Viajeros del tren de Cercanías de Málaga.

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Málaga

La madre que persiguió en el Cercanías al agresor sexual de su hija en Málaga: "Está libre y temo que se crucen"

La mujer asegura que el sistema falla cuando las víctimas están "desprotegidas". No han vuelto a verle desde que ocurrió todo, pero cree que puede estar repitiendo sus acciones en otros lugares.

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Manuela (nombre ficticio) aún habla con un nudo en la garganta. Lo ha hecho todo por su hija y se ve totalmente desprotegida por las administraciones. "Mi niña no tiene suficiente con haber sido víctima de una desagradable agresión sexual, que ahora tiene que vivir con el miedo de volver a toparse con este individuo", critica.

El pasado 19 de agosto, la niña, menor de edad, se encontraba en el tren que une Málaga capital con Pizarra cuando se topó con un joven que comenzó a acercarse demasiado a ella, incomodándola, hasta el punto de llegar a realizarle tocamientos que la dejaron, relata su madre, totalmente "bloqueada". “Se quedó sin reaccionar. No pudo pedir ayuda. Logró soltarse de él, pero ya este hombre había hecho lo que hizo”, explica la madre con angustia.

Aunque la adolescente no supo cómo maniobrar en el momento; se quedó con las peculiares características del hombre: un varón joven de rasgos árabes y albino. Cuando vio a su madre, le comunicó todo lo que había ocurrido y la mujer no dudó en presentar una denuncia ante la Guardia Civil al respecto.

El hombre llevaba días moviéndose entre diferentes vagones y estaciones en busca de chicas jóvenes. Así lo percibió Manuela en primera persona, que se lo cruzó en una primera ocasión el 23 de agosto, apenas días después del suceso. Le envió a su hija una fotografía que le hizo disimuladamente y esta le respondió que era él. Sin duda alguna. Para colmo, llevaba la misma ropa que el día de la agresión. Así que procedió a llamar varias veces a las autoridades para que vinieran a detenerle.

“Me tuve que bajar del vagón porque iba camino a mi trabajo, pero lo seguí un rato. Pensaba que iba a salir de la estación y quería que la Policía lo atrapara, pero al final él cogió otro tren hacia Álora y yo ya no pude continuar”, relata la mujer.

Ese mismo día, su hija volvió a cruzarse con él en otro momento, pero logró alejarse antes de que intentara algo más. Apenas dos días después del primer encuentro, el 25 de agosto, Manuela volvió a coincidir con el agresor en otro tren de Cercanías. No quería perder aquella segunda oportunidad que la vida le había puesto.

“Iba cambiando de vagón para buscar asiento y allí me lo encontré. Otra vez empecé a llamar, pero esta vez, menos mal, la Guardia Civil se comunicó directamente con la Policía y lograron detenerlo en dirección de Victoria Kent”, asevera.

La madre llevaba consigo la foto que ya había entregado y el expediente de la denuncia. Esa vez, por fin, el hombre, de 28 años, quedó bajo custodia, pero la detención, para desgracia de la madre, apenas duró unas horas. “Nos llamaron para ir al juzgado esa misma tarde. Fui con mi hija, pero yo no tenía asesoría jurídica, no sabía cómo eran los procedimientos aquí. Tras la comparecencia, lo liberaron. Presumo que estuvo detenido solo unas horas”, cuenta con indignación la madre de la víctima.

La noticia fue un mazazo para la familia. “No entendemos cómo alguien que agrede sexualmente a una menor puede estar libre al día siguiente. Las leyes los protegen a ellos y no a las víctimas”, denuncia.

Casualmente, desde entonces, ni Manuela ni su hija han vuelto a verlo, pero el temor es constante. “No sabemos dónde está ahora. Mi hija no lo ha vuelto a ver. Yo tampoco, pero puede estar en Málaga o no, puede que use el metro o el autobús y esté molestando a otras chicas", lamenta.

Así, teme a posibles represalias ahora que sabe que ha sido denunciado a la espera del juicio, para el que quedan meses. "Realmente no se ha dado el caso de encontrarnos, pero si se diera, no sabemos cómo reaccionaría, no es justo que mi hija tenga que tener miedo por la calle", sostiene.

“Ese día yo lo vi subirse y bajarse en diferentes estaciones, acercándose a chicas jóvenes. Ese comportamiento no es normal. Creo que iba en busca de víctimas. Lo que pasó con mi hija le puede pasar a cualquier otra”, insiste.

Manuela reconoce que la experiencia les ha dejado secuelas profundas: ha tenido crisis de ansiedad y conciliar el sueño pensando escenarios diferentes es francamente imposible. No es solo lo que vivió su hija, que fue "horrible", sino tener un segundo castigo: vivir sin tranquilidad cada vez que cogen el tren. “Las víctimas no estamos protegidas. Y eso es lo más doloroso”, zanja.