Rafael, uno de los jóvenes malagueños atrapados en la estación de Atocha.

Rafael, uno de los jóvenes malagueños atrapados en la estación de Atocha.

Málaga

Rafael, uno de los malagueños atrapados en la estación de Atocha: "Casi cuatro horas de espera y ninguna explicación"

El joven de Mollina tenía previsto tomar el tren Avlo de las 6:06 de la mañana desde Madrid con destino a Málaga.

Más información: La pesadilla de los viajeros del AVE este lunes tras el robo de cables: "Horas sin comer, a oscuras y con incertidumbre"

Carmen Barainca
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La estación de tren Málaga-María Zambrano ha colapsado esta mañana. Desde la madrugada del domingo, el centro comercial se ha convertido en una zona de “descanso forzado”, de espera, para cientos de pasajeros que esperaban sus trenes, estos con retraso. Cientos de vidas que cambian de rumbo con algo tan aparentemente sencillo como el robo de cables de cobre.

Esto es lo que ha acontecido en algunas de las grandes ciudades de España, entre ellas Málaga y Madrid, donde un sabotaje en la línea del AVE a la altura de Toledo ha provocado en la madrugada de este domingo retrasos de hasta cuatro horas. La estación malagueña esta mañana parecía repetir los episodios de caos del lunes pasado con el apagón. Los viajeros esperaban esta mañana sentados en cada recoveco del centro comercial María Zambrano, fijando la mirada a la pantalla cada escasos diez minutos.

Es el caso de Rafael del Pozo, estudiante de la Universidad de Málaga, quien ha vivido este lunes una experiencia que se ha vuelto demasiado habitual: una jornada marcada por el caos, la incertidumbre y la resignación. El joven de Mollina tenía previsto tomar el tren Avlo de las 6:06 de la mañana desde Madrid con destino a Málaga.

“Llegué sobre las 5:30 a Atocha, y ya entonces nos dijeron que no podíamos pasar. Nos quedamos esperando, buscándonos un sitio donde poder tomar un café y aguantar la espera. Nos dijeron que como mínimo hasta las 9 no saldría ningún tren”, relata el estudiante. Finalmente, fue reubicado en un tren S-102 reforzado con más coches para absorber a los pasajeros afectados. El trabajador encargado de escoltar la seguridad salió alrededor de las 9:45. Casi cuatro horas de retraso que, para quienes se rebelan contra la fugacidad del tiempo, supone todo un devenir. Más aún cuando hay responsabilidades que atender tras las otras vías del tren.

A pesar de la frustración, Rafael no ha dejado de lado la comprensión. La empatía. “No sé si esto es un llamamiento público, porque yo soy un ciudadano más, pero creo que situaciones como esta sirven para recordarle a quienes nos gobiernan que los problemas que de verdad importan están aquí abajo, en el día a día de la gente”, afirma. Siendo consciente de que el sabotaje no corresponde a la empresa ferroviaria, considera que las medidas podrían haber sido más claras. La información es la clave en tiempos de caos.

Durante su larga espera, ha observado a su alrededor escenas de desesperación y desinformación. Familias enteras sin saber qué hacer, personas mayores atrapadas, viajeros en silla de ruedas acompañados por familiares que no sabían si podrían continuar el viaje. “Había personas llorando, otras sentadas en el suelo, y un ambiente cada vez más tenso. Algunos gritaban, otros intentaban calmar. Pero la falta de información era lo más desesperante”, asegura.

Rafael también denuncia una gestión poco empática por parte de algunos responsables del operativo, aunque reconoce que otros empleados intentaban calmar a los pasajeros con paciencia. “Una señora con un megáfono nos iba pidiendo que formáramos filas. Se notaba que intentaban gestionar una situación límite, pero también había quien respondía de forma seca o poco amable, lo que no ayudaba”, explica.

El joven, que entraba a trabajar a las 10:30, tuvo que avisar de su retraso. “He perdido una mañana de trabajo. Mis jefes lo han entendido, pero no deja de ser tiempo perdido que nadie te va a devolver”. Y es que el tiempo vale oro. Aunque en situaciones sí, la seguridad vale más.

Rafael no esconde su decepción con la gestión de la crisis: “Ayer por la tarde ya se sabía lo de los robos de cable. El Ministerio y Renfe dicen que fue un sabotaje, que no es culpa suya, pero entonces alguien tiene que dar soluciones. Porque no es normal que a las 6 de la mañana el único mensaje que recibí fuera que mi tren saldría antes, a las 6:06. Y luego nos dejaron allí esperando sin ninguna comunicación”.

Con tono reflexivo, añade: “Alguien que haya vivido esto y lo de la semana pasada, el apagón ferroviario, probablemente necesite ayuda, porque son dos golpes seguidos. Esto desgasta. Y lo mínimo que merecemos es un poco de comprensión y respuestas”.

En medio del bullicio, el joven malagueño destaca también un rayo de humanidad: “A pesar de todo, la gente se ayudaba. Ofrecían palabras de apoyo, preguntaban si necesitabas algo. En los peores momentos, muchas personas sacan su lado más humano”. La esencia del ser permanece. Y en plena adversidad, se conforma como instinto de supervivencia.

Lo que iba a ser un lunes cualquiera se ha convertido en una jornada un tanto peculiar. Infernal para muchos. Para Rafael, como para los más de 6.000 pasajeros afectados, la promesa del tren rápido, cómodo y eficaz se ha convertido en una espera larga, tensa y desinformada. “Yo solo quiero llegar a casa y encontrar algo en la nevera para cenar. Hoy, con eso me conformo”, concluye con resignación.