Maribel Hombrados, posa después de la entrevista.

Maribel Hombrados, posa después de la entrevista. Álvaro Cabrera

Málaga A título personal / Maribel Hombrados, catedrática de Psicología

"Me preocupa la deriva de Málaga, de su crecimiento, y que la calidad de vida de los vecinos pase a un segundo plano"

"El Centro se ha convertido en un lugar para los turistas y el malagueño ya siente que ese espacio no le pertenece".

"Si algo debimos aprender de la pandemia es que la salud mental es absolutamente sensible al contexto que nos rodea".

"Los jóvenes viven en un contexto social difícil, con problemas de acceso a la vivienda, precariedad laboral... Todo eso lleva consigo problemas de salud mental".

"El curso pasado, una alumna me comentaba que iba y venía todos los días en el AVE Córdoba-Málaga porque le resultaba más rentable que alquilar un piso aquí".

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Maribel Hombrados se ha convertido en una de las grandes investigadoras en el campo de la psicología. Y, de manera muy particular, de la psicología comunitaria.

Pese a ello, son pocos los focos que se posan sobre su labor, que le ha permitido publicar más de 125 trabajos científicos.

La valía de su trabajo es inmensa en un momento en el que la soledad y las enfermedades de la mente están a la orden del día.

Me gusta iniciar estas conversaciones tratando de conocer a la persona. Dígame dónde nació.

Soy nacida en Ceuta y malagueña de adopción. Me vine aquí con 12 años. Los primeros malagueños de la familia son mis tres hijos. Cuando llegué a Málaga me encantó. Desde el primer día sentí que este era mi sitio, que era mi lugar. Y aquí es donde he pasado la mayor parte de mi vida. Soy malagueña de corazón y es donde me he desarrollado profesional y personalmente y donde he realizado mis estudios. Mis padres tenían muy claro que el camino para crecer era la educación.

¿Qué aprendió de ellos?

El valor del esfuerzo, de la constancia y el respeto a los demás. Les estoy profundamente agradecida porque siempre me han prestado apoyo. Han sido realmente un ejemplo. Lo que soy y dónde estoy se lo debo a ellos.

¿Ellos eran de Ceuta?

Mi madre sí, mi padre era de Castilla-La Mancha. De hecho mi apellido, Hombrados, es un poco peculiar, porque es un pueblo de Guadalajara. Mi padre era de profesión militar, oficial del Ejército de Infantería. Y como todos los militares hemos estado en muchos sitios hasta que recalamos en Málaga. De hecho, a mi padre lo volvieron a destinar fuera cuando yo tenía 15 o 16 años. Pero dije que no me movía de Málaga. Málaga es una ciudad abierta, acogedora; es una ciudad amable y siempre me he sentido muy bien aquí.

Marible, en el exterior del edificio.

Marible, en el exterior del edificio. Álvaro Cabrera

¿Fue grande ese salto de Ceuta a Málaga?

Antes había estado en otro sitio, como en Córdoba. Contando, he estado en 12 colegios. Siempre era la nueva porque a veces me incorporaba a mitad de curso. Eso es lo que me pasó en Málaga cuando me incorporé a un colegio de Ciudad Jardín. Eso es algo que imprime carácter, te ayuda a crear estrategias para integrarte.

Algunos pensarán que tanto cambio lejos de fortalecer puede provocar un efecto contrario.

Efectivamente, pero en mi caso siempre he sido una persona muy sociable, me ha gustado tratar con las personas y tengo grandes amigos. Para mí no fue un obstáculo.

"Siempre hay que buscar un equilibrio, una combinación entre lo que es la Málaga abierta y hospitalaria sin perder la identidad de lo que somos"

Maribel, ¿cuándo descubrió que quería ser psicóloga?

Creo que fue una combinación de mi interés por las personas y un profundo deseo de ayudar a los demás. Y la psicología me permitía conocer más a las personas, me permitía conocer y analizar cómo pensamos, cómo sentimos, cómo nos relacionamos y era también una manera de contribuir a mejorar el bienestar y la calidad de vida de las personas.

Eso me llevó a estudiar una titulación que en ese momento no estaba implantada. No existía la Facultad de Psicología, dependíamos de Filosofía y Letras y no teníamos ni edificio propio.

Empecé a estudiar la Alameda Principal, en lo que ahora es el Archivo Municipal y de ahí nos fuimos a los famosos barracones de El Ejido. Poco podía sospechar yo por aquella época que años después, como decana, me iba a tocar inaugurar el primer edificio de la Facultad de Psicología. Fueron unos años fantásticos.

La etapa universitaria es una etapa magnífica. Siempre le digo a mis estudiantes que disfruten muchísimo de esta etapa. Por una parte, tienen el privilegio de estar estudiando aquello que han elegido, pero también es una etapa de descubrimiento, en la que conoces a compañeros y compañeras que, en algunos casos, conservarán toda tu vida.

Lo que es evidente es que la Universidad de ahora no tiene nada que ver con la de antes de los años 80. La inmediatez de la información no existía ni las redes sociales. Recuerdo que no utilizábamos ni el PowerPoint. Las clases eran clases magistrales, nada de coger los apuntes en el ordenador. Papel y boli, puro y duro.

Conforme iba estudiando, me iba interesando más el tema de la investigación y ya en el último curso decidí hacer la tesina de licenciatura. Eso despertó en mí el interés por la investigación. A eso le sucedió el doctorado y poco a poco me fui vinculando a la universidad.

¿Qué imagen de Málaga fue la que recibió a aquella Maribel de 12 años?

Málaga siempre ha sido muy acogedora. Y luego, el clima de Málaga, la luz, el mar… Para mí son esenciales. Venía de Ceuta y estaba acostumbrada a ver el mar todo el tiempo. Era como volver a casa, en cierta forma.

La gente de Málaga es muy abierta. Y para mí Málaga fue como un descubrimiento. Era la primera vez que venía, pero desde el primer momento me sentí muy a gusto.

¿Cómo ha evolucionado Málaga?

La evolución ha sido muy positiva, en particular en el desarrollo económico, cultural, social. Eso es evidente. Y sigo estando muy satisfecha de vivir en Málaga. Málaga se ha convertido en un referente dentro y fuera de España. Y eso está muy bien.

Pero me preocupa un poco la deriva de este crecimiento; me preocupa que la calidad de vida de los malagueños pase a un segundo plano. Es verdad que el turismo es absolutamente necesario, porque nuestra economía se sustenta de forma mayoritaria en el turismo. Pero, al mismo tiempo, hay que escuchar a los malagueños.

Maribel, durante la entrevista.

Maribel, durante la entrevista. Álvaro Cabrera

Algo que está a la orden del día y que todo el mundo comenta: el Centro se ha convertido en un lugar para los turistas y el malagueño ya siente que ese espacio no le pertenece.

Es importante seguir conservando ese sentido de pertenencia, de comunidad tan característico de los malagueños, que tiene que ver con la manera en que nos relacionamos y conectamos unos con otros.

Y es muy importante mirar a los barrios. Son el corazón de la ciudad y hay que hacer un esfuerzo por cubrir las necesidades que tienen, hacer que se mantenga el sentido de identidad, de pertenencia… Es fundamental.

Siempre hay que buscar un equilibrio, una combinación entre lo que es la Málaga abierta y hospitalaria sin perder la identidad de lo que somos.

Su argumento viene a coincidir con otros que se han hecho oír en los últimos meses. ¿Tiene la impresión de que hay un riesgo real de perder esa esencia?

Por eso hay que hacer un esfuerzo por mantener ese sentido de comunidad y de pertenencia escuchando a los malagueños y volviendo la vista hacia los propios barrios, que es donde se crea el tejido social y la organización esencial de la ciudad.

Hay que darles más protagonismo a los barrios y hay que hacer cosas que generen esa conexión entre los vecinos que es tan importante para la calidad de vida y para el sentido de comunidad de los residentes.

Pero eso sin cerrar las puertas de Málaga.

No es fácil, pero habrá que buscar ese equilibrio entre lo que significa el desarrollo económico y turístico; que sea una ciudad abierta, cosmopolita, pero sin perder nuestra esencia. El malagueño tiene un sentido de comunidad muy arraigado; se ve cómo nos comportamos, cómo nos relacionamos, cómo nos preocupa lo que pasa en la ciudad y se implica directamente en ella.

Hay que aprovechar ese interés de los barrios y de los vecinos para crear contextos que sean realmente acogedores y donde uno se pueda desarrollar personalmente dentro de ese contexto social.

¿Tiene la impresión de que ese sentido de pertenencia ha ido creciendo con el paso de los años?

El malagueño cada vez se implica más en la toma de decisiones de cuestiones que tienen que ver con la ciudad y es consciente de que Málaga se ha convertido en un referente. Eso es muy importante y hay que seguir manteniéndolo.

¿Desde un plano psicológico se puede definir Málaga?

Destacaría la actitud del malagueño, que es una actitud optimista y de disfrute de la vida. Si hay algo que caracteriza a Málaga es que todo el mundo se echa a la calle siempre que puede. Me llama mucho la atención cuando voy a otras ciudades y a partir de determinada hora casi no se ve a gente por la calle. Aquí eso no pasa.

En Málaga, la gente, incluso los días de diario, si puede salir y darse un paseo, quedar con los amigos, lo hace. Es algo muy propio del malagueño, esa necesidad de estar con los demás y de compartir la vida en la calle. Una cosa que hacemos aquí y no suelen hacerlo en otros sitios es salir a la calle a primera hora solo para desayunar. Necesitamos el contacto con nuestro entorno y con los demás.

"Destacaría la actitud del malagueño, que es una actitud optimista y de disfrute de la vida. Si hay algo que caracteriza a Málaga es que todo el mundo se echa a la calle siempre que puede"

¿La gente es consciente de la importancia que tiene la psicología?

Afortunadamente hemos cambiado. Cuando empecé a estudiar, en los años 80, no se enseñaba muy bien eso de la psicología para qué era. Era un poco tabú hablar de problemas de salud mental.

Ese obstáculo lo hemos superado. Las personas reivindican la salud mental como parte esencial de la calidad de vida. La salud mental siempre ha estado un tanto estigmatizada y durante mucho tiempo se ha intentado ocultar. Ahora eso no pasa. Lo vemos con personajes relevantes, que reivindican la salud mental y le dan prioridad.

¿Hay un antes y un después de la COVID?

Totalmente. Si algo debimos aprender de la pandemia es que la salud mental es absolutamente sensible al contexto que nos rodea. Somos seres eminentemente sociales y todo lo que pasa a nuestro alrededor nos afecta y afecta a nuestra salud mental.

La Organización Mundial de la Salud ya ha dicho que nos preparemos para la próxima pandemia, que será la de la salud mental. El efecto del aislamiento, de la soledad, en la salud mental fue evidente.

Por eso insisto que el enfoque de la salud mental no se puede centrar exclusivamente en un concepto individual, hay que hablar de una salud mental comunitaria. La salud mental no se puede entender sin tener en cuenta el contexto social y la pandemia lo evidenció.

Y la salud mental comunitaria nos permitirá desarrollar estrategias de prevención y actuar tempranamente con aquellos colectivos vulnerables que están muy ligados a lo que es el contexto social.

Los problemas de salud mental se dan fundamentalmente en aquellas personas con menos recursos, de clases sociales más desfavorecidas, con problemas de desempleo, con baja renta...

Maribel posa en una de las escaleras de la Facultad de Psicología.

Maribel posa en una de las escaleras de la Facultad de Psicología. Álvaro Cabrera

¿Se hace lo suficiente desde las Administraciones?

Hemos salvado el primer obstáculo, porque ya nadie tiene problema en hablar de la salud mental y la reivindica, pero nos sigue faltando saltar el siguiente obstáculo, que es poner en valor la importancia que tiene la profesión de la psicología.

Los datos son terribles. En España, la media de psicólogos por cada 100.000 habitantes es de 6. En Europa es tres veces mayor. Faltan más psicólogos, sobre todo en el sector público. Desde hace tiempo se demanda la incorporación de psicólogos al ámbito sanitario en la atención primaria.

Sería fantástico porque ahí se podría hacer un trabajo de detección precoz, de identificar en la comunidad los grupos de riesgo, de intervenir tempranamente. Pero es verdad que faltan psicólogos en el ámbito de los servicios sociales, en educación, en el ámbito jurídico…

Y en una sociedad como la nuestra donde la ansiedad, el estrés están a la orden del día, es que hacen falta más profesionales de la psicología. La salud mental es un derecho, no puede ser un privilegio de unos pocos.

Lo que parece evidente es que quien tiene más recursos tiene más posibilidades.

Claro, por eso es una cuestión de equidad y de justicia social. Una sociedad como la nuestra, que aboga por una mayor calidad de vida y un mayor bienestar social, tiene que integrar la salud mental en su política y en sus intervenciones.

Y ahí Málaga también tiene una oportunidad interesante, porque puede ser una ciudad más saludable creando espacios de participación para desarrollar el tejido comunitario y potenciar la calidad de vida de las personas.

"En España, la media de psicólogos por cada 100.000 habitantes es de 6. En Europa es tres veces mayor. Sería fantástico que hubiese en atención primaria, porque se podría hacer un trabajo de detección precoz"

¿La soledad es el gran mal de la sociedad actual?

Es uno de los males. Hay muchos grupos sociales que se sienten solos. La frase esa de sentirte solo entre la multitud es un mal porque a veces no tenemos la estrategia suficiente para conectar adecuadamente con los demás.

Sin embargo, desde la psicología hay dos tópicos de trabajo que son el apoyo social y el sentido de comunidad que básicamente lo que demuestran es que cuando se percibe apoyo y cuando se percibe sentido de comunidad disminuye significativamente la soledad. No puedes sentir apoyo y al mismo tiempo sentirte solo.

Hay muchas actuaciones que se podrían hacer para fomentar la participación y la conexión con los demás. En la gente joven, en los mayores... Algunos compañeros que trabajan con personas mayores me dicen que los mayores que viven en un gran bloque de pisos como mucho conocen al vecino de al lado. Cuando hay tantos estímulos se despersonaliza mucho más el contexto.

Cuando nos vamos a lo mejor al ámbito rural o a barrios de toda la vida todo el mundo está pendiente, protege a la persona mayor cuando tiene necesidades específicas.

¿Vivimos en una sociedad que respeta a sus mayores o que los considera un estorbo?

Cada vez estamos tomando más conciencia de la importancia de los mayores. Los mayores, los abuelos, han tenido un papel fundamental en la conciliación familiar y laboral en nuestra sociedad. Es habitual ver a la puerta del colegio un montón de abuelos. Han tomado protagonismo y han favorecido la incorporación de las mujeres en el ámbito laboral.

Uno de los grupos de trabajo con los que se ha familiarizado ha sido el de los inmigrantes. ¿Le preocupa la deriva en la que estamos, en la que parece que crece la sospecha sobre estas personas?

Sí, pero hay que asumir que es un fenómeno global. Nosotros hemos sido también inmigrantes y lo seguimos siendo porque nos vamos fuera a trabajar. Eso implica integrarse en la sociedad de acogida.

Hay que entender que es un fenómeno universal y que para generar una buena convivencia hay que establecer estrategias de integración. Cuanto más integrados estén los inmigrantes en nuestra sociedad más calidad de vida vamos a tener todos y la interacción será positiva.

¿Cómo afecta desde un punto de vista psicológico a un inmigrante llegar a otro país?

Es algo que hemos analizado. El sentido de comunidad del que hablábamos se pierde totalmente cuando vas a otra ciudad. Uno es consciente del sentido de comunidad cuando lo pierde. Cuando tú te vas a otro sitio y resulta que la gente habla otro idioma, tiene otras actividades culturales, otras normas de funcionamiento, es cuando te das cuenta.

El inmigrante que llega aquí tiene esa pérdida de sentido de comunidad porque ha perdido todos sus referentes, ya sean familiares, culturales...

Algo que hacen los inmigrantes cuando llegan es irse a vivir a barrios donde hay otros inmigrantes. Todos necesitamos ese contacto con personas que tienen la misma cultura. Y ahí es muy interesante ver cómo crean sus redes de apoyo y cómo generan ese sentido de comunidad.

Hicimos un estudio con mujeres inmigrantes que venían a Málaga y que eran objeto de doble discriminación: ser mujeres y ser inmigrantes.

Nueva imagen de Maribel en uno de los patios.

Nueva imagen de Maribel en uno de los patios. Álvaro Cabrera

Fue muy interesante ver cómo la variable que más se relacionaba con la integración social y con la percepción de no discriminación era precisamente el apoyo que les brindaban las personas autóctonas. Cuanto más percepción de apoyo tenían, mayor era su integración y su calidad de vida.

Hablemos de los jóvenes y el impacto enorme al que se enfrentan en la actualidad.

Me preocupa mucho. Ellos perciben que viven en un contexto social difícil, donde tienen problemas de acceso a la vivienda, problemas para emanciparse, precariedad laboral, dificultad para encontrar el primer empleo… Y todo eso les genera una cierta incertidumbre porque el contexto social no les acompaña. Eso lleva consigo problemas de salud mental, de ansiedad, de estrés, ante un futuro incierto.

Los jóvenes son un colectivo vulnerable al que hay que prestar atención porque luego. Cuando se hacen estudios llama la atención que las fuentes de apoyo a las que acuden los jóvenes son las más cercanas: la familia y los amigos. Y dentro de la familia, la madre.

Hicimos un estudio con adolescentes desde los 12 a los 18 años en Málaga. Y la conclusión era que la fuente que más apoyo le brindaba era la madre. Es muy significativo porque también el apoyo social tiene un componente de género muy importante.

Nos llamó la atención ese dato y que cuando preguntamos por el tipo de apoyo que dispensaba cada fuente de apoyo indicaban que las madres sobre todo daban apoyo emocional e instrumental. Es decir, hacer cosas concretas, ayudar con los deberes, acompañar al colegio, a las citas médicas… En el caso del padre, fundamentalmente, era apoyo instrumental. Eso nos da claves también de cómo nos comportamos dentro del ámbito familiar y los roles que desempeñamos cada uno.

Hay que insistir en ello para que tanto el padre como la madre sean una fuente de apoyo importante para sus hijos. Se ha demostrado que los jóvenes que perciben más apoyo dentro de su entorno desarrollan una conducta de afrontamiento más eficaz ante las situaciones de adversidad a las se pueden enfrentar.

¿Hasta qué punto afectan las redes sociales, la inteligencia artificial, a la salud mental de los jóvenes?

Como todo, hay que buscar el punto medio. Tendremos que educar para utilizar ambas herramientas. Es evidente que los mismos jóvenes se dan cuenta de que la sobreexposición a las redes sociales les afecta negativamente.

"Las universidades privadas no tienen por qué ser un problema; la competencia sana también es importante. Pero sí me preocupa que no se utilicen los mismos estándares de calidad para una y otra. Y el tema de la financiación de la pública"

Desde un plano estrictamente psicológico, ¿hay una edad concreta en la que un joven esté preparado para manejar adecuadamente estas herramientas?

No me atrevería a dar una edad porque lo que es muy importante es conocer el uso que el joven hace de las redes sociales. Si las usa para hablar un rato con tus amigos y está dentro de un entorno controlado… El problema es que no sabemos lo que hace el joven cuando está en las redes sociales, que se introduce en un mundo abierto, que no controla y que llega un momento que no es capaz de asimilar.

Estos días han abierto sus puertas tres universidades privadas en Málaga. ¿Qué opina alguien como usted, que lleva años vinculada a la universidad pública?

A una ciudad como Málaga, antes o después, iban a llegar las privadas. En todas las grandes ciudades han aterrizado. No tienen por qué ser un problema; la competencia sana también es importante. Pero sí me preocupa que no se utilicen los mismos estándares de calidad para una y otra.

Maribel posa en uno de los patios de la nueva Facultad de Psicología.

Maribel posa en uno de los patios de la nueva Facultad de Psicología. Álvaro Cabrera

Y me preocupa muchísimo la financiación de la pública. La universidad pública hay que cuidarla porque es la puerta de entrada que permite que todos puedan estudiar y que no dependan del poder adquisitivo de sus familias. Hay que dotarla de los recursos que realmente necesita.

Usted, que es testigo de lo que ocurre en Málaga, seguro que tiene una opinión sobre el proyecto de la Torre del Puerto.

Hay una controversia muy interesante y positiva, porque significa que a los malagueños les importa su ciudad y lo que pasa en ella. Es una controversia que mezcla lo que puede ser la evolución, la modernidad, con seguir manteniendo nuestra identidad.

Yo me muevo también en esa controversia. Me preocupa el impacto ambiental y paisajístico que pueda tener. Todos tenemos la imagen del puerto en nuestra memoria y no queremos que cambie. Pero al mismo tiempo entiendo que las ciudades son organismos vivos y que están en continua evolución.

La decisión que se tome, al tratarse de un espacio tan emblemático como el puerto, debe ser lo más consensuada posible, tratando de integrar y buscar el equilibrio entre el desarrollo, la modernización y conservar lo que forma parte de nuestra identidad.

¿Tienes hijos?

Sí. De 25, 28 y 33 años.

¿Están en Málaga?

Están en Málaga.

¿Tienen casa?

Todos tienen casa, aunque con muchas dificultades.

Antes hablábamos de la ansiedad que genera a los jóvenes el asunto de la vivienda. ¿Cómo lo ha vivido?

Lo he vivido en primera persona y es una pesadilla. El tema de la vivienda en Málaga me preocupa muchísimo. Lo veo en el día a día con mis estudiantes. Tiene un impacto muy importante a nivel académico y, por supuesto, a nivel psicológico. El curso pasado, una alumna me comentaba que iba y venía todos los días en el AVE Córdoba-Málaga porque le resultaba más rentable que alquilar un piso aquí. Me pareció un horror.

No son las condiciones óptimas para el desarrollo académico de los estudiantes. Genera grandes desigualdades y tiene un impacto psicológico importante. La incertidumbre, la ansiedad… Si me voy a poder mudar, si me voy a poder emancipar, si este año me van a subir el alquiler...

Está muy bien todo el desarrollo económico y turístico de Málaga, pero no podemos morir de éxito. Tenemos que plantearnos el modelo de ciudad que queremos. No se trata sólo de construir más viviendas, sino de construir viviendas dignas y asequibles para los jóvenes. Es un gran reto, al que tenemos que hacerle frente. Hay que combinar el desarrollo económico y turístico con una planificación urbana que tenga cierta sensibilidad social. No podemos dejar al margen a los jóvenes. Son nuestro futuro.