Lingotes de oro

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Opinión

¿Es momento de vender oro o está cerca de que rompa la cota de los 5.000 dólares la onza?

Gustavo Martínez
Publicada

Muchos inversores de todas partes del mundo se plantean con bastante recurrencia la misma pregunta, si comprar o no más oro porque ya ha subido mucho. Lo cierto es que las subidas del oro han sido muy verticales los últimos años, y no es de extrañar que eso provoque vértigo incluso entre los inversores que son más favorables a comprar el metal amarillo.

Aún recuerdo con total claridad cómo hace escasos tres años animaba a todo el mundo a comprar oro cuando este cotizaba a 1.600 dólares la onza y gran parte del mercado no había anticipado todavía lo que hoy vemos. Y eso es lo realmente importante, lo que hoy vemos.

¿Algo de lo que el mercado veía hace 3 años cuando empezó a corregir la clara ineficiencia en cotización y valor del oro ha cambiado ahora para que debamos vender? Que el oro haya subido no es otra cosa que la respuesta manifiesta de que más actores del mercado se van dando cuenta de la importancia que el metal está jugando en esta actual coyuntura económica.

Una importancia que es premiada con mayor rentabilidad sobre aquellos que llegamos antes a la tesis del oro. Y he aquí el aspecto fundamental de esta opinión.

El camino que empezamos a recorrer tres años atrás, y con él la inevitable guía del resto del mercado, no ha variado en su objetivo. Es decir, la tesis del oro no solo permanece intacta, sino que se va reforzando con el paso del tiempo, siendo el precio una sola seña de atracción de más inversores hacia el que considero podría ser el inicio del tercer gran ciclo alcista del oro desde el fin del tratado de Breton Woods.

Lo cierto es que esta restricción constituía un lastre para el endeudamiento irresponsable y la emisión monetaria sin control

No olvidemos que en aquel acuerdo celebrado en New Hampshire (EEUU) en julio de 1944, el valor del dólar se fijaba en relación a las reservas de oro que EEUU tenía estimadas en unas 8.500 toneladas y que hoy se ponen en cuestión.

Lo cierto es que esta restricción constituía un lastre para el endeudamiento irresponsable y la emisión monetaria sin control. Y este lastre tenía un coste político muy elevado, pues no puedes engañar a la gente con tanta facilidad como cualquier político con la máquina del dinero puede hacer ahora.

A este respecto, un error muy común que he detectado entre los defensores del patrón oro es sin duda la creencia de que un sistema basado en el patrón oro no puede generar inflación. Pero sí, un sistema basado en el patrón oro es igualmente inflacionario. Lo que cambia es la naturaleza del robo al ciudadano, que por menos sofisticado se hace más evidente y, por consiguiente, más costoso políticamente hablando.

La famosa orden ejecutiva 6102 en la que el presidente Roosevelt ordena confiscar todo el oro de las familias americanas cuando este se podía conseguir a 20 dólares. Tras la confiscación fijó el precio de la onza a 35 dólares, con lo que generó una depreciación de la moneda del 40%.

El problema es que este impuesto no estaba tan oculto como la actual inflación, más fácil de esconder al ciudadano. Así ha evolucionado la política actual: hacia formas cada vez más sofisticadas mediante las cuales el político ávido de poder lleva a cabo la confiscación de la propiedad privada del ciudadano.

Nadie que lo comprenda con claridad debería desprenderse del antídoto frente a esta enfermedad sistémica: el oro

Y en esa progresión geométrica, en la elegancia de la expropiación descansa el que, como antes dije, es el tercer gran ciclo alcista del oro. La incapacidad que los bancos centrales tienen a futuro de respetar la necesaria propiedad de otorgar valor a sus pasivos financieros en forma de tipos de interés reales positivos hace del oro el único protector sólido frente a esta incertidumbre monetaria que algunos consideramos más certera que nunca.

Si ajustamos el oro por la oferta monetaria de su primer gran ciclo alcista del año 1980, el oro debería estar cotizando en 10.000 dólares la onza, pero si deseamos ser más conservadores y ajustamos por su segundo gran ciclo, el oro debería de cotizar en 5.000 dólares la onza.

En cualquier caso, y dado el modelo de déficits estructurales que provoca un deterioro progresivo del valor —y, por tanto, del poder adquisitivo— de la moneda fiar, nadie que lo comprenda con claridad debería desprenderse del antídoto frente a esta enfermedad sistémica: el oro.

*** Gustavo Martínez, profesor de Finanzas de la Universidad Francisco Marroquín y analista de mercados.