Antoñito Cordero, el héroe del ascenso del Málaga.

Antoñito Cordero, el héroe del ascenso del Málaga.

Málaga C.F.

Un año del milagro de Tarragona, la noche de la mayor explosión de malaguismo

Este 22 de junio se cumple el primer aniversario del regreso del Málaga a CF Segunda División.

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Si está leyendo usted estas líneas y es por la mañana, a esta hora hace justo un año había unas cuantas decenas de malaguistas camino de Tarragona por tierra y aire.

Por carretera después de quedarse tirados en el aeropuerto. Con retraso por las vías del tren. Todos, con el corazón en la boca.

Para que todo acabara como el rosario de la aurora, a las cinco de la mañana en el aeropuerto de Málaga con Kevin preguntando por los balones.

Los balones que Dioni, gracias por todo, y Antoñito Cordero, a ti también gracias, bañaron de oro y de Historia. Con mayúsculas.

Si está leyendo usted esto a la hora de comer, miles de malaguistas a esta hora hace justo un año tenía un pellizco en el estómago que no los dejaba comer. Tenían por delante una tarde y noche eternas, pero todavía no se hacían a la idea.

Y si está leyendo esto usted con el café solo con hielo ya bebido, que es como se tiene que tomar el café una tarde de verano, sepa que a esta hora hace justo un año miles de malaguistas no sabían dónde meterse, y los quinientos que llegaron a Tarragona iniciaban su peregrinación hacia una colina de la ciudad donde está situado el Nou Stadi.

Una colina que ya es un lugar sagrado para los blanquiazules, una especie de tierra santa del malaguismo.

Si, en cambio, ya ha caído la noche y usted está leyendo este texto, sepa que hace un año a miles de malaguistas ya no lo quedaban uñas y otros maldecían por el nefasto partido de los suyos en Tarragona -un melón que nunca se abrió, porque para qué-.

Si son más de las once de la noche, hace justo un año un niño, Aarón Ochoa, ya había entrado al campo para empezar a cambiarlo todo.

Y si ya casi está frisando la media noche y usted ha decidido ponerse a leer al periódico a estas horas, hace justo un año que Roberto bajó del cielo de Tarragona una pelota con su cabeza y Antoñito Cordero, como si la vida no fuese con él, se tomó toda la calma del mundo para acomodarse el balón con el muslo y abrir las puertas del manicomio. Y poner a volar a los 500 y alguno más de Tarragona, con Kevin clavado en el césped de rodillas llorando a moco tendido.

Lo que sucedió a aquello fue la mayor explosión de malaguismo en los 120 años de fútbol que se han vivido en esta ciudad, una locura que tuvo sucesión al día siguiente a los pies del Cautivo -¿qué tendría que ver en aquello el Señor de Málaga?- y por las calles malagueñas.

Hoy, un año después, ya no están Kevin, ni Dioni, ni Manu Molina, ni Genaro, ni Juande, ni Ferreiro, ni Roberto, ni siquiera Antoñito Cordero. Cosas de la vida. Y del fútbol, claro.

Hoy, un año después cualquier malaguista está recordando dónde estaba hace justo un año, lo que hizo y cuánto lloró aquella noche. La noche de sus vidas.