Andamos tan atosigados por lo que nos ha tocado vivir en este presente de vacunas, mascarillas, geles hidroalcohólicos y otras hierbas, que apenas dedicamos tiempo a plantearnos qué será de nosotros en unos años. Ese futuro que siempre se pinta lejano y en el horizonte, como el barco que al fondo de mar se desdibuja con agua y nubes sin dejar claro si está o estuvo. Porque no escapa a nadie que el dinamismo de una ciudad como la nuestra obliga a caminar entre piedras, pero con cabeza alta y oteando los que serán siguientes puertos de embarque. Hacer lo contrario sería errar el rumbo y acabar descarrilando cuando más rápido parecía moverse el tren.

Sabe Málaga que su éxito futuro está en lo presente; que no habrá triunfo sin sudor en el ahora y que no es posible mantener y mejorar lo logrado, sin sufrir obras mastodónticas de esas que demuestran que el albañil programa fecha de entrada, pero nunca de salida. Un Metro, igual a veinte años. Conversor de medidas made in Málaga. Todo sea por el transporte sostenible, aunque lo que no se sostuvieran aquí fueran las relaciones entre Junta y Ayuntamiento que, durante varios lustros acabaron por dilapidar la paciencia del malagueño... que acabó eligiendo la composición de su menú en ese particular banquete, con ración del plato de la casa de primero (De la Torre, de nombre) y un segundo plato a la andaluza para el que pidió cambio: "harto de pimienta socialista, póngame usted una de azúcar... Moreno, claro".

Pero haciendo norma aquello de "lo pasado, pisado", toca vista al frente y un particular viaje al futuro, sin ese DeLorean que nos fascinó en los ochenta, pero con un suburbano que corra de punta a punta, y tiro porque me toca. Tan claro que Málaga lo necesita, como evidente que el futuro de la ciudad apunta a lo más alto. No son pocos los edificios construidos en estos últimos dos años que rebasan los estándares de altura en la capital que conocíamos. A falta de suelo, cimientos buenos y planta sobre planta, para dar con una nueva silueta de la ciudad, que ahora compagina su aspecto plano inicial con los erectos resaltes de Teatinos o Martiricos... sin olvidar lo que se nos viene en La Térmica: 21 plantas para un dolor de cuello imparable del anciano que visa obras en la zona.

Aunque si de altura, de Málaga y de futuro toca hablar, la parada obligatoria en bicicleta, Metro, coche o avión se hace en el dique de Levante. Allí se proyecta un rascacielos que bien podría ser el orgullo de muchos, pero que se ha terminado por convertir en dolor de cabeza de unos cuantos. Un fondo inversor del que poco sabemos mueve la tela; un arquitecto "malagueño" aunque parido en Valencia, dibuja el edificio; un pelotón de administraciones y entes públicos (Ayuntamiento, Puertos del Estado, Junta de Andalucía, Gobierno central...) trazan el plan desde hace años; y unos pocos, que parecen no ser tan pocos, tratan de frenar lo que consideran será un error de bulto, que mermará la imagen de la ciudad que nos cobija. Pocos debates tan intensos. Pocas opiniones tan contrapuestas... y alguna que otra postura que, todo sea dicho, cambió del blanco al gris oscuro coincidiendo con aquello que comentábamos del cambio de signo político en Andalucía.

Porque, si de envergadura y de medidas toca hablar, no olvidemos los 800 metros de distancia a la Farola y a kilómetro y medio del centro histórico que dicen ensombrecerá. Hasta imágenes trucadas se cruzan en redes en este tiempo, para validar un argumento o el opuesto. Un vistazo al futuro que cambia según las gafas del interesado. Ejemplos varios: si para el PSOE, lo de la torre del Puerto era una bendición hace unos años, ahora sus representantes municipales no son sino uno más de los críticos con la iniciativa. Si por entonces, no había lugar (decían) a una intervención de la Junta en lo concerniente al posible impacto de la edificación sobre el paisaje, de un tiempo a esta parte el portavoz socialista en la Casona, Daniel Pérez, viró en su argumentario. No en vano, el PSOE se suma a las plataformas contra el edificio, aplaudiendo la decisión del Ministerio de Cultura de abrir un expediente informativo que derivará en la solicitud de los informes de cinco instituciones y entidades para certificar el impacto del rascacielos sobre el centro histórico.

Y sí: dicen que todo esto, "ni paraliza la tramitación urbanística, ni es una paralización de lo proyectado", pero compartirán del mismo modo que la decisión no es sino un nuevo freno al proyecto (veremos si positivo, o no) y una nueva siembra de dudas para una intervención estratégica, guste o no, para una ciudad que pide seguir en sexta velocidad para afrontar los retos que le vendrán, y no caer en la carrera justo antes de llegar a meta.

Esta semana supimos que Andalucía supera ya a Cataluña en creación de empresas, autónomos y puestos de trabajo. Engranajes funcionando y piezas clave bien identificadas: lo de Málaga y su potencial como atractivo para empresas internacionales no parece una casualidad, sino el trabajo bien hecho en un pasado, el esfuerzo encomiable del presente y un futuro al que viajamos, de la mano de proyectos imprescindibles para ser cabeza de león en la selva de una competencia feroz... ¿y con Paco, tal vez al mando?

Dijo hace unos días en este medio que su mujer "sueña" con que no se vuelva a presentar, pero estos ramalazos hacen que servidor se acuerde de un tal Calderón de la Barca: él ya pareció advertir a Rosa Francia (la consorte) con lo suyo de "los sueños, sueños son". No descarten nada.