¡Ya están aquí!
Esta frase, pronunciada por una niña con cara de ángel delante de un televisor que representaba una conexión a través de ese aparato con extraterrestres que solo ella podía descifrar, era uno de los momentos de más miedo de la película de terror Poltergeist, del año 1982, todo un clásico del género.
Recuerdo comentarios de personas que después de ver la película en el cine, se encogían de miedo en su casa cuando finalizaba la emisión de los canales por la noche y unas imágenes que representaban miles de electrones desordenados y chillones anunciaban que nos teníamos que ir a dormir. Llegué a escuchar que muchos apagaban la tele antes de que acabaran las películas para evitar ver eso.
Pues algo de ese temor veo en las caras de muchas personas que asumen que ese “ya están aquí” va a empezar a cambiar sus vidas, en cuanto a la forma de desplazarse se refiere. Y no es necesario que estemos en la intimidad de nuestro salón delante del televisor, esperando a que la emisión finalice. Simplemente, las Zonas de Bajas Emisiones ya están aquí, y lo hacen para quedarse.
Si tuviera que pensar cuál es la frase que más he oído últimamente, sin duda sería ¿qué coche me compro? Y me da la sensación que a muchos les ha cogido con el paso cambiado, sin pensar que algún día a ellos también les afectaría, aunque la realidad es que va a acabar afectando a todos, vivamos en el centro de las ciudades o cualquier otro sitio.
Aunque el objetivo de las ZBE es loable y necesario, no se entiende que cada una de las 149 ciudades de España que tiene que implantarlas pueda decidir sus propias normas en cuanto el uso del vehículo privado. En la práctica, las limitaciones de Málaga capital, por ejemplo, no tienen nada que ver con las de Madrid capital, ni con Torremolinos, ni con Getafe, ni con Granada, por decir algunas.
Un tremendo lío que obliga a los conductores a pensar muy detenidamente en qué población se pueden meter en base al vehículo que tienen. Y eso ya está ocurriendo, porque los ayuntamientos están premiando a sus ciudadanos censados con una cierta libertad, por ahora, en cuanto al uso del vehículo, pero muchos conductores no se han dado cuenta que, por ejemplo, si viven en Rincón de la Victoria y trabajan en Málaga centro, no podrán entrar en muy poco tiempo si no tienen un coche con la tarjeta ECO o CERO.
Y solo les quedan dos opciones: transporte público o cambiar de coche, aunque ninguna de las dos es fácil de decidir porque el transporte público no llega a todos los ciudadanos y porque cambiar de coche es algo a lo que a muchos les cuesta en estos tiempos, y no solamente por la inversión que hay que hacer sino, más importante, por las dudas en cuanto a qué tipo de tecnología deben elegir para no equivocarse.
De cualquier manera, el número de coches que se venden en España está muy por debajo de lo que se espera de un país con nuestro nivel de desarrollo. Y mucha de esa demanda contenida está pendiente de decidir qué tipo de vehículo comprar.
A pesar de todo, queda claro que todos aquellos vehículos que tienen algún tipo de hibridación o que sean directamente eléctricos a baterías, que son los que disponen de tarjeta ECO o CERO, serían decisiones acertadas en estos momentos. Y dentro de estos, la decisión de si uno u otro debería ser tomada en base al uso habitual de ese vehículo.
Dentro de los híbridos hay tres opciones: microhíbridos, los más asequibles, que funcionan siempre con su motor térmico pero con la ayuda de un motor eléctrico al acelerar que, sin embargo, no es capaz de mover el coche por sí solo.
Los híbridos autorrecargables son los siguientes, porque ya cuentan con una batería algo más grande y porque sí son capaces de mover el coche en modo eléctrico sin hacer funcionar el motor térmico, aunque a poca velocidad. Tienen una autonomía en eléctrico de unos cinco kilómetros y se recargan con la propia marcha y en las frenadas, pero pueden ahorrar mucho en zonas congestionadas del centro de las ciudades.
Finalmente, los híbridos enchufables serían los que tienen más autonomía en modo eléctrico, superando casi todos los 40 kilómetros y llegando algunos a los 100 kilómetros, pero también son los más caros porque su batería es más grande y para que sean eficientes deben ser recargados en casa o en un cargador público. Además, es muy probable que la Unión Europea los penalice en el futuro porque se ha detectado que muchos híbridos enchufables no son recargados nunca por sus propietarios y, de facto, funcionan solo con su motor térmico, por lo que sus consumos son más altos que los de un térmico de gasolina, ya que tienen que mover además el peso del motor eléctrico y la batería, que es la más grande entre los híbridos.
La opción del eléctrico a batería es residual en España todavía, que está en las últimas posiciones de Europa, con un 5,6% de las ventas en 2024. Aunque tiene usos para los que sí está indicado, como taxistas o personas que no salgan habitualmente del entorno de la provincia, tenerlo como vehículo principal es todavía arriesgado, salvo que asumamos su precio y sus limitaciones a la hora de viajar, ya que debemos planificar obligatoriamente el viaje y las paradas donde recargarlo.
Ya están aquí las ZBE y lo que queda claro es que obligan a todos a pasarse a una tecnología más respetuosa si se quiere hacer un uso ilimitado de vehículo particular. Lo peor es que segmenta a la población por sus ingresos; si tienes dinero podrás entrar en el centro y si no te alcanza para comprar uno tendrás problemas para moverte con el que tienes ahora. Pero ese es otro tema, del que hablaremos en otra ocasión.