La semana pasada comenté que detrás del plan de paz de Trump, podía haber, además de un empeño político, un proyecto financiero-inmobiliario turístico. Eso fue antes del inicio del acuerdo de Hamas con el plan Trump, su protectorado sobre Gaza y la posible instalación de un enclave en la zona: la llamada Riviera Trump.
El clima del territorio es mediterráneo. Con 40 kilómetros de costa sus temperaturas veraniegas son de 27º de media y las invernales de 20º. Más o menos como Málaga. Sus condiciones son buenas para convertirse en un vergel turístico. Sólo se necesita inversión y empeño.
Si se llega a la paz, habrá dinero norteamericano y judío internacional para su desarrollo. Pero también de otro origen. Será una inversión de riesgo y, por tanto, de alta rentabilidad si se acierta.
El negocio empieza ahora, cuando aún no está claro lo que ocurrirá. Los terrenos tendrán un precio reducido. Precio que subirá con rapidez si el territorio se estabiliza.
Como siempre, el negocio será de los audaces. Porque cuando se vea claro, será tarde. Lo primero que se aprende en el mundo financiero es que cuando se generaliza la opinión de que algo es negocio, ha dejado de ser negocio.
España es un grande del turismo
Será una apuesta como el proyecto de los emiratos; como Dubái, una “marca de lujo” a visitar una vez en la vida por lo menos; o, como dije en mi pasado artículo, como “Las Vegas”. Un lugar para una clase media algo más extravagante.
Estoy seguro de que las grandes compañías turoperadoras internacionales empezarán a estudiar muy pronto esa oportunidad si se consolida.
Si triunfa competirá con España. Está más cerca en avión que las Islas Canarias y sólo una hora más que Baleares. Por eso, las compañías como Meliá, Barceló, Ríos, …, por ejemplo, con base en esas islas, no pueden olvidarse de ello. La mejor defensa ante un competidor turístico es ocupar su terreno. Estas empresas lo han hecho en territorios americanos y otros continentes.
España es un grande del turismo. No solo desde la iniciativa privada, también en la pública. Paradores es un ejemplo. Su utilidad es manifiesta.
En ese sentido, resultaría muy útil para un futuro gobierno transitorio de Gaza disponer de su experiencia.
El nivel y la calidad económica distribuida de un territorio no garantizan la paz
Es posible que suene extraño, pero seguro que sería útil para la consolidación de la paz, para un futuro desarrollo de la zona y para el posible gobierno provisional. Más, incluso, que cualquier otra actividad, quizás más mediática, pero menos eficaz.
Si de verdad se quiere apostar por un desarrollo económico y una paz duradera en esa zona, la mejor aportación es ayudar con conocimientos empresariales y habilidad política.
En lugar de gastar dinero de nuestros impuestos en reemplazar los instrumentos de defensa de origen israelí, ¿no sería mejor ayudar a los gazapies a desarrollar su economía? Ese dinero se podría utilizar en créditos a bajo interés y largo plazo a empresas españolas y a la Sociedad Española de Paradores de Turismo para crear el cluster turístico de la zona.
El nivel y la calidad económica distribuida de un territorio no garantizan la paz. Pero son condición necesaria para ella. En lugar de ayudar a que se armen territorios, es más lógico ayudar a que crezca su riqueza y se distribuya; a que se creen puestos de trabajo de todos los niveles.
Cuando la renta media supera los 2.000 USD mensuales, con una distribución razonable, los incentivos al conflicto armado disminuyen con rapidez. Sin embargo, si la única forma de que una familia tenga ingresos es que alguno de sus miembros pertenezca a una milicia “heroica”, el conflicto está servido.
En todo caso, será caso una paradoja que España se aproveche económicamente del plan de un presidente de EEUU al que el Gobierno de Sánchez ha criticado y a cuya política se ha opuesto.
Y es en esa política de confrontación del Gobierno de Sánchez con Trump, donde está el mayor riesgo para nuestra industria hotelera internacional. Por ella España no pinta nada en la política de oriente medio. Esperemos que no estropee la posible participación en su desarrollo económico.
** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.