Me pueden llamar freaky, pero suelo por las noches ver algunos programas de la CGTN, la televisión china en lengua española. Me interesa ver la relevancia de un mundo que abre sus ventanas para que veamos lo mejor de su casa, sin alcanzar a ver su trastero. Sorprenden sus infraestructuras, sus universidades, sus avances tecnológicos, su arquitectura en megalopolis y su tan desconocida naturaleza para nosotros, pero también como todo está reglado bajo una férrea censura.

El poderío que desprende China en la actualidad hace prever que marcará las coordenadas del futuro. Cuando el presidente Xi Jinping afirma que se producirá en breve el mayor cambio global del último siglo, abre un sinfín de reflexiones de por donde van sus derroteros.

El miércoles, en aquella cadena televisiva, un académico chino presentaba el ideario que encierra el documento presentado por él hace unos días ante el partido comunista chino, bajo el postulado del ‘futuro compartido’ de destino para la humanidad. Según el orador este futuro compartido está basado en la tradición milenaria china, en donde el eje principal es la obediencia ciega al líder, el encargado de ordenar lo mejor para la comunidad según su personal criterio.

En este sentido, el académico va más allá y habla del documento de ‘Seguridad hacia la paz global’, que, según expone, cuenta ya con un buen apoyo de países africanos, sudamericanos y como es obvio de algunos de sus vecinos, a veces incómodos, tanto al este como al oeste. A lo largo de los 20 rumbos que relata queda claro que se trata de una paz comandada por China frente a Occidente, el supuesto enemigo económico, social y cultural, y que al final, según sus previsiones, claudicará ante la fortaleza de él y sus aliados, del resto del mundo.

El nuevo orden mundial que plantea va más allá de cualquiera de las predicciones realizadas en esta última década. La realidad distópica descrita por Orwell en 1984 es un juego de niños, respecto a lo que está bordando. El nuevo sheriff que irrumpe en el planeta, como John Wayne lo hacía en la taberna del farwest, no se anda con chiquitas.

La democracia occidental es demasiado imperfecta para él y retoma los postulados de una democracia orgánica, controlada y cruel, como la de cualquier dictadura. Lo preocupante es que en el mundo occidental, con sus libertades y la defensa del estado del bienestar, se asienta la idea de la necesidad de un hermano mayor protector aunque nos limite las libertades.

Barrer desde fuera hacia dentro es uno de los leitmotiv de la tradicional cultura china. Quizás aquí esté su talón de Aquiles, una debilidad porque una casa tan grande y con tantas puertas, como afirma nuestro refranero, difícil es de guardar.