"Buenos días, su paquete: firme aquí, por favor,". No se engañen, aunque parezca anodina, hoy en día una frase como ésta implica un despliegue de medios tal que sólo es posible gracias a la globalización. Para entender el mundo hoy, podríamos tunear la famosa frase de Bill Clinton en "es la movilidad, estúpido".

Cuando hablamos de la movilidad solemos hacerlo desde la perspectiva de nuestra experiencia personal. Vivir en un sitio, trabajar en otro, hacer de taxistas con nuestros hijos, acudir a eventos culturales, comprar, pasear, hacer deporte… todas esas actividades serán más o menos llevaderas en función del tiempo y el dinero que empleemos en desplazarnos. 

El despliegue de mercancías implica una compleja red de distribución y almacenaje cuyas lógicas globales están tensionando los territorios locales sin que exista una planificación territorial consciente de lo que está pasando. No voy a describir el alcance de estos movimientos a nivel internacional porque ya lo hizo mi compañero Ezequiel Navarro en su magnífico artículo Trenes y barcos por estribor.

Sólo esbozaré que ese movimiento internacional tiene su correlato en una red de capilaridad local que, para llegar a los centros de última milla en las coronas urbanas, conecta grandes áreas logísticas cuya localización en el territorio responde a funcionamientos complejos que, en general, la planificación urbanística municipal y regional no tiene en cuenta. La planificación urbanística suele comportarse como un adolescente recién levantado: tarda en enterarse de lo que ocurre a su alrededor y reacciona con ingenua torpeza. 

La distribución de bienes a los lugares de destino implica movimientos en camión, furgoneta y carretilla. Para que la ciudad funcione de manera eficiente, este flujo no debería interferir ni obstaculizar el tránsito de personas.

Me pregunto cómo interactuará la movilidad interurbana de personas con el transporte de mercancías de los polígonos industriales previstos en los ejes de la A-404 y la A-357. No olvidemos que el aumento de la población y el incremento de precios de la vivienda ha iniciado un desplazamiento de malagueños hacia la periferia de los alhaurines y los municipios del valle del Guadalhorce.

Málaga es una de las pocas ciudades que tiene un crecimiento poblacional no vegetativo, y eso no sale gratis. La administración tiene la responsabilidad de prever las consecuencias del crecimiento urbano y proteger a la población de sus inconvenientes.

En este sentido, me gustaría proponer dos ideas para el debate. La primera tiene que ver con la demanda creciente de suelos para usos logísticos. La atracción de nuevas empresas, el crecimiento de las ya existentes, y el cambio en los hábitos de consumo requieren de una gran cantidad de suelos disponibles para el almacenaje y la distribución.

Ideas para analizar

Tal vez desmantelar antiguos polígonos industriales pueda suponer un problema en el funcionamiento de la compleja estructura de distribución de mercancías. El Plan General previó el cambio de antiguos usos industriales por usos residenciales, en la lógica de que lo residencial debe ser lo central, y que lo productivo debía quedar en le periferia.

Sin embargo, hace tiempo que sabemos que la mezcla de usos es la clave para el buen funcionamiento urbano y que la industria no es una actividad contaminante que echa humo por las chimeneas, sino una suerte de actividades productivas variadas y compatibles con usos residenciales en la mayoría de los casos. 

Tal vez la idea de la desmantelación podría dar paso a la idea de la recualificación para la integración. Según escuché en una de las conferencias del II Congreso sobre Urbanismo Productivo celebrado el pasado mes de noviembre en Valencia, en San Francisco se está empezando a proteger la localización de áreas industriales insertas en la trama urbana, debido a la funcionalidad que éstas aportan a la ciudad en su crecimiento.

Sé que puede resultar extraño, pero supongo que tan extraño como ocurrió cuando el Plan General de Málaga innovó en la propuesta de la protección de pinturas murales en los edificios del centro histórico. Fue una novedad no proteger el edificio, sino sus pinturas. ¡Creatividad al poder!

La segunda idea tiene que ver con el hecho de que, no solo los ciudadanos tienen problemas para adquirir viviendas a un precio asequible. Muchos empresarios locales están viendo peligrar la viabilidad económica de sus negocios por falta de suelos logísticos disponibles.

Cuando se habla de escalar un negocio piensen en la superficie extra de almacenamiento que eso implica. Como en el caso de la vivienda, la inserción de empresas transnacionales en el mercado logístico está tensionando al empresariado local por el desigual músculo financiero con el que se enfrentan a la subasta de suelos al que aspiran locales y globales.

Se me ocurre la escandalosa idea de que tal vez la reserva de suelos destinados a la construcción de viviendas protegidas como mecanismo público de intervención en el mercado del suelo, podría ampliarse a la reserva de suelos logísticos a precio tasado.

No estoy defendiendo una suerte de nacionalismo provinciano, sino una posición responsable que a nivel político sea consciente de la problemática de un empresariado local que juega al baloncesto con una mano atada.

El objetivo de este artículo es explicitar que la movilidad determina el éxito o el fracaso del proyecto vital de nuestra ciudadanía y nuestro empresariado, y lo determinará más a medida que se pongan en carga los nuevos proyectos que se están desarrollando, y aquellos que se están promoviendo.

No olvidemos que la Expo de 2027 se insertará, con todo su potencial de actividades dinamizadoras y demandas de movilidad, entre los dos ejes anteriormente nombrados. La estructura física de las redes de tráfico colapsará sin un buen plan de movilidad que prevea los desplazamientos de bienes y personas, y sin una enorme inversión en transporte público para conectar con la ciudad nodos tan importantes como el Parque Tecnológico y su futura ampliación.

Mi esperanza es que Málaga tiene una historia de éxitos en la capacidad de sus fuerzas vivas para mirar al futuro. Mi miedo es que esas fuerzas vivas se estén volviendo estrábicas.

En otra ocasión hablaré de la movilidad de los residuos. Porque, todo lo que de un modo u otro termina llegando a la línea de venta a la que vamos a comprar, genera residuos. No pensemos, como los adolescentes que dejan sus calcetines usados a los pies de la cama, que existe una magia especial que hace que de repente desaparezcan para resurgir en la cadena de abastecimiento de ropa limpia y doblada en el cajón de la ropa interior. Que ellos crean que ese proceso es tan natural como respirar no significa que no exista una ingeniería familiar que lo haga posible, y no carente de conflictos.