Para conocer el futuro, antes había que ir a Europa. Los hijos de la alta burguesía no habían completado su formación si no conocían las grandes capitales, su estilo de vida, su cultura, su arte.

Los más privilegiados, emprendían su largo viaje, (Grand Tour) que les conectaba con un mundo exótico, la antigua Roma, Grecia, Egipto… La ciencia y el conocimiento tecnológico de vanguardia estaban en Berlín, en Dresde, en Múnich, en París, en Viena, Zúrich, Cambridge…

La nueva física fundamentalmente alemana, pero con notables contribuciones inglesas y algún brillante nórdico, se construía sobre la nueva matemática y los grandes avances en el cálculo diferencial y el análisis matemático, nacida fundamentalmente en Francia.

La óptica, los tubos de vacío y sus nuevas aplicaciones, como los rayos X… Europa era un lugar prodigioso. Para dar un salto, los norteamericanos tuvieron que importar, a golpe de guerra y talonario, o recogiendo, como llevaban haciendo desde el siglo XVII a las mentes judías que escapaban de Europa. No en vano la primera sinagoga de EE. UU. se construye en Nueva Ámsterdam, la actual Nueva York en 1654, con una comunidad fuertemente sefardí, que hablaba ladino y portugués.

Desde la carrera nuclear y espacial de los 50 hasta la era de Internet, el lugar al que ir para conocer el futuro fueron los EE. UU. Boston, San Francisco, y sus entornos universitarios y tecnológicos, Silicon Valley se convirtió en el lugar en el que había que estar, al que había que visitar, en el que había que trabajar o formarse. Stanford, UCLA, en el Oeste o Harvard y el MIT en el Este eran la Meca.

Esta semana, un periodista y escritor, autor de un precioso Adiós a Mongolia, Zígor Aldama, que fue muchos años corresponsal en China y el que recomiendo seguir, escribía un artículo realista, desgarrado, apenado “Europa en vía de Subdesarrollo”.

Aldama se sigue asomando periódicamente al futuro y, de vez en cuando vuelve a China. Cuando ves a la velocidad a la que nos descolgamos del futuro, a la velocidad a la que se digitalizan, se automatizan, construyen, se electrifican y descarbonizan, solo puedes sentir que la velocidad de ese futuro es tan alta que es imposible saltar a él desde nuestra posición casi inmóvil.

Y sin embargo avanzamos. Esta semana hemos podido parar un momento a recordar, gracias a la celebración del 40 aniversario de Acció, cómo éramos hace 40 años. Cataluña fue pionera en lanzar instrumentos de apoyo a la industria, la innovación y la internacionalización.

Nacía el COPCA y el CIDEM y pude escuchar con admiración a la ministra Anna Birulés compartir su experiencia de lo mucho que se hacía con poquísimos recursos. La ilusión de una generación que quería literalmente comerse el mundo. La fuerza demográfica, de muchos con ganas, que se plantearon objetivos prioritarios como Japón.

De aquellos trabajos vinieron Sony, KAO, Yamaha, Sanyo…. Hubo un delicioso contraste con el actual consejero delegado de ACCIÓ, Jaume Baró, que reúne desde 2008 la fusión de ambas entidades.

No hay innovación sin internacionalización, ni industria competitiva sin enfoque exterior. La fusión, seguro que no fue fácil, pero conceptualmente fue un acierto y, de nuevo, pionera en España.

Recientemente se ha creado TRADE en Andalucía, con el propósito de unir y maximizar sinergias de IDEA y Extenda, casi dos décadas después. El futuro está en China y ver allí al CEO de Ebro, una fábrica de vehículos eléctricos en plena Zona Franca de Barcelona, es otro éxito como los de los comienzos. Y Santana puede ser el siguiente ejemplo con el clúster industrial de Linares.

Nuestra ubicación, nuestra conectividad, nuestro talento, nuestros ecosistemas industriales, y nuestros costes relativos de energía y personas nos permiten competir. Ya vinieron primero Ford, GM, IBM, ITT, luego Nissan, Fujitsu y los japoneses citados, los europeos, también se establecieron en sus plantas de Landaben, Vigo, Valladolid, Getafe, Sevilla y hasta Seat, que no hay quien la hunda, triunfó con su Toledo, con su León y ahora con Cupra.

Ha llegado el momento de que China fabrique aquí y en Cataluña y Andalucía lo han visto. Nos faltan muchísimos por atraer, desde Deepseek, a Huawei, BYD (que ya fabrica en Europa del Este), Xiaomi… La estrategia de palo y zanahoria, que funcionó en España durante 20 años y que ahora exageradamente reproducen los EE. UU. y que los BRICS nunca han dejado de aplicar es, si quieres acceder a mi mercado has de fabricar aquí. No es populismo, no es Make Europe Great Again, es pragmatismo.

Mientras tanto, seguimos avanzando en aprender, fabricar bien e innovar. En pocas semanas hemos botado una fragata y un submarino. Investiguen un poco la vida y la obra de Narcís Monturiol, otro genio catalán de Figueras que presentó su Ictíneo I y creó la primera compañía para la explotación comercial de la navegación submarina en 1857.

Navantia está integrando las mejores tecnologías mundiales e incentivando y traccionando a nuestras industrias. Alguien me dirá que eso es sector público. Si lo oyera un chino se partiría de risa. El Estado es socio en todo y el primer artífice, partícipe que se mete en aquellas partes de la inversión y el riesgo que el sector privado aún no puede abordar.

Se asumen más retos estratégicos con foco en el largo plazo, no en la rentabilidad financiera inmediata sino en la rentabilidad para el conjunto del país en el largo plazo. Alguien me dirá que esto es incompatible con la democracia. No es cierto, es simplemente incompatible con la demagogia, con el partidismo, con enchufar a miles a dedo independientemente de sus cualificaciones y méritos.

Los altos funcionarios del Estado en China toman decisiones muy importantes y las ejecutan más allá del mandato de los políticos porque hay planes estratégicos muy bien pensados a largo plazo, ahora ya no es planificación comunista. Han aprendido y asignan roles a las empresas con inversión importante y recompensa suficiente.

De sus éxitos, el Estado, vía impuestos redistribuye y reinvierte y si no funcionan corrigen de inmediato. El bien superior no es la rentabilidad del accionista privado sino el progreso de la comunidad, incluido el progreso material y la capacidad de tomar riesgos y premiarlos con plusvalías adecuadas.

Las bolsas funcionan, los chinos son uno de los pueblos más ahorradores del mundo, por sus carencias en el sistema de previsión social, los bancos canalizan ese enorme ahorro a inversión en su país y en sus empresas. Aquí el ahorro europeo acaba en Wall Street o manejado por grandes fondos de capital riesgo que están monopolizando las empresas sin el control y la regulación que establece un estado fuerte como en China.

Y así, mientras Draghi dice que hay capacidad de inversión por nuestro ahorro, margen fiscal y nivel de apalancamiento medio, China simplemente, lo hace. La impresión de mi querido Zígor Aldama es porque hay dinero para todo y avanzan a una enorme velocidad.

El modelo chino es compatible en muchos aspectos con la democracia, pero restaurar una cultura profunda de mandarinato, de mérito y de foco en la formación, que ponga primero a la comunidad y luego al individuo es clave. Se carga a Adam Smith y la mano invisible. No hay mano invisible, en occidente la mano son 10 grandes fondos y 10 grandes empresas que agrupan más poder que cualquier estado y que muchos estados juntos. En China nadie dobla al Estado.

Pensaba esto mientras escuchaba con mucha admiración a los miembros del grupo de investigación Mobilenet de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Telecomunicación de Málaga. Miraba a dos líderes generosos, Fali Godoy, el director de la Escuela, que se ponía en una esquinita de la mesa, orgulloso de otro paso en la buena dirección.

Como el Grado en Microelectrónica y Semiconductores que acertadamente prepara, como traer al director del Instituto Max Planck de Fotónica cuántica y llenar el auditorio de jóvenes estudiantes que se asoman al futuro, y así animarlos a que la iniciativa Quantum UMA crezca con la ilusión del mejor talento.

Observaba también a la doctora Raquel Barco, haciendo puro empoderamiento y liderazgo, del que se nos llena la boca en los cursos de management y en las empresas, pero luego, muchos líderes empresariales no llevamos eficazmente a la práctica. Cada miembro del equipo explicaba una parte de la primera fase del laboratorio de comunicaciones móviles satelitales.

Había en la audiencia miembros de la ESA, de la Agencia española del Espacio, de grandes empresas y los anfitriones y principales espónsores de esta instalación, científica, y tecnológica, Vodafone y AST Space Mobile.

Allí vimos cómo pasaremos a redes de comunicaciones móviles sin estaciones terrestres, en los que nuestros teléfonos convencionales conectarán directamente con satélites enormes, llamados Bluebird satellites capaces de soportar 120Mbps, un ancho de banda que permite millones de llamadas, mensajes y streaming de video cada día.

Universidades trabajando con empresas en proyectos de tecnología aplicada que llegarán al mercado y cambiarán el mundo. También aquí pudimos asomarnos al futuro y estar orgullosos de nuestros docentes y sus equipos. Hay partido.