que era por todo lo que había pasado. Hasta que un día le dije a la médica: mi niña no ve”.

Al principio, nadie la creyó. Alegría contestaba a las preguntas de memoria. “El médico le dijo: ¿de qué color tengo el traje? Y ella: verde. ¿Qué tengo en la boca? Una mascarilla. Y yo le decía: que no, que ella no ve, es que es muy lista”, cuenta su madre. Hasta que cogió una barbie y se la puso delante. “Le dije: Alegría, ¿qué tengo en la mano? Y ella: no veo, mamá, veo negro”.

Alegría es arte puro, incluso en bata y en el sofá.

Una resonancia confirmó la sospecha: se le habían inflamado los pares craneales y los médicos no aseguraban que recuperase la vista. Aida lo cuenta sin adornos: “Me dijeron que a lo mejor no volvía a ver. Yo me puse a orar en la habitación sola. Todo Ronda, todo Córdoba, todo Sevilla, todo el mundo rezando por ella, cada uno a su manera, porque después de todo lo que había luchado, no se merecía eso”.

Con el paso de los días, mientras iban bajando la medicación, algo empezó a cambiar. “Un día me dice: mamá, creo que veo esto. No nos lo creíamos. Íbamos enseñándole cosas: ¿qué hay aquí?, ¿qué tengo en la mano? Y ella las iba reconociendo. Ahí supimos que estaba volviendo a ver”.

Pero aún quedaba otro paso: volver a andar. Después de tantos días encamada, Alegría no andaba. Había que enseñarla otra vez. “El equipo fue estupendo y nosotros no la dejamos ni un minuto. Poquito a poco con ella, avanzó súper rápido”, explica Aida. Los médicos estaban asombrados. “Dicen que es la primera niña con la que se han tenido que saltar el protocolo de recuperación de lo rápido que iba. Aseguran que lo normal sería muchos meses de hospital con esa operación tan grande”. Alegría, contra todo pronóstico, salió del hospital andando y, sobre todo, bailando. “En una de sus primeras visitas a la playa, se vistió hasta de sirena, le encanta”, dice su madre entre risas.

Alegría, vestida de sirena.

Alegría, vestida de sirena.

Una casa donde se vive cantando y con tacones

El carácter de la niña ayuda a entender todo lo que ha logrado superar. “Alegría se levanta cantando y bailando y se acuesta igual. Si la acuestas con los tacones puestos, se acuesta hasta con los tacones”, resume su madre. En casa, todo es música. “Yo bailo desde los cinco años. Nuestro día a día es levantarnos cantando. Es nuestra forma de vivir”.

Aida no se dedica profesionalmente a la danza, aunque de vez en cuando actúa en eventos que le salen por la Costa del Sol. Su trabajo principal es el de quiromasajista, y a raíz de la historia de su hija se ha especializado en fisioterapia cardíaca. El baile, para ambas, es más que un oficio. “Es un hobby, sí, pero sobre todo es una manera de estar en el mundo. Si Alegría baila es porque ella me ve. No es que esté enseñada, es que le nace”.

La niña lo confirma con cada gesto. Le encantan los disfraces, el maquillaje y los tacones. “Tengo el armario por abajo lleno de disfraces y ella me los pide a cada rato. Si fuera por ella, iría vestida así todos los días, a todas horas”, cuenta Aida. De fondo, siempre suenan villancicos de Así canta Jerez y artistas flamencos. “Le encanta Niña Pastori, Chabeli y Las Rodes y los villancicos puedo prometer que los tiene puestos 24 horas”, confiesa su madre entre risas.

Alegría, en la academia de baile.

Alegría, en la academia de baile.

También le sorprende la gran madurez que tiene a su edad. “Es muy lista y muy responsable. Tiene una memoria tremenda. Si un día dejamos un libro en la página 16, ella se acuerda al día siguiente de dónde se quedó.. Y se acuerda también de cosas del hospital de cuando estaba en coma. Es impresionante”, recuerda.

Hace unos días, Aida se quedó sin palabras en casa. Vio a Alegría sentada en el váter muy reflexiva. Estuvo a punto de preguntarle qué hacía, pero abogó por quedarse a un lado y observar. De repente, Alegría levantó la mirada y dijo ‘Ay, Dios mío, gracias por haberme salvado’. “¡Cuatro años tiene!”, cuenta emocionada al recordarlo.

En casa, Alegría tiene una hermana mayor, de nueve años. “Ella también baila muy bien, pero la de la poca vergüenza es Alegría”, cuenta su madre. La niña arrasa donde va. “Llena plazas, llena teatros, lo llena todo. En el colegio es una barbaridad. La seño me dice que la tiene que llevar en brazos porque todo el mundo la quiere coger. Están locos con ella”.

Alegría es muy presumida.

Alegría es muy presumida.

La pequeña se toma la vida como si todos fueran familia. En el colegio todos son sus primos y tíos. Es muy cariñosa. “Y como te vuelva a ver dos días, te da abrazos que te mueres”. Pero también está llena de carácter. A su bisabuelo siempre le dice lo mismo: “A la abuela la cuidas mucho mucho, que a las mujeres no se les chilla. Tú cuidas de ella”. Signo de que tiene bien claros sus valores.

Viral

En cuanto a los vídeos que la han llevado a la ‘fama’ en Internet, no es la primera vez de Alegría bailando en público, pero sí con la que ha llegado a más público. Ella salió al escenario de la zambombá porque se lo pidió a su madre. “Mamá, yo quiero bailar”.

Y allá que fue ella, que se colocó en el centro, deleitando a todos con sus meneos y giros de muñeca. Al rato, la acompañó su madre, a la que se le caía la baba viendo a su pequeña disfrutar del villancico Ya vienen los Reyes Magos.

Alegría va a la misma escuela de baile que su madre y se ha subido ya un par de veces a bailar con el grupo de niñas de su edad. “Pero su problema no la ha dejado mucho, desde septiembre ha ido dos veces, porque entre revisiones y todo no me da tiempo. Pero dos veces que va, dos veces que se vuelve loca de contenta. Le encanta”, explica.

La tarde del vídeo viral, había recibido la invitación de la academia para que la niña bailara con el resto de pequeñas aunque hubieran ensayado poco juntas. “Me dijo: tráetela, que llena la plaza. Y es verdad, la niña donde va, la lía, visto y comprobado”, admite. Primero bailó en la plaza, con su falda, su clavel rojo y sus tacones. Y más tarde se fueron a la zambombá a echar un rato en familia, pero ella no había tenido suficiente y volvió a subirse al escenario, ya vestida “de paisana”.

Alegría, en la zambombá de Ronda donde fue el centro de todas las miradas.

Se subió al escenario, la música arrancó y el resto lo ha visto media España en el móvil. En menos de 24 horas, los vídeos donde salía Alegría sumaban cientos de miles de visualizaciones. Aida no tiene TikTok pero imagina “que eso debe ser un montón”.

Hoy, Alegría sigue con sus revisiones médicas, pero el último informe ha traído un respiro, el mejor regalo que le podrían hacer por Navidad. “En la última revisión nos dicen que el corazón está como si hubiese nacido así. Dicen que está perfecta”, cuenta Aida.

Saben que habrá que volver a operarla alrededor de los 14 años para cambiar la válvula, pero ella se niega a vivir con el miedo en la cabeza. “Si pienso en eso, no vivo. Yo voy día a día, siempre con fe”.

Porque mientras tanto sabe que la alegría invadirá su casa. Que los villancicos seguirán en bucle y un par de tacones, junto a la cama de su niña. Y que su pequeña “viejecilla” seguirá haciéndole reír con todas las barbaridades que suelta.“A mí me tocó tenerla más consentida de la cuenta, qué vamos a hacer”, admite.

Después de haberla visto tan malita, reconoce que le puede pedir el mundo, que se lo da. “Cuando el coma, yo estaba deseando volver a escucharla hablar. Ahora no se calla. Y menos mal. Ella es mi alegría de vivir”.

La misma niña que un día le dijo a Dios, en voz bajita, “gracias por haberme salvado”, es hoy la que cuando le preguntan qué quiere ser de mayor responde que médica, “para salvar a la gente como han hecho conmigo”. Pero en los descansos, eso sí, quiere subir “al escenario”, como hace su madre. Con la fuerza y el carácter que tiene, tiene pinta de que conseguirá todo lo que proponga, cuesten los taconeos que cuesten.