España puntúa 4 puntos sobre 100 en Semiconductores. A pesar de la dotación del PERTE Chip, la mayor de todos los PERTE, estamos aún muy lejos de empezar a converger, primero con Europa que ocupa el lugar 24 y luego con el mundo.
El líder es EE. UU. con 75 puntos en el informe que el pasado 5 de junio publicó el Belfer Center de Harvard Kennedy School sobre la posición de las principales economías del mundo en las tecnologías clave. Pongo entre paréntesis la modestísima posición de España: IA (11/100), Semiconductores (4/100), Cuántica (18/100), Espacio (15/100) y BioTech (15/100).
Los americanos no pueden dejar de reconocer la evidencia, China se dispara. Aún así, el informe reconoce supremacía en todos los campos a EE UU. Se tragan algunas de sus propias conclusiones de algo más de una década en la que escribieron un reporte titulado ¿Por qué China no puede innovar?, escrito por Regina M. Abrami, William C. Kirby y F. Warren McFarlan.
El resumen de aquel artículo era que China no carece de emprendedores, demanda de mercado o riqueza, pero ¿puede el país tener éxito en su búsqueda para convertirse en el líder mundial en innovación?
Durante casi 40 años, el gobierno ha estado estableciendo programas de investigación y zonas de alta tecnología, alentando a las empresas nacionales a aumentar su capacidad de innovación y ayudando a las universidades a florecer.
Recientemente declaró su intención de transformar a China en una "sociedad innovadora" para 2020 y en un líder mundial en ciencia y tecnología para 2050. Pero contra las intenciones y recursos del gobierno corren algunas corrientes poderosas.
Los representantes del Partido Comunista deben estar presentes en las empresas con más de 50 empleados, un requisito que limita el comportamiento competitivo y emprendedor. Y muchas empresas chinas han encontrado que las recompensas por mejoras incrementales son tan vastas que hay poco incentivo para buscar avances.
Sin duda, China ha mostrado un potencial para la innovación y tiene la capacidad de hacer mucho más. Pero, ¿tendrá el estado la sabiduría para alumbrarlo?
La respuesta, catorce años más tarde, es que China hizo lo que dijo.
Esta semana, hemos presentado junto a la Fundación FIDE, en Málaga el inicio de los trabajos conjuntos con el Instituto Ricardo Valle para proponer iniciativas desde España a los desafíos del informe Draghi.
Trabajaremos en tres ámbitos, los semiconductores y la digitalización, la economía circular y la Defensa. Sin una perspectiva histórica y un contexto geopolítico cualquier análisis y cualquier prospectiva puede ser errada.
Hay un mantra falso que dice que Europa regula, EE. UU. innova y China manda. A la vista de que esta competición es tan abrumadoramente liderada por dos potencias y el resto va muy a la zaga, The Economist, haciéndose eco del reporte de Harvard, la ha llamado una carrera de solo dos caballos.
En las métricas “sesgadillas” a juzgar por la tasa de error histórico de las predicciones de la evolución de China que se han venido haciendo desde EE. UU., ahora les dan 65.6/100 frente a los 84.3/100 que se atribuyen a sí mismos.
El final del siglo XX tenía a occidente eufórico. Europa lideraba en telefonía móvil (¿recuerdan el 3G?), en automóvil (con unos “arreglillos” el TDI se convirtió en el rey del mundo), los despliegues de redes de banda ancha avanzaban.
En EE. UU. también estaban pletóricos. Para marcar la llegada del siglo XXI, en 1999 las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina ofrecieron un adelanto olímpico de las décadas venideras.
La Academia previó un mundo en el que "la ciencia ficción de ayer [entraría] en el mercado: clonación de animales, mapas electrónicos parlantes instalados en automóviles, poderosas computadoras tan pequeñas como un paquete de cigarrillos".
Su informe declaró que el "sistema único y poderoso de América para crear nuevos conocimientos y ponerlos a trabajar para el beneficio de todos" había sido el motor principal del crecimiento de la productividad en el siglo XX y sería igualmente el mayor determinante para el siglo XXI. Faltaba un ¡viva la madre superiora!
En el futuro que el Consejo Nacional de Investigación de la Academia vislumbraba, China apenas importaba. Reflejando la sabiduría convencional de la época, el número especial de la revista Time, Beyond 2000, afirmaba con confianza: "China no puede convertirse en un gigante industrial en el siglo XXI. Su población es demasiado grande y su producto interno bruto demasiado pequeño". Con un ingreso per cápita aproximadamente al mismo nivel que Guyana y Filipinas, la mayoría de los chinos no tenía suficiente dinero para comprar productos de tecnología avanzada, y mucho menos los recursos para inventarlos.
Nosotros acabábamos de ir a vender hielo a los esquimales. Por aquellas fechas yo trabajaba en una compañía de la que me convertí en CEO y accionista y no veíamos esa China incapaz de crecer e innovar. Allí todo era posible.
Algo parecido a lo que me encontré en Vietnam en 2009, que nos llevó a establecer una planta en 2016, otra en 2021 y esta semana hacían la ceremonia de “groundbreaking” para la tercera. Ojo a Vietnam porque pronto estará por encima de España y muchos países europeos.
Hoy Corea del Sur es el cuarto país del mundo en el ranking. En una década Vietnam se acercará a Corea del Sur. Vayan al aeropuerto de cualquier ciudad de Corea del Sur y miren los destinos y frecuencia de vuelos a Vietnam. Hay más vuelos de Seúl a Vietnam que de Madrid a Barcelona, Paris, Londres o Frankfurt en un día. No es solo turismo, hay una potentísima inversión y transferencia de tecnología.
Lo que vemos hoy en los rankings son las políticas, la inversión, la innovación, la educación, de las tres décadas anteriores.
Los resultados del PERTE Chip de España, si se ejecutan bien y no se invierte en lo más fácil, que es lo público sino en iniciativas traccionadas por mercado, se empezará a ver a partir de 2030.
FIDE nace de la constatación de que los juristas, magistrados, jueces, estaban en una órbita diferente de las empresas. Que cuando a partir del derecho civil empieza a desarrollarse en profundidad la legislación, la jurisprudencia y la actividad en el ámbito estrictamente mercantil, magistrados y empresarios y directivos vivían mundos diferentes.
Regular es importante, pero el derecho natural y lo consuetudinario en la praxis empresarial, con la deontología y la ética así como el foco en la preservación del bien superior que debe ser garantizar que las empresas siguen funcionando para ejercer su función social, ser generadores de riqueza a través del empleo, el crecimiento, la generación de plusvalías, que permiten la redistribución y la provisión de bienes y servicios públicos y privados, y economías de escala para la inversión por la formación agregada de capital, tanto tangible como intelectual, de las sociedades en las que se establecen, no es nada obvio.
Nos hemos propuesto con ellos trabaja ren los dos ámbitos, el industrial/tecnológico y el regulatorio/ jurídico. Para ello invitamos a Joaquín Almunia a la presentación del proyecto.
Su discurso sereno, pero extraordinariamente interesante, reconoció que al igual que Leta y Draghi definen con claridad, Europa arrastra un enorme déficit de inversión. Que los sistemas de EE. UU. y China funcionan y han funcionado mejor porque han sido capaces de mantener la productividad y competitividad en campos estratégicos mejor.
Que Europa no tiene igual de bien desarrollados los instrumentos de financiación del emprendimiento, de la inversión, del Venture Capital, del capital semilla, del Private Equity como lo hace EE UU. Que nuestras entidades financieras con mas de 300.000 millones de euros de ahorro no son eficientes en canalizarlos hacia inversión en proyectos europeos y que buena parte de este capital, no solo se va a EEUU sino que nuestras entidades financiaras nos lo recomiendan.
Los avances en mercado único han sido insuficientes y él mismo reconoce que tuvo que relajar muchas medidas de protección del mercado único ante la crisis del 2008 al 2012.
Europa en la cumbre de Lisboa era consciente de los desafíos y oportunidades y, al igual que en EE. UU. pensaban que la sociedad europea del futuro sería la sociedad del conocimiento. Lo que no se dieron cuenta es que “the winner takes it all” y que en esa economía las plataformas digitales arrasarían.
Rusia hizo las suyas, China las suyas, pero Europa dejó campar a sus anchas a las que se han convertido en cuasi monopolios fundamentalmente norteamericanas.
Europa piensa bien y ejecuta mal. La Cumbre Europea de Lisboa de marzo de 2000 tuvo como objetivo principal establecer una estrategia para convertir a la Unión Europea en la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo para el año 2010.
Los objetivos específicos de la cumbre incluyeron:
1-Preparar la transición hacia una sociedad y economía basadas en el conocimiento: Esto implicaba políticas que mejoraran las necesidades de la sociedad de la información y fomentaran la investigación y el desarrollo.
2-Modernizar el modelo social europeo: Invirtiendo en recursos humanos y luchando contra la exclusión social.
3-Mantener una economía sana: Asegurando un crecimiento económico sostenible y mejorando las perspectivas macroeconómicas
Una crisis financiera, una pandemia y una guerra en las puertas no son excusa puesto que otras economías con los mismos desafíos han sido más eficaces en sus políticas, China, EE. UU., Taiwán, Corea del Sur, por poner algunos ejemplos.
El rey está desnudo. ¿Y ahora qué?