Se acabó. La feria taurina de Málaga llegó a su fin el pasado miércoles, aunque en el horizonte todavía se vislumbran un par de festejos menores. El retorno de los toros a La Malagueta se había producido durante el año pasado, en pleno camino ascendente a la salida de la pandemia. Sin embargo, aquellas corridas no estuvieron incluidas dentro de un ciclo ferial completo. 

Ha habido que esperar a 2022 para poder volver a vivirlo. Eso sí; con cambios importantes, especialmente en lo que al número de festejos respecta. Una novillada picada, una corrida de rejones y tres corridas a pie.

Esta reducción, recogida en el pliego de condiciones materializado por Lances de futuro, había sido una demanda solicitada también por la anterior empresa adjudicataria. Así, José Carlos Escribano, de Toros del Mediterráneo, ya planteó la necesidad de acortar el número de espectáculos.

Está claro que la concentración de toda la actividad en un periodo tan comprimido permite que el público se conglomere en unas pocas fechas, dando lugar a entradas más que interesantes en la gran parte de la semana. En cambio, cabe preguntarse si una ciudad como Málaga, sexta de España, merece ver reducida su vida taurina a cinco festejos y cuatro novilladas de promoción.

La respuesta es mucho más compleja de lo que parece; lo que hoy puede ser una buena participación social, en un futuro puede convertirse en una carencia irreversible. La afición del futuro ha de empezar a formarse en el presente y para ello hay que ofrecerle un producto continuado a lo largo de los meses, que no le permita desconectar hasta el agosto de 2023.

En cuanto al propio espectáculo ofrecido, todo podría resumirse con la frase inicial de Historia de dos ciudades, de Dickens: "Era el mejor de los tiempos; era el peor de los tiempos". La Malagueta ha sido testigo de dos encierros impropios para con el respetable que paga su entrada. El desafío ganadero del lunes y los Cuvillo del martes conformaron un simulacro innoble para Málaga, salvado únicamente por la heroicidad de los que se enfundan en el vestido de luces cada tarde.

La zurda de Ángel Téllez y la respiración cortada ante el cuerpo inerte de un Saúl Jiménez Fortes que volvió a nacer en su plaza. Esos dos hitos marcaron la recta central del calendario. Previamente habíamos visto al benamocarreño José Antonio Lavado cortar una oreja y la doble puerta de los jinetes Guillermo Hermoso y Martín Ferrer. Sin olvidar, por supuesto, el emocionantísimo papel desempeñado por los forcados portugueses; acierto absoluto que, ojalá, se repita en el futuro.

Hubo que esperar al último día para que llegara la remontada. La de verdad. Roca Rey firmó con la doble R una feria que ya lleva su nombre. Tres orejas y dos faenas para el recuerdo; los de Daniel Ruiz ofrecieron un espectáculo y el peruano supo devolver el compromiso acordado. La buena actuación por parte de la presidencia evitó que la tarde triunfal acabara en triunfalismo, poniendo el listón a la altura de lo que merece una plaza de primera.