
El escritor Alfonso Mateo-Sagasta frente a una de las casas que quedan del antiguo barrio de Madrid, Cerro Belmonte.
El escritor que revive el barrio de Madrid que se independizó y se proclamó reino: "Fidel Castro los recibió como jefes de Estado"
El escritor Alfonso Mateo-Sagasta ha escrito un libro sobre Cerro Belmonte, un barrio de la capital que fue independiente durante una semana en 1990.
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En una ciudad hay historias que perduran para siempre en el imaginario colectivo durante generaciones, y hay otras que caen en el olvido, pese a que algunas de ellas pudieron ser de lo más rocambolescas.
Eso es lo que se preguntó Alfonso Mateo-Sagasta (Madrid, 1960), escritor conocido por títulos como Ladrones de tinta, cuando se enteró de que en la actual zona de Valdezarza, en la capital, hubo en 1990 un barrio que se declaró independiente durante una semana.
Dicen que la realidad supera a la ficción. Y, desde luego, eso fue lo que pensó el autor al investigar sobre el tema con la idea de ubicar a los personajes de su próxima novela en el lugar que en ese momento se llamaba Cerro Belmonte. Así ha nacido El Reino de Belmonte, un libro que lleva el mismo nombre que el reino sin rey que proclamaron los vecinos del barrio aquel verano de los 90.
El Reino de Belmonte
Ahora no queda prácticamente nada de aquella zona -ni siquiera en los mapas-, pero en ese momento estas calles eran lugar de infraviviendas creadas en los años 60 debido a la inmigración proveniente de los campos de Extremadura, Andalucía y La Mancha. Una especie de pueblo, dentro de una gran ciudad, habitado por unas 250 personas; gente mayor, en su mayoría.
El problema vino cuando, a principios de los 90, se vieron afectados por un programa de expropiación del Ayuntamiento de Madrid, liderado en ese momento por Agustín Rodríguez Sahagún, como se ha contado en un reportaje de este mismo periódico hace unos años.

Algunas de las ruinas de las casas que quedan del antiguo barrio de Madrid llamado Cerro Belmonte (en la actual zona de Valdezarza).
"A finales de los años 80 se empieza a reestructurar y a urbanizar todo ese cinturón que se había creado en Madrid de chabolas e infravivienda. Y así fueron cayendo barrio a barrio: Palomeras, Orcasitas...", explica Mateo-Sagasta en conversación con Madrid Total.
Pero cuando le tocó el turno a Cerro Belmonte, los vecinos no se lo iban a poner tan fácil. Se rebelaron ante la tesitura de tener que abandonar sus casas y mudarse a otras zonas lejanas a su barrio (como Vallecas o Villaverde) por las 5.018 pesetas por metro cuadrado que iban a darles. "El Ayuntamiento siempre había actuado como una apisonadora, pero en esta ocasión se toparon con unos vecinos que se resistían. Y, además, con una gran imaginación", cuenta el escritor.
Y es que ellos lo hicieron a lo grande: pidieron asilo a Fidel Castro -en una época en la que Cuba se veía inmersa en una batalla diplomática por la crisis de las embajadas-, y se fueron de invitados a Cuba; emitieron a la ONU una petición de reconocimiento de soberanía, diseñaron una bandera (expropiándole, incluso, una estrella a la de Madrid), compusieron un himno, redactaron una constitución y emitieron su propia moneda para sacar las urnas a la calle, votar e independizarse.
Todo ello encabezado por una abogada, hija de dos de los afectados, que se convirtió en el cerebro de la protesta.
—Pregunta.- ¿Cómo se le ocurrió novelar esta historia?
—Respuesta.- Me enteré hace unos tres años, que fue cuando comencé a maquinar este libro. Fue por casualidad, iba con una amiga que vive por esa zona y mientras esperábamos en un semáforo soltó un comentario de cuando se declararon independientes. Me sonó tan surrealista que le pregunté más al respecto y luego su hijo me mandó un artículo de la época hablando de esto. Empecé a investigar y vi que había que contarlo.

Ficha nacional de Cerro Belmonte, con datos, mapa y bandera
—P.- Pero usted es de Madrid, ¿tampoco lo conocía?
—R.- No me acordaba de nada. En ese momento tenía 30 años, la edad de lo abogada, la protagonista real de esta historia. Supongo que era tan gordo todo lo que pasó en ese momento -los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Expo de Sevilla, la invasión de Kuwait, el crimen de Puerto Hurraco...-, que esto ha pasado desapercibido. La gente lo ha olvidado.
Aun así, salió en todos los periódicos. Incluso, internacionalmente: en Alemania, en Inglaterra... Por qué su lucha era aparecer en los medios. Esto era fundamental para poder discutir con el Ayuntamiento. Se trataba de una sociedad en la que no existían las redes sociales. Aparecer en la prensa era lo único que les daba visibilidad y fuerza para negociar su lucha. Pero esta competía con la actualidad del momento.
—P.- ¿Qué fue lo que más le llamó la atención investigando este acontecimiento?
—R.- Todo. Yo les agradezco la creatividad con la que lo desarrollaron. Quizá destacaría lo relacionado con Fidel Castro. Me parece alucinante que un barrio de Madrid consiguiera, no solo que les hiciera caso, sino que los invitara a ir y los recibiera en Cuba como jefes de Estado en La Habana.
—P.- ¿Le gustaría contribuir con su libro a que la gente conozca este episodio?
—R.- Claro. Y me encantaría que se le pusiera una calle o una plaza al Reino de Belmonte. Yo creo que se merecen un reconocimiento, aunque solo sea por la imaginación.

Uno de los vecinos de Cerro Belmonte que viajó a La Habana recibe regalos de Fidel Castro.
—P.- ¿Cuánto de real y cuánto de ficción hay en la novela?
—R.- Todos los personajes son ficción, porque si escribes a las personas reales, tienes el peligro de ya no tener libertad. Al principio, me replanteé hacer un reportaje, pero yo soy novelista y lo que me divierte es crear personajes. También preferí no hablar con quienes lo vivieron, para no condicionarme. Al final, las personas se van a ver inconscientemente retratadas en lo que tú escribes y tampoco me parece justo que ellos piensen que esos personajes son ellos. Además, la protagonista, la abogada, ya no quiere hablar de este tema, así que me vino bien.
Pero todo lo demás está basado en los hechos reales. Solo me inventé, porque me hizo especial gracia, la justificación para escribir a la ONU: declararse un pueblo oprimido. Yo creo todo el relato de la patria oprimida de Cerro Belmonte. Porque me gusta mucho de esta obra que me ha dado el juego para escribir sobre el nacimiento de una nación.
—P.- Para este libro habrá sido necesario un arduo proceso de documentación, ¿de qué disfruta más, de esta parte o del momento de la escritura?
—R.- Informarme y leer me encanta. Empezar a imaginarme la historia y construir los detalles de la historia mientras voy leyendo. Eso es lo más bonito. Y luego me gusta mucho corregir. Escribir me parece un infierno. Lo paso fatal, es muy pesado.

Los vecinos de Cerro Belmonte, bajo su nueva bandera con la estrella expropiada a Madrid en un artículo de la época. En el libro de Mateo-Sagasta se incluyen algunos recortes de periódicos como este.
—P.- Es una situación que puede recordarnos a una muy reciente: la de Cataluña. ¿Cómo de presente lo tenía mientras escribía?
—R.- Mucho. La cuestión que reflexionaba es hasta qué punto tiene sentido seguir creando naciones en el siglo XXI, cuando son inventos del siglo XIX. Parece una necesidad obsoleta.
—P.- En este caso, los que intervinieron fueron los agentes de la Policía Municipal que, según han dicho los propios vecinos en ocasiones, "se lo tomaron muy bien". Si había alguien que se dormía, los mismos agentes le recordaba que tenía que ir a cortar el tráfico o traían chocolate con churros. Nada que ver con lo que ocurrió en Cataluña.
—R.- La mayoría era gente mayor que habían llegado del monte para instalar sus casitas. A la policía les daba cierta ternura ver a los abuelos peleando. Había una tolerancia porque no sabían qué hacer con ellos. Y por parte del Ayuntamiento se lo tomaron a broma. En Cataluña se lo tomaron de forma agresiva. Aquí directamente los ignoraron. También era una situación muy diferente.

Así era Cerro Belmonte en la época en la que declaró su independencia de España.
—P.- ¿Cuál fue el final?
—R.- Al final consiguieron que el Ayuntamiento retirara el expediente de expropiación, lo cual es alucinante. Aunque el final parece que no fue tan feliz. De hecho, la abogada acabó bastante desencantada, porque una vez que ganaron se acabó la unidad y cada uno negoció por su lado. Yo termino con una frase al final del libro que dice: "A partir de ahora cada uno vela por lo suyo. Se acabó la comunidad. Los lobos cazan mejor las presas solitarias".
—P.- ¿Y qué queda ahora del antiguo barrio?
—R.- Solo un par de casitas, algunas en ruinas. Según sales del túnel de Sor Ángela de la Cruz a la izquierda.
—P.- ¿Le gusta ese final o le hubiera gustado darle otro?
—R.- No. Me gusta mucho ese final.