Construcción de viviendas

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Opinión

La crisis de la vivienda exige acción, no promesas

Íñigo Torroba
Publicada

En 2025, el acceso a una vivienda digna se ha convertido en una de las principales preocupaciones de los españoles. La crisis habitacional afecta especialmente a jóvenes, familias con ingresos medios y bajos, y colectivos vulnerables, quienes enfrentan cada vez más barreras para conseguir un hogar adecuado.

No hablamos solo de una cuestión económica: el impacto es también social y emocional. Cuando una generación siente que no puede emanciparse ni acceder a un techo propio, la frustración se convierte en un problema de cohesión social.

Los datos hablan por sí solos: casi cuatro de cada diez menores de 35 años buscan vivienda, pero apenas dos de cada diez logran alquilarla o comprarla. ¿La razón principal? Precios elevados, escasez de oferta y dificultad para ahorrar lo suficiente para dar el salto.

Y esto no ocurre únicamente en grandes capitales como Madrid o Barcelona; también se percibe en ciudades medianas y zonas donde la oferta es limitada y la presión sobre los precios crece año tras año.

La vivienda no es solo un bien material. Es un lugar de estabilidad, de proyectos vitales, de familia y de inversión. Por eso, la imposibilidad de acceder a ella genera consecuencias que van más allá de lo económico: ansiedad, estrés e incertidumbre sobre el futuro.

En un contexto de escasez de oferta y de endurecimiento de la financiación bancaria, el crowdlending se presenta como un complemento esencial para que el ciclo inmobiliario siga funcionando y ayudar al acceso a la vivienda

Muchos jóvenes viven en una situación de permanente provisionalidad, que retrasa su capacidad para independizarse, formar una familia o planificar su vida. 

Mientras tanto, las políticas públicas han intentado poner parches al problema, pero lo cierto es que el desequilibrio entre oferta y demanda sigue sin resolverse. Los incentivos al alquiler joven o las ayudas a la compra alivian parcialmente, pero no solucionan el fondo de la cuestión: faltan viviendas asequibles y mecanismos ágiles para ponerlas en el mercado.

En un contexto de escasez de oferta y de endurecimiento de la financiación bancaria, el crowdlending se presenta como un complemento esencial para que el ciclo inmobiliario siga funcionando y ayudar al acceso a la vivienda. Cuanta más vivienda se construya, más oferta habrá, y más se equilibrará el balance entre demanda y oferta, lo que contribuirá a moderar los precios y reducir las barreras de acceso a la hipoteca.

Aquí es donde surgen fórmulas innovadoras que, sin ser la solución definitiva, ayudan a desbloquear el ciclo inmobiliario. Una de ellas es el crowdlending inmobiliario, una forma de financiación participativa que ofrece a los promotores una vía rápida y flexible para poner en marcha proyectos residenciales, sin depender de preventas elevadas o licencias previas.

Frente a opciones más complejas, aporta trazabilidad, plazos claros y agilidad. Y, además, permite a pequeños inversores participar desde importes reducidos, diversificar su ahorro y acceder a retornos estables.

El reto no es solo económico, es social

Este modelo abre la puerta a dos realidades: por un lado, los promotores pueden contar con liquidez para avanzar en la construcción; por otro, los inversores encuentran un producto atractivo, accesible desde cantidades reducidas, que les permite diversificar su cartera y obtener rentabilidades de doble dígito en plazos razonables.

Así, la vivienda deja de ser únicamente un reto para quien quiere comprarla y se convierte también en una oportunidad para quien busca invertir de manera diferente.

La vivienda no puede seguir siendo una meta inalcanzable. El reto no es solo económico, es social. Y aunque no existe una solución mágica, es evidente que necesitamos abrir la puerta a fórmulas nuevas, ágiles y realistas que aporten oferta al mercado.

El crowdlending inmobiliario no lo resuelve todo, pero sí demuestra que hay alternativas reales para ampliar el acceso a una vivienda. La pregunta es clara: ¿esperaremos a que la crisis se agrave o vamos a atrevernos a cambiar las reglas del juego?

*** Íñigo Torroba es CEO de Civislend.