Alegría Cabrera, venezolana con tres trabajos en Madrid.

Alegría Cabrera, venezolana con tres trabajos en Madrid.

Sociedad

Alegría, venezolana, intenta vivir un mes en Madrid con 900 euros: "No sé si caeré ante la tentación de una Coca-Cola"

Comparte un reto en TikTok en el que plantea estrategias para ahorrar dinero al mismo tiempo que tiene tres trabajos diferentes.

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Madrid sigue siendo imán para jóvenes migrantes y trabajadores del sector servicios, pero también una ciudad que pone a prueba presupuestos ajustados. El alquiler medio de una habitación para jóvenes en la capital oscila entre 300 y 600 € al mes; en paralelo, el salario de una dependienta en Madrid se sitúa en torno a los 900 € mensuales en muchos casos.

Ese cruce —renta alta de la vivienda y sueldos contenidos— es el paisaje en el que se mueve Alegría Cabrera, una joven venezolana que documentó en TikTok su reto "30 días viviendo con 900 € en Madrid".

Alegría trabaja como dependienta en una tienda —"me pagan esos 900 €", dice—, además de ejercer como community manager y crear contenidos en TikTok que le aportan ingresos esporádicos.

De entrada, la ecuación es simple y exigente: con una nómina de 900 € y un alquiler de 375 € por su habitación fuera del centro, en teoría le quedarían 525 € para cubrir resto de gastos.

En su primer vídeo ella misma plantea ese cálculo: "Con esos 900 € que me pagan en nómina, hay que ver cómo los rindo… Cuando reste todo eso me van a quedar como unos 300€ para comer, ocio, etcétera."

Otra realidad

Sin embargo, la contabilidad real que compartió al cerrar su serie muestra otra realidad. Tras semanas sin publicar, Alegría reapareció en septiembre con el vídeo del "día 30". Explicó que había interrumpido la serie porque sufrió una agresión por parte de una mujer que la dejó “emocionalmente destruida” y reconoció que la independencia y la distancia de su familia le estaban pasando factura.

Aun así, quiso cerrar el reto con transparencia, desgranando todos sus gastos y admitiendo que no logró sobrevivir con los 900 € previstos.

Ya en su último vídeo enumera gastos hasta el día 20 de agosto, cuando ya se había gastado los 900 euros: casa 375€, agua 26,25€, luz 38,79€, gas 16,28€, ocio 140,42€, mercado 55,98€, cuota del iPhone 76€, moda 76,71€, Uber 35,32€, móvil 28,10€, Renfe 10€, apps 15,97€ —"En total, 896,73€", anota—.

Además, declaró haber gastado 350€ en efectivo durante el mes y haber enviado dinero a Venezuela. "Así que en total gastamos 1.250 €", concluye. Con una nómina de 900 €, esa suma implica un desfase de 350 € frente al salario: Alegría necesitó complementar ingresos o recurrir a ahorros y transferencias para cubrir el mes.

Supervivencia y consejos

El relato combina prácticas de supervivencia y costes psíquicos. Cocina con lo que le queda del mercado de la semana anterior para evitar comer fuera ("Esta comida la cuento como 0€", alega), edita vídeos en los desplazamientos para aprovechar el tiempo, y admite renuncias cotidianas: "Toca agua, yo siempre tomo Coca-Cola, pero este mes toca agua. No sé si resistiré la tentación."

También comparte el cansancio del transporte —"Tardo hora y media en llegar a casa"— y la flexibilidad de su jefe, que le perdonó llegar cinco minutos tarde.

El contraste entre la dinámica financiera y la gestión emocional aflora en sus vídeos: después de relatar la contabilidad, Alegría admite episodios de ansiedad. "A veces no puedo con todo… tengo una psiquiatra espectacular, que si no fuera por ella yo estaría en el subsuelo", confiesa. Estos elementos conectan con datos sobre salud mental juvenil en Madrid: más del 60% de las consultas entre jóvenes son por ansiedad y estrés.

Su testimonio dibuja con nitidez la experiencia de muchos trabajadores jóvenes: salarios de base que no cubren imprevistos, dependencia de ingresos complementarios y una vida cotidiana organizada al céntimo.

"Tengo tres trabajos para poder sobrevivir en esta ciudad que me encanta", resume Alegría, que a pesar de todo repite su apego a Madrid: "Adoro a los madrileños, amo España. Es la única ciudad que me siento en casa sin estar en mi casa." Su relato sirve tanto de denuncia económica como de crónica íntima de resiliencia en la capital.