El escritor Javier Cercas, en una imagen.

El escritor Javier Cercas, en una imagen. Sipa Press

Cultura

Javier Cercas: "Cuando alguien me dice que no le gusta leer sólo se me ocurre darle el pésame"

"El gran problema del independentismo es que más de la mitad de los catalanes no la quieren / "Nos llenamos la boca con la palabra memoria, pero vivimos en la tiranía del presente" / "Estoy del lado de los miserables"

5 noviembre, 2021 07:10
Málaga

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A sus casi 60 años, Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) tiene claro el enorme poder que ejercen las palabras. En su última novela, Independencia (Tusquets), elabora con ellas un retrato demoledor de las élites político económicas catalanas detrás del procés. Un alegato furioso contra la tiranía de los dueños del dinero y los amos del mundo escrito desde las entrañas y con un estilo soberbio. 

El escritor confecciona un retablo social, económico y político de la Cataluña actual envuelto en violencia y corrupción. Lo hace a través de los ojos de un "miserable", el mosso d'esquadra Melchor Marín que apareció en su anterior libro merecedor del Planeta en 2019 (Terra Alta). "El catalán que no quiere la independencia no tiene corazón, el que la quiere no tiene cabeza", dice uno de los personajes de su ficción. 

La novela cuenta también la historia de un tipo que busca su independencia individual y económica utilizando a las personas como papel higiénico. "Va a ser una larga novela compuesta por cuatro títulos autónomos con la justicia y la venganza como temas clave. El año que viene aparecerá una tercera y casi con total seguridad habrá una cuarta", desvela en una conversación con EL ESPAÑOL de Málaga.

El autor de Anatomía de un instante será el encargado de dar el pregón de la 50º Feria del Libro de Málaga este viernes a las 18:00 en la sala Isabel Oyarzábal. El novelista estará acompañado del director Manuel Martín Cuenca con quien ha trabajado ya en algún proyecto (véase la película El autor). Después firmará ejemplares a las 19:30 en la caseta número 19.

El novelista, en una imagen de archivo.

El novelista, en una imagen de archivo. Daniel Mordzinski

Cercas fue protagonista de un fenómeno bastante insólito en nuestro país hace justo 20 años. Su novela Soldados de Salamina fue un hito comercial, además de distinguirse por su ambición artística. Esto pasa poco. "Contar con él para el pregón es pertinente, dada su calidad literaria y su apuesta por la novela negra y la amplitud y heterogeneidad de su público", han dicho desde la organización de la cita cultural.

En primer lugar, ¿cómo ha vivido este año y medio de pandemia?

Te voy a decir una cosa que sonará mal porque la verdad a menudo suena mal. Por eso la gente prefiere las mentiras. Personalmente lo he vivido muy bien. Para mí ha sido una bendición personal amén de la catástrofe colectiva que ha sido. Suelo viajar mucho y he dejado de hacerlo. Me he quedado en mi casa haciendo lo que me gusta: leer, escribir, ver películas y pensar en las musarañas. Hacía mucho que no pasaba tanto tiempo encerrado en casa, tranquilamente, con mi mujer y mi hijo. He escuchado a escritores decir: "Me costaba mucho concentrarme". A mí no me costaba nada porque tenía una buena conciencia. Lo cual es raro en mí. Siempre estoy carcomido por la mala conciencia. Lo mejor que podía hacer era quedarme en mi casa.

Ha dicho en más de una ocasión que si no hubiera sido por sus dos últimas novelas estaría en una prisión de alta seguridad. ¿Por qué le ha generado tanta rabia y furia todo lo relacionado con el procés?

(Silencio). Es evidente. Porque me he sentido traicionado y engañado. He visto como uno de los lugares más privilegiados del mundo se iba al carajo. A mí personalmente me han triturado. He visto cómo se generaba en Cataluña un clima horrible. Lo que ocurrió en 2017 fue horrible. He citado mucho Josep Fontana, patriarca de los historiados catalanes y filosecesionista en su vejez, que habló de que en Cataluña hubo un clima prebélico en otoño de 2017. Ahora dicen que no pasó nada. Sí pasó. ¿Cuatro mil empresas se marcharon por qué sí? ¿La gente te insultaba por la calle porque no pasaba nada? Ahora se está reinventando el pasado.

Su última novela, Independencia, es muy crítica con las élites económicas y políticas catalanas. ¿Qué papel han jugado ellas en el sin dios que hay montado hoy día en Cataluña?

Hasta 2018 fue absolutamente decisivo. El procés tal y como se concibió no se entiende sin el concurso activo de las élites políticas catalanas. Hablamos de las personas más ricas y poderosas de Cataluña. Esto no es una opinión, es un hecho. Ellas mismas te lo dicen si le preguntas. A mí me lo han dicho personalmente: "Nosotros lanzamos esto". Hay un personaje en la novela, Vidal, un miembro de esa élite política, que lo cuenta muy claramente: "Nosotros lanzamos el procés porque teníamos que salir de la crisis. Nuestro hombre, Artur Mas, lanzó esto para presionar a Madrid". Sacaron a la gente a la calle para presionar a Madrid y salir de la crisis ellos de la mejor manera posible. Así han operado las élites desde que el mundo es mundo.

Portada de 'Independencia'.

Portada de 'Independencia'.

La escritora Cristina Morales lo definió como "un contubernio entre élites". ¿La fractura social que ha causado el independentismo es irreparable?

Depende de lo que hagamos. Va a tardar mucho en solucionarse. No hablaría de contubernio; son simplemente las élites lanzándolo. Te lo dicen ellos mismos. Lo que pasa es que luego se les fue de las manos. Todo tiene arreglo, pero depende de lo que se haga. A nivel político, nadie está haciendo nada por solucionarlo. La situación está más tranquila porque nadie tiene interés en moverla. No hay ningún interés en arreglarlo a largo plazo. El dinero, los cargos, los puestos y las subvenciones están en manos de los mismos. El secesionismo copa por completo el poder y tiene colonizada Cataluña. ¿Alguien tiene interés en solucionarlo? Poquísima gente. ¡Bueno, Puigdemont! A ver si puede volver (ríe).

¿Cómo lleva eso de vivir por temporadas en un bastión independentista como Verges?

Vivo entre el pueblo donde nació Lluís Llach, que es mucho más independentista que Gerona, y Barcelona. Lo llevo bien. Durante la mayor parte del tiempo no hay ningún problema. La gente no se mete. En otoño de 2017 sí que se vivió una situación invivible. El resto del tiempo la gente tiene su trabajo. Esto no es el País Vasco. No hay terrorismo, ni amenazas de muerte. 

Llegó a Gerona desde un pequeño municipio de Cáceres con cuatro años. ¿Qué opinión le merece que el independentismo se nutra ahora de los hijos de los charnegos?

Hay muy pocos. Rufián es una completa excepción. El secesionismo se nutre fundamentalmente de gente catalanoparlante, de la Cataluña interior, y con un nivel económico más alto que los otros. Estos son hechos. Puedes consultar El capital en el siglo XXI del economista Thomas Piketty. Los hay, pero son la minoría. Igual que son la minoría personas con apellidos catalanes de una cierta posición económica que no son secesionistas. El gran problema del independentismo es que más de la mitad de los catalanes no la quieren. Si hubiera un 80% de catalanes que la quieren, estaríamos hablando de otra cosa. La mayoría de catalanes no quiere la independencia. Es un problema primero entre catalanes. Luego entre catalanes y españoles, y por último un problema europeo. 

En sus últimas novelas se desprende una preocupación por las mujeres. En Independencia extorsionan a la alcaldesa de Barcelona con un vídeo sexual.

Esto que acabas de decir es la puñetera verdad. Uno de los temas esenciales de Terra Alta, Independencia y de los próximos libros es la violencia que los hombres ejercemos contra las mujeres. Eso es un hecho que ha existido desde que el mundo es mundo. La violencia que los hombres ejercemos contra las mujeres y de manera más general la desigualdad no es algo que se haya inventado el Me too, ni el Ministerio de Igualdad. Ahora es uno de los grandes temas de nuestro tiempo junto al ecologismo. Mi generación no ha sido educada en estos dos problemas fundamentales hoy día. Estamos creando un planeta invivible y no hemos sido conscientes del problema del machismo hasta hace muy poco tiempo. Las cosas más importantes que se muestran en los libros aparecen porque están en las tripas del escritor. Melchor Marín, el protagonista, es la encarnación de ese odio a los desgraciados que hacen estas cosas. 

Melchor es un hombre con un pasado oscuro y heroico a partes iguales. Pero al final del libro uno comprende que nadie es bueno ni malo del todo. 

Los seres humanos somos complejos. Melchor es capaz de lo mejor y de lo peor porque los seres humanos somos capaces de lo mejor y de lo peor. Una buena persona colocada en una mala situación puede convertirse en una mala persona; y una mala persona puede hacer cosas buenas. Los seres humanos somos un laberinto y de una complejidad inabarcable. Eso no significa que no existan el bien y el mal. Alguien ha definido a Melchor Marín como un buen mal policía. Como don Quijote era un cuerdo loco.

El protagonista está obsesionado con el policía de Los miserables de Victor Hugo y quiere ser como él. ¿Usted también cree en el poder redentor de la literatura? ¿Es capaz de iluminar una vida y encontrar cierto sentido a ella?

Si no sirve para eso, ¿para qué sirve? La literatura es ante todo un placer como el sexo. Pero también es una forma de conocimiento. Cuando alguien me dice que no le gusta leer sólo se me ocurre darle el pésame o acompañarle en el sentimiento. Es una forma de vivir más, de una manera más rica, más compleja y más intensa. No sé si la palabra es redención. Pero lo que le ocurre a Melchor es lo que le ocurre a todo buen lector y es que un buen libro en determinado momento le enseña quien es, le pone un espejo delante. Le descubre su propia vocación. Si los libros no sirven para eso no sirven para nada. La literatura tiene un poder extraordinario porque las palabras gobiernan el mundo. Los que nos dedicamos a manejarlas tenemos una responsabilidad brutal que no siempre ejercemos como deberíamos.

El otro día vi en el cine la adaptación de su novela Las leyes de la frontera. ¿Por qué tiene esa fijación por los parias, los pobres, el lumpen? ¿Qué encuentra en ellos?

No lo sé... Melchor Marín es antes que nada un miserable, un paria. También me ha interesado otra gente en otras novelas. Pero yo estoy de su lado (ríe). Siento que formo parte del lumpen. Estoy del lado de los miserables. No tengo la menor duda. Lo estoy porque lo soy. 

El escenario es su querida Gerona, que ha pasado de ser una ciudad de provincias abandonada a un reclamo turístico. ¿La gentrificación y las franquicias van a acabar con la poca memoria que tiene este país?

Depende de nosotros. Vivimos en un mundo donde se ha sacralizado la memoria, pero olvidamos más rápidamente que nunca. Es una de las grandes paradojas de nuestro tiempo. Nos llenamos la boca con la palabra memoria, pero vivimos en un presente perpetuo. Lo llamo la tiranía del presente. Lo que pasó ayer es pasado y lo que pasó hace dos semanas es todavía más pasado. Y lo que pasó hace un año es prehistoria. Eso crea una visión de la realidad completamente falsa. No sé si tiene que ver con la gentrificación o con el predominio aplastante y demoledor de los medios de comunicación. En ellos incluyo a las redes sociales. Ambos tienen un poder brutal. 

¿No cree que el móvil, el internet y las redes sociales son los peores inventos del planeta?

(Ríe). Creo que de nuevo depende de nosotros. Esos medios por sí mismos no son ni buenos ni malos. Como la televisión. Estos medios se pueden usar para el bien, pero los estamos utilizando para el mal. Las redes sociales están totalmente descontroladas. Hemos creado un mundo virtual sin reglas. Algunas empresas están haciendo con él los mayores negocios de la historia de la humanidad; y tienen el poder de desastibilizar países enteros y están fuera de control. Ahí no hay ley. Hemos creado monstruos. Eso a mí me da mucho miedo.