El productor Cheap Monk, en su estudio.

El productor Cheap Monk, en su estudio. Nacho Fuentes (@nachofuu)

Cultura

Recuperar tu arte tras ser viral en Spotify: "Tenía más oyentes que Joaquín Sabina y seguía en mi casa"

Los millones de escuchas del productor malagueño Cheap Monk no cambió su día a día: "Fue muy estresante". Con su nuevo EP, vuelve a disfrutar.

6 octubre, 2022 05:20

Noticias relacionadas

Hasta hace un mes o dos, donde más se escuchaba al productor Cheap Monk era a 10.385 kilómetros de su Málaga: en Santiago de Chile. Como el rockero estadounidense Rodríguez, que se convirtió sin saberlo en improbable leyenda musical de Sudáfrica, el estudiante de Ingeniería Industrial Miguel Martín (Málaga, 1996) ha sumado millones de reproducciones de su música por todo el mundo mientras su vida tangible a su alrededor apenas cambiaba. Fue... "muy estresante", define en una entrevista con EL ESPAÑOL de Málaga.

"Hubo un día que tenía más oyentes mensuales que Joaquín Sabina... ¡y yo estaba en mi casa! No podía irme a Madrid y comprarme una casa o pagarme el alquiler de un piso. Me estaba llegando un muy buen dinero que me permitió invertir, pero no me supuso el fin... Ni me pude comprar un coche", recuerda Martín.

Más de tres años después de aquellos seis meses de viralidad, Cheap Monk presenta el EP Variaciones vol. 1, compuesto a cuatro manos con el pianista gallego Javier Otero Neira y en el que ha culminado su proceso de "metamorfosis": de estrella lanzado por el algoritmo de Spotify a hacer música con un solo objetivo, "pasarla bien en el proceso". Así ha sido su "iluminación".

"Fue un alivio cuando los temas se cayeron"

"Yo lo llevé bastante mal. De repente era una responsabilidad enorme. No digo que nada sea mejor o peor, pero con 100 oyentes mensuales no tienes nada que perder, puedes hacer lo que te dé la gana porque ¿qué más da? Cuando estaba en cientos de miles de oyentes mensuales, de repente era la responsabilidad de que fuese lo que siempre había querido: tenía que inflarme de hacer música, mientras en la carrera me iba fatal... Tenía una responsabilidad, que en el fondo era inexistente, para hacer música. Perdí muchísima perspectiva de que había llegado allí porque estaba haciendo lo que me daba la gana", narra Miguel Martín.

Todo ocurrió entre finales de 2018 y finales de 2019. En cuanto se enteró de la entonces nueva herramienta por la que los propios artistas podían enviar su música a Spotify, cuyo equipo a su vez podía meterla en una lista de reproducción que recibiría miles de escuchas, se puso en contacto con ellos.

"Jugó mucho a mi favor que yo era consistente y estaba medianamente atento a la industria. En vez de ir sin tener ni idea, me puse a empollar qué le interesa a Spotify, cómo se lo mando, cómo les hablo... El haber hecho un mensaje un poco más profesional y de los primeros, les llamó la atención y me colé por ahí. Y si ya has entrado, ya tienes la puerta un poco más abierta que el resto...", narra.

Primero, fue Saturno, hoy con 5.422.000 reproducciones. Luego, Tao, 9.681.000. Agua, ya con un sello discográfico, 4.255.000. Todo, en un espacio de seis meses. "Cuando pasó eso, yo no me lo creía. ¿Cómo coño está pasando esto?", se preguntaba. Las métricas le indicaban que estaba arrasando por el mundo, se tuvo que dar de alta como autónomo, contactó con un asesor fiscal, pero su vida diaria en Málaga seguía como si nada.

"Recuerdo que antes de eso perseguía muchísimo entrar en las listas de reproducción. Cuando entré, al día siguiente era igual mi vida. No ha cambiado nada. Te montas la historia en tu cabeza de que, en cuanto entres ahí, se acabó. Y no. Es otro día más", reflexiona.

La disonancia se acentuó con datos como los de su éxito en Chile, por el que se muestra tan agradecido como desconcertado. "Es totalmente inesperado. ¿Cuánta diferencia horaria habrá, ocho horas? Me parece impensable", afirma ahora: "No llegas a entenderlo. Al final son números en una pantalla. No sé qué está pasando allí, es rarísimo".

"A mí me estresó mucho y lo llevé bastante mal, porque mi cabeza empezaba a sacar conclusiones que no eran reales. Me supuso un alivio creativamente cuando los temas se cayeron de las playlist y volví a estar a mi bola. Me liberó muchísimo y me hizo ver que tenía que hacer lo que me gusta", relata Cheap Monk: "Por el mero hecho de que se me escuchase, me imponía sonar de cierta manera o estar pendiente a cosas que antes no me influían"

Para él, ha sido "una iluminación" darse cuenta de que lo importante era disfrutar haciendo algo que le gustase y de lo que se sintiese orgulloso. "Lo que tenga que venir, venga; pero si no, no pasa nada", resume.

"Fue una metamorfosis casi. Al final, ese tipo de cambio lo sufres. Es muy raro tener una transformación tan radical de pensamiento sin haberlo sufrido. Tienes que pasar por el proceso de estar perdido", dice ahora, en retrospectiva.

Variaciones vol. 1

Miguel Martín estuvo dos años tocando el violín en el conservatorio, pero rápidamente se dio cuenta de que no era lo suyo. Se aficionó al rock y a veces soñaba con tener un grupo, pero el hecho de no saber tocar la guitarra, el bajo o la batería lo hizo imposible. En torno a los 14 años, empezó a escuchar música electrónica y se le abrió una nueva puerta: podía crear música... con un ordenador.

"Al principio era pura experimentación para ver qué pasa", recuerda Martín. Eran los tiempos de la EDM en todas las fiestas y los Grammys de Skrillex. "Intentábamos ver cómo se hacían los sonidos del dubstep. Eso es ingeniería del audio chunga, ¡era casi de científico! Buscábamos tutoriales en Youtube: Cómo ha hecho este sonido Hardwell. Era la Universidad de Youtube".

En aquellos momentos no era todavía Cheap Monk: "Pasé por muchos alias porque sentía que estaba haciendo cosas que eran tan diferentes de lo que había empezado a hacer... Cheap Monk empezó sobre todo porque la electrónica estaba estancadísima, era todo el rato el mismo tema, y fue ahí cuando descubrí el lo-fi. Era tan diferente a lo que yo hacía, que me flipó". Define este estilo como "algo muy complejo pero muy simple", una idea "revolucionaria" para él —"No sabía que se podía entender la música de esa manera"— que le hizo volver a los tutoriales de Youtube para aprender cómo se hacía.

Ese espíritu aventurero y juguetón es el que ahora trae de vuelta con Variaciones vol.1, un EP basado en la obra homónima de Johann Sebastian Bach, en la que el compositor germánico se puso de límite que la línea de bajo fuera siempre igual. 

"¿Cómo me lo llevo hasta mi territorio, que es samplear? Pues voy a hacer un EP sampleando la misma materia prima. Tenía esa idea en mente y sabía que algo así me daba pie a colaborar. Javier Otero me contactó porque teníamos un conocido en común. Me pasó su disco, me lo escuché y me pareció que tenía ideas interesantes y diferentes a lo que yo hago. Le propuse la idea y le pareció genial", indica Martín.

Han sido varios meses de trabajo justamente con un objetivo de libertad: "A ver qué sale". "Vamos a trabajar, a hacer lo que se nos da bien, a hacer un producto que refleje lo que queremos y ya está, sin estar pensando en lo que va a pensar otra persona ni estrés porque necesites que funcione. Tío, haz música porque quieres hacer música. Vamos a pasarlo bien", resume.

Miguel Martín (Cheap Monk) y Javier Otero, en un fotomontaje.

Miguel Martín (Cheap Monk) y Javier Otero, en un fotomontaje. Cedida

Han sido varios meses de teletrabajo con el pianista gallego, al que todavía no ha conocido en persona. "Hicimos un par de videollamadas. Al principio fue un poco difícil empezar. Yo le pasaba una idea, él me pasaba un piano relacionado, pero no terminaba de ser. Fue mucho toma y daca hasta que los dos entendimos a dónde iba la situación", cuenta Cheap Monk. Cada canción ha sido "una exploración de ver a dónde nos lleva". Y, aunque todas parten de la misma, "se nota que los caminos por los que nos ha llevado son diferentes".

¿Qué resultado espera? "Me da un poco igual. El objetivo ya está cumplido: hacer algo de lo que estemos orgullosos y pasarlo bien en el proceso. Es sobre lo que de verdad tienes control. Luego, ya, que a la gente le guste o no le guste... No es cosa mía", reflexiona Miguel Martín.

"Al final, lo chulo es el proceso, y el proceso al final es básicamente el mismo siempre. A lo mejor ahora me he podido permitir más unos altavoces mejores, tratar mi estudio para que se escuche mejor... Pero sigue siendo buscar en Youtube a ver cómo se hace algo", sentencia.

Lo que de verdad es sostenible

Sus oyentes están mayoritariamente en Londres, Los Ángeles, ¡Santiago!, Denver, Seattle; pero para Cheap Monk ahora la prioridad es ser profeta en su tierra: "No puede ser que se te escuche no sé dónde y luego digas de hacer un concierto en tu ciudad y nadie sepa de qué estás hablando", plantea.

"Yo pegué el petardazo ese y de ahí he sacado mucho, tanto de oyentes que luego han permanecido como de dinero para poder invertirlo y a lo mejor un poco más de tranquilidad de que puedo dedicarme a esto, pero se fue igual de rápido que vino", sigue.

"Fue un fallo: yo siempre lo veía de mi casa al mundo. Pero lo que de verdad es sostenible es empezar de tu casa a tu urbanización, luego tu barrio, la escenita local, moverte por los bares si haces directos, producir a la gente de aquí, hacer colaboraciones...", culmina.