La Unión Europea lleva bastantes años siendo señalada como el continente que regula, pero que no innova: la región que elabora marcos normativos ambiciosos en materia digital, pero que carece de actores capaces de competir de tú a tú con Estados Unidos o con China en la creación de plataformas y empresas globales.
Sin embargo, esta narrativa empieza a tener fisuras: como es bien sabido, la innovación y el talento están uniformemente distribuidos, y en Europa se puede, aunque tenga sus dificultades y resistencias, se puede innovar, porque hay talento y medios para ello.
De hecho, están surgiendo ejemplos de compañías europeas que no solo reciben financiación sustancial, sino que además producen tecnologías que se convierten en referencia en mercados internacionales.
El caso más llamativo en las últimas semanas es el de Black Forest Labs, una joven empresa alemana que, con menos de cincuenta empleados y apenas un año de vida, negocia una ronda de financiación que podría situarla en una valoración de cuatro mil millones de dólares.
La compañía, nacida en Friburgo a partir del equipo que desarrolló la conocida tecnología de generación de imágenes de Stable Diffusion en Stability AI, ha conseguido situarse en el radar de grandes tecnológicas y de inversores de primera línea gracias a sus modelos de generación de imágenes, conocidos como Flux.
La idea de una Europa condenada a ser simple espectadora en la carrera de la inteligencia artificial no se corresponde con la realidad
Sus desarrollos no solo rivalizan con los de gigantes como Google u OpenAI, sino que ya se integran en aplicaciones de empresas como Adobe, Meta o Microsoft, y han sido utilizados incluso por la xAI de Elon Musk.
Pero Black Forest no es una excepción aislada. En Francia, Mistral AI se ha consolidado como una gran promesa en el terreno de los modelos de lenguaje, captando rondas de financiación récord y colaborando con otras startups europeas para crear sinergias que les permitan competir en un mercado cada vez más concentrado.
En los Países Bajos, Axelera AI desarrolla procesadores especializados en visión por ordenador con aplicaciones en drones, en automoción y en medicina. Y en Suiza, Corintis explora soluciones de refrigeración líquida para semiconductores, un reto fundamental para la sostenibilidad energética de la inteligencia artificial, que ha despertado el interés de compañías como Intel.
Estos ejemplos y otros demuestran que la idea de una Europa condenada a ser simple espectadora en la carrera de la inteligencia artificial no se corresponde con la realidad. Sí, la distancia respecto a Estados Unidos y China es enorme en términos de escala y de capital invertido.
Cierto, nuestro ecosistema carece todavía de grandes plataformas consolidadas y de un mercado único plenamente integrado que facilite el crecimiento exponencial de las startups.
Lo que está ocurriendo en ciudades como París, Friburgo, Ámsterdam o Zúrich es un recordatorio de que el talento europeo existe
Lo que está ocurriendo en ciudades como París, Friburgo, Ámsterdam o Zúrich es un recordatorio de que el talento europeo existe, de que la investigación universitaria sigue siendo de primer nivel, y de que cuando se combina con una cultura emprendedora y con acceso a capital riesgo que apueste cantidades razonables de capital y esté dispuesto a correr cierto riesgo, puede generar actores capaces de jugar en las grandes ligas.
Además, Europa empieza a movilizar recursos públicos de forma más ambiciosa. La creación de fondos de capital enfocados en escalar compañías deep tech, junto con los programas de supercomputación y el acceso a infraestructuras comunes, está configurando un terreno más fértil para que estas empresas no se vean obligadas a emigrar o a venderse demasiado pronto.
Por supuesto, no basta con inyectar dinero: hacen falta políticas de desarrollo y retención de talento, marcos regulatorios que den seguridad sin ahogar la innovación, y sobre todo una narrativa que deje de situar a Europa en el papel de simple árbitro y la proyecte como competidor real.
Lo más interesante de este nuevo escenario es que las empresas europeas no intentan replicar exactamente lo que hacen sus rivales estadounidenses o chinos, sino que buscan otros huecos estratégicos. Black Forest, por ejemplo, compite en generación de imágenes con un planteamiento abierto y flexible que recuerda al del software libre.
Corintis aborda un problema de infraestructura crítica que será central para el futuro de la inteligencia artificial. Axelera AI se especializa en aplicaciones concretas de hardware donde no es imprescindible una escala global inmediata. Y Mistral se posiciona como un actor relevante en el desarrollo de modelos con un enfoque colaborativo que refuerza la idea de ecosistema.
La inteligencia artificial será, sin duda, una de las fuerzas transformadoras de este siglo
Se empieza a dibujar, por tanto, un panorama en el que Europa no sólo regula, sino que también crea, innova e intenta liderar en determinadas áreas. La carrera está lejos de estar decidida y, en términos de capital y volumen, seguimos en desventaja.
Pero el simple hecho de que startups europeas estén siendo consideradas como rivales directos de gigantes como Google, Meta o OpenAI ya supone un cambio cualitativo. Lo que hace unos años parecía imposible, que desde Europa emergiesen actores capaces de moldear el futuro de la inteligencia artificial, hoy es una realidad aún pequeña, pero incipiente.
Cero autocomplacencia: la competencia es feroz y la ventana de oportunidad puede cerrarse rápidamente si no se consolidan estos avances. Pero tampoco deberíamos seguir alimentando el discurso pesimista de que Europa está condenada a ser irrelevante en este terreno.
Las iniciativas que surgen desde nuestras universidades, nuestros centros de investigación y nuestras startups son prueba de que hay otra narrativa posible, una que no se limita a regular lo que otros inventan, sino que construye, arriesga y compite.
La inteligencia artificial será, sin duda, una de las fuerzas transformadoras de este siglo. Y si Europa quiere un lugar en ese futuro, no bastará con legislar. Necesita crear. La buena noticia es que ya está empezando a hacerlo.
***Enrique Dans es profesor de Innovación en IE University.