Benjamín Ortega y Elena de Miguel en Comestibles Barea.

Benjamín Ortega y Elena de Miguel en Comestibles Barea. Comestibles Barea

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Benja, el ingeniero que abre un ultramarinos junto a su tasca de Embajadores: "Recuperamos el comercio a la antigua"

Comestibles Barea es un ultramarinos en el que los creadores de Tasca Barea venden alimentos de pequeños productores y ofrecen un trato cercano.

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Benjamín Ortega es un hostelero que se ha propuesto recuperar el encanto del barrio de Embajadores. Primero con Tasca Barea, que supuso rescatar un antiguo bar que se convirtió en kebab y, ahora, creando Comestibles Barea, devolviendo a Embajadores una de sus típicas tiendas de ultramarinos.

Se podría decir que este ingeniero apasionado de la gastronomía acabó en el mundo de la hostelería por sus viajes. "Recuperé una vocación, porque me gusta mucho el aperitivo. Nos gustaba el proyecto vital de encontrar productores que desempeñaran alimentos interesantes. Así iba viajando por España", rememora para este diario Benjamín Ortega, conocido cariñosamente por Benja.

El resultado fue que hace 8 años, junto con Roberto Masi y Jaime Fernández, revitalizaron la tradición del aperitivo con su aclamada Tasca Barea y empezaron a vender productos que iba descubriendo en sus viajes.

Fachada Comestibles Barea.

Fachada Comestibles Barea. Comestibles Barea

Hace menos de un año, ubicada en una de las calles más castizas de Madrid, Embajadores, crearon Comestibles Barea, que nació como una extensión natural de su tasca, situada justo al lado. "Son dos negocios que se complementan", dice Benja.

Este ultramarinos aspira a rescatar el espíritu del comercio de siempre y ya se ha ganado al barrio por el buen trato y cercanía de Elena de Miguel, la dependienta; además de por la calidad de sus productos. Muchos de ellos son precisamente los que triunfan en Tasca Barea, como los quesos, el chicharrón o la marinera murciana —producto del que presumen de ser pioneros de haberla traído a Madrid—.

Todos ellos pueden comprarse en la tienda para llevar a casa. Esta sinergia ha fortalecido la relación con los vecinos, que ya formaban una "parroquia" fiel en el bar.

Además de tienda, Comestibles Barea es un espacio donde se organizan talleres en la trastienda. Por ejemplo, por 30 euros, los asistentes pueden disfrutar de catas de vermú, queso o vino, impartidas por los propios productores, que incluyen una cena-maridaje con los productos de la tienda.

Interior de Comestibles Barea.

Interior de Comestibles Barea. Comestibles Barea.

"Intentamos recuperar la forma de comercio a la antigua que había en la zona", explica Benja. Embajadores fue en su día una calle repleta de pequeñas tiendas de comestibles que sucumbieron a la llegada de los supermercados.

Por eso, Benja, Roberto y Jaime, tras el éxito de su tasca, decidieron recuperar la esencia del barrio, esta vez en formato de ultramarinos. Comestibles Barea abrió sus puertas en noviembre del año pasado en un local que anteriormente fue un almacén de ropa al por mayor.

Su transformación ha sido una "contrarreforma" en toda regla, en la que han practicado lo que Benja llama "vintage extremo": muebles rescatados de una antigua herboristería valenciana, suelos recuperados y una estética que busca teletransportar al cliente a otra época. "La idea es que entres y que te lleve al pueblo", comenta.

La tienda se estructura en tres pilares: una sección de embutidos y quesos al corte, otra de conservas y productos de despensa, y una cuidada bodeguita al fondo. "Queremos tener un vínculo con nuestros productos y proveedores", afirma su propietario.

Tasca Barea, el primer negocio de Benja Barea.

Tasca Barea, el primer negocio de Benja Barea. Comestibles Barea

Este compromiso les lleva a trazar un "mapa de proyectos interesantes por toda España". Así, en sus estanterías se pueden encontrar joyas como el queso de Carlos Navas, de su pueblo natal en Ávila, elaborado por el hijo del artesano que se lo vendía a su padre de niño.

Entre los productos estrella destacan el chicharrón especial de Cádiz, conservas murcianas de pequeños agricultores o vinos singulares como el Monastrell de una cooperativa de Yecla o 'A ras de suelo', de unos amigos de Toledo. Su bodega cuenta con unas 55 referencias. "Son vinos que sabemos que funcionan", asegura.

Con Comestibles Barea, Roberto, Jaime y Benja han demostrado que el comercio de proximidad, basado en la calidad del producto y el trato humano, tiene un hueco en el corazón de Madrid. Para Benja es ofrecer a la gente un lugar donde "pegar la hebra" mientras llenan su despensa de tesoros gastronómicos.