Placas solares en una vivienda.

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La tribuna

¿Puede el autoconsumo eléctrico mitigar el problema de la inflación?

Málaga
3 noviembre, 2022 05:00

Hace un par de semanas el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, impartió una conferencia muy interesante en la Universidad de Málaga, en la que desgranó un sinfín de datos sobre la coyuntura actual en España, Europa y el mundo, poniendo énfasis (como no podía ser de otra forma) en la actual espiral de inflación en la que estamos sumergidos y de la que es difícil prever cuándo seremos capaces de salir. Un dato interesante a resaltar de su charla es que, de acuerdo con datos del Banco de España, en torno al 40-45% de la inflación actual tiene su origen en la escalada de precios de la energía.

Con los consabidos problemas que las altas tasas de inflación conllevan (pérdida de poder adquisitivo y competitividad del país, entre otros), y el peso tan importante que el componente energético tiene en los actuales niveles de inflación, no cabe sino preguntarse si hay algo que podamos hacer, ¡ya!, para reducir nuestra dependencia energética de combustibles tan volátiles como el gas y, con ello, ayudar a paliar el actual problema de la inflación.

No soy amiga de varitas mágicas, porque creo que no existen, pero sí del análisis pausado y meditado del diseño actual de las instituciones que nos gobiernan y de las políticas que de ellas emanan. Y es que sólo este tipo de análisis nos puede ayudar a entender los posibles fallos del sistema y proponer soluciones a los mismos.

Esta es mi pregunta con respecto al autoconsumo eléctrico. ¿Y porqué el salto de la inflación al autoconsumo? Porque un aumento de la potencia instalada de energía solar fotovoltaica de nuestro país permitiría reducir la dependencia de nuestra economía de las energías fósiles, tan volátiles y a su vez determinantes en la fijación de los precios diarios de la energía. Y, además, facilitaría la reducción de esta dependencia a corto plazo, pues el tiempo requerido para la instalación de paneles fotovoltaicos en una vivienda particular es bastante más reducido (hablamos de mes y medio de media) del que lleva a una gran empresa instalar una planta de producción de energía fotovoltaica acorde a sus dimensiones y rentable económicamente.

Según datos de Red Eléctrica, en el año 2021 el 46,7% de la energía eléctrica total producida en España provino de fuentes renovables (con la eólica en primer puesto). Durante ese año, la potencia instalada de solar fotovoltaica se incrementó en un 28,8%, incorporando más de 3.300 MW de potencia. Esto permitió aumentar la producción de electricidad procedente de fotovoltaica en un 36,7% GWh con respecto al año anterior, superando la barrera de los 20.000 GWh generados. Aún a pesar de estos importantes avances, la fotovoltaica sólo fue responsable del 8,1% del mix de la producción eléctrica anual del 2021.

A la vista de estos datos, y siendo España un país agraciado en sol, cabe preguntarse si el diseño actual del autoconsumo eléctrico es el óptimo. La experiencia cercana de unos familiares, con los que he vivido de cerca la instalación de paneles fotovoltaicos en su vivienda, el alta en el mecanismo de compensación de excedentes, la llegada de las primeras facturas, etc; me dice que hay margen de mejora en este diseño. Al menos, en los dos siguientes puntos.

El primer punto, bastante claro y evidente, es la diferencia entre el precio al que el hogar compra la electricidad a la compañía (algo que hace cuando el hogar consume electricidad, por ejemplo, por la noche, cuando su instalación no produce) y el precio al que el hogar vende la electricidad sobrante (que el hogar produce y no consume) a la compañía. No hace falta mucho para entender que en esta diferencia de precios encuentran las empresas eléctricas parte de su margen de beneficios. Esto limita los incentivos de las eléctricas a ofrecer precios de compra más atractivos, aun cuando con ello pueden atraer nuevos clientes (eso sí, a costa de un margen de beneficios menor que la empresa sufre en el largo plazo).

El segundo punto, quizás menos evidente, tiene que ver con el hecho de que el valor del excedente eléctrico producido por el hogar (energía producida menos consumida, valorada al precio de venta del hogar) sólo permite compensar el valor del consumo de red del hogar, dejando fuera el consumo por potencia contratada. Esto es, con el valor del excedente generado durante el día (cuando el hogar posiblemente genera más energía de la que consume) el hogar puede compensar el valor de la energía que toma de la red por la noche (cuando su instalación fotovoltaica no está funcionando). Hasta aquí todo bien.

Pero aquí también empiezan las curvas. La primera es que hablamos de compensación, por lo que el hogar nunca puede tener un saldo neto positivo a su favor. Es decir, aun cuando el hogar se convierte en productor de energía, se limita la posibilidad de que este productor obtenga rentas netas de la explotación de su instalación fotovoltaica. La segunda es que el coste de acceso a la energía (coste por potencia contratada) queda excluido de la posible compensación, lo que impide al hogar compensar con su excedente la parte de la factura que tiene que ver con la potencia contratada. ¿El resultado? El hogar que instala los paneles fotovoltaicos en su tejado no es el único beneficiario de la energía generada (aunque sí el único pagador). Existe un segundo beneficiario, que en ocasiones se convierte en el gran beneficiario: la empresa eléctrica con la que el hogar tiene el contrato, al apoderarse de gran parte del excedente eléctrico generado por el hogar a un coste cero.

Quizás un ejemplo ayude a clarificar las ideas. Supongamos que nuestro hogar de referencia ha vertido a la red 500kWh durante un mes. A un precio de compra del excedente del hogar (por parte de la empresa) de 0,11€/kWh, el valor de la energía que el hogar ha vertido en la red es de 55 euros. Supongamos además que, durante el mes, el hogar ha consumido 100kWh de la comercializadora (el resto de su consumo proviene de la energía generada por su instalación fotovoltaica). Al precio de compra (por parte del hogar) de 0,16€/kWh, el hogar ha consumido por valor de 16 euros. Además del consumo, en su factura mensual el hogar tiene que pagar el consumo por potencia contratada, es decir, el peaje por estar enganchado a la red y tener acceso a consumir electricidad externa cuando sus placas no producen. Supongamos que nuestro hogar paga, por este concepto, 15 euros al mes. Pues bien, aun cuando el valor total del consumo del hogar en ese mes (16+15=31 euros), es menor que el valor del excedente que la familia vierte en la red (55 euros), la factura de ese mes de nuestro hogar implicaría un cargo en su cuenta de 15 euros. ¿Cómo puede ser esto? ¿qué está pasando? Simplemente, que la legislación actual (o la interpretación que las compañías hacen de ella) sólo permite al hogar compensar su consumo del excedente generado (Real Decreto 244/2019, de 5 de abril) ¿Quién es entonces el gran beneficiado de la instalación fotovoltaica de este hogar? Tan simple como la empresa, que no sólo se lleva los 15 euros del hogar en concepto de potencia contratada, sino que además se lleva, de rositas, los 39 euros (55-16) del valor de la energía que el hogar ha regalado a la empresa, quizás sin saberlo.

A la vista de este diseño, ¿no cabe preguntarse si un mejor diseño, que de verdad favorezca a los hogares y no a las grandes empresas, mejoraría los incentivos de los hogares a instalar paneles fotovoltaicos, lo que ayudaría a reducir nuestra dependencia del gas y con ello aliviar las actuales tasas de inflación? La respuesta parece clara. No hay lugar a dudas.

Habrá quien a este debate aporte el hecho de que numerosos ayuntamientos incentivan la instalación de paneles fotovoltaicos con desgravaciones en el IBI, incentivando con ello a los hogares a instalar estos paneles. Pero, ¿de verdad es este el tipo de incentivo adecuado? ¿No vemos que con esta política de desgravaciones lo único que hacemos es transferir dinero de la administración pública (local, en el caso del IBI) a las familias, quienes a su vez transfieren el valor del excedente eléctrico generado a las empresas? ¿Quién es entonces el receptor último y neto de esta desgravación?, ¿el hogar o la eléctrica?

Un mejor diseño de los incentivos al autoconsumo pasa, necesariamente, por permitir que sea el hogar el que se apropie de las rentas (excedentes eléctricos) que genera. Cualquier otra medida será en vano y simplemente supondrá un trasvase de rentas, haciendo que el incentivo acabe favoreciendo, sin quererlo, al agente económico equivocado.

Ojalá alguien con capacidad para trascender en los ámbitos político-económicos se haga eco de estas ideas. Ojalá estas ideas enciendan debate y ayuden a avanzar hacia un mejor diseño del autoconsumo. A corto plazo, estaremos haciendo un favor a nuestros bolsillos. A largo plazo, más importante aún, estaremos haciendo un favor a nuestros hijos y nietos. A nuestro planeta.

Ascensión Andina es profesora de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Málaga. 

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