
Una clase de la escuela CostadelSurf.
Málaga se sube a la ola en el Día Mundial del Surf: "Muchos vienen con miedos y acaban sonriendo sobre la tabla"
El número de escuelas ha crecido considerablemente en la Costa del Sol en la última década, al igual que la demanda de clases. Hay alumnos de todas las edades e incluso familias completas que ejercen el deporte.
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Este 21 de junio los más afortunados celebran el comienzo de las vacaciones en la playa... Y surfeando, para conmemorar el Día Mundial del Surf. En la Costa del Sol, tierra más asociada al turismo que a esta disciplina deportiva, cada vez son más quienes desafían las limitaciones que impone el Mediterráneo para hacer de las olas su forma de vida. A diferencia de las costas atlánticas o del norte de España, donde la frecuencia y calidad de las olas es mucho más constante, Málaga exige tener que calentarse un poco más la cabeza para surfear.
"Al ser un sitio con poca ola, necesitamos mucho el apoyo de los compañeros para saber en qué momento y dónde hay olitas surfeables", explica Lolo Lázaro, fundador de Surfway School, una de las escuelas que ha visto crecer exponencialmente el interés por el surf en los últimos años en la provincia de Málaga.
Pablo Ygueravide, de la escuela Costadelsurf, confirma ese carácter impredecible de la Costa del Sol: "lo mismo hay un mes buenísimo de olas, que de golpe el siguiente mes, no lo es". Si bien, reconoce que de media cada mes pueden practicar este deporte en la provincia unas doce veces.
"El invierno suele ser mejor, suelen empezar a darse más borrascas y es verdad que las olas empujan con un poquito más de fuerza; aunque en verano, con los vientos térmicos de poniente, tenemos también ahí bastantes días de olas". sostiene.
Por su parte, Lolo es más partidario de la primavera, cuando los días son más largos y se está más "calentito" en el mar con unas olas "perfectas".
Para Pablo, las mejores playas para surfear cambian año tras año, ya que todo depende de los bancos de arenas y un sinfín de factores. "Málaga tiene muchas playas abiertas, pocos espigones... Y depende mucho si hemos tenido un invierno con temporales", explica.
Lolo agradece la comunidad surfera que se está creando en Málaga, pues se avisan de en qué momento comienzan a romper las olas y cuándo acaban, algo clave cuando eres surfero, tienes familia y un trabajo. "Si te pasas el día yendo de playa en playa para mirar dónde se está mejor, pasa el día y no tocas agua", lamenta.
Para el instructor de Sufway School las mejores olas se cogen por la zona de Marbella, aunque como se ha criado en La Carihuela, no puede evitar "tener un cariño especial a cada una de las potentes olas que ha cogido allí".
Cuando se les pregunta por Tarifa como competidora, Pablo asegura que en realidad la localidad gaditana es el paraíso para el que practica windsurf o kitesurf, ya que viven más "del viento que de las olas" y no tanto para el surfista. "Aunque hay que reconocer que Cádiz es una competencia excelente con olas casi todo el año y una temperatura muy buena", dice.
Para él, las mejores olas están en el norte del país y, en definitiva, esos puntos costeros donde el Atlántico está en su máximo apogeo. "Lo bueno de Málaga es que aquí coges la ola con poniente, con levante o con el viento soplando desde cualquier punto. No son las mejores, pero para los niveles de iniciación está fenomenal", expresa.
Ese es el perfil que más abunda en la Costa del Sol, los principiantes. Cuando van aprendiendo más, empiezan a ser algo más exquisitos con las olas y piden calidad, así que se marchan a buscarla a las Islas Canarias o al norte. "Esos puntos en verano suelen tener un clima muy bueno", asevera Lolo.
Mucha demanda
Lolo cree que en Málaga el surf ha crecido "un montón". "En concreto, los últimos siete u ocho años han sido una locura", sostiene. Pablo, al respecto, apunta que de 15 personas en una playa surfeando han pasado a ser más de doscientos fácilmente en un fin de semana.
Este crecimiento se refleja también en la demanda de clases, especialmente entre los principiantes. "En verano tenemos más extranjeros, pero durante el invierno, un 60% de nuestros alumnos son locales", añade.
Las edades son muy variadas, desde adolescentes de 15 años hasta adultos de más de 50 que encuentran en el surf una forma de desconectar o incluso de reiventarse. Pablo tiene en su escuela de verano a niños muy pequeñitos, desde los cuatro o cinco años, pero ha tenido alumnos de hasta 60. Para él, "en el surf no hay edad" y encima es un deporte que se puede "practicar en familia".
Además, Lolo pone en valor el aumento de interés por parte de las mujeres, que cada vez se animan más a tirarse al agua en busca de olas: "Hace 20 años podías contar cinco o seis chicas en la playa; hoy representan fácilmente el 40% de los surfistas".

Lolo, en una sesión de paddle surf.
Ambos coinciden en la importancia de una enseñanza personalizada y segura. "Siempre comenzamos con teoría de corrientes, seguridad, qué se van a encontrar en el mar y luego vamos al agua. Tras dos clases la mayoría ya puede desenvolverse por sí sola en condiciones pequeñas", explica Lolo.
En Costadelsurf, Pablo resalta también el uso de videocorrección para mejorar la técnica y corregir errores de forma visual. Así, ambos ponen sobre la mesa la importancia de hacer lo más cómodas posibles las clases. Si ven que el alumno no está preparado, bajo ninguna circunstancia lo forzarán a entrar en el agua. Hay algunos que evolucionan antes que otros y su bienestar está por encima de todo.
Los instructores coinciden en el valor terapéutico que tiene el surf para sus alumnos. “Muchos vienen con miedos, incluso con traumas relacionados con el mar. Ver cómo poco a poco disfrutan y acaban sonriendo sobre la tabla es de lo más bonito de este trabajo”, cuenta Lolo.
Tanto Pablo como Lolo definen el surf casi como una medicina natural. Les da calidad de vida y les ayuda mentalmente a sobrellevar su día a día.
Escuelas
El boom del surf en Málaga ha sido evidente, como se ve en las palabras de estos dos expertos y, por tanto, cada vez más personas quieren aprender, lo que ha creado un modelo de negocio en la Costa del Sol. “Cuando empecé en 2012 éramos tres escuelas en la provincia, hoy habrá unas 15”, apunta Lolo. La facilidad para comprar material de segunda mano, la moda del deporte y la cercanía del mar han facilitado que muchos se animen a probar.
Sin embargo, este crecimiento no está exento de desafíos, especialmente a nivel institucional. Lolo reconoce que les ponen muchas trabas a la hora de organizar eventos en el mar, con lo que ello conlleva.

Una imagen de Lolo surfeando.
"Es muy difícil organizar cosas y que cuando llegue el día ni haya olas. Las autoridades como la Capitanía Marítima cada vez exigen más burocracia y permisos, pero luego en otras cosas no controlan nada. Debería haber más diálogo con gente experimentada del sector que expongan los pros y contras y las seguridad o no seguridad de este deporte; nos ven como un sector peligroso cuando somos todo lo contrario, luego si no hay socorristas, somos los primeros en tirarnos a rescatar a la gente", dice Lolo.
Sobre el tema de competiciones, Pablo reconoce que hay muy pocas en la zona, pero que "todo llegará poco a poco". Prefiere quedarse con trasmitir unos valores claves en su escuela: el amor y el respeto al mar. No todo es ponerse de pie sobre una tabla, sino que en las sesiones trabajan el trato al resto de surfistas y cómo aprender a sentirse seguro y libre en el mar.