Fotomontaje de unas manos apoyándose con un choque de puños.
La compra pública se posiciona como una herramienta estratégica para reindustrializar Europa, innovar y liderar la transición energética.
Mientras el calor aprieta —dentro y fuera de casa, en lo político y en lo climático—, hay decisiones capaces de traer algo de aire fresco. En Bruselas, la reforma de las Directivas de Contratación Pública de 2014 que se está debatiendo estos días abre una ventana de oportunidad para transformar el gasto público en una verdadera palanca al servicio de los grandes objetivos de la Unión Europea: autonomía estratégica, reindustrialización, transición energética, innovación y cohesión social.
Con más de 2 billones de euros al año —el 14% del PIB europeo—, la contratación pública es una de las mayores palancas económicas de la Unión Europea. En España, su peso también es significativo: representa el 11,55 % del PIB y cerca del 25 % del gasto público, según datos de Eurostat.
Durante años, la lógica del precio “más barato” ha dominado la contratación pública europea, con consecuencias negativas.
Si realmente se apuesta por utilizar la contratación pública de forma estratégica, cada euro invertido puede multiplicar su impacto. Tanto en Europa como en España, necesitamos decisiones valientes que ayuden a bajar la temperatura política, económica y climática, y que contribuyan a construir un futuro más justo, sostenible y resiliente. Pero eso solo será posible si los partidos son capaces de mirar más allá de sus diferencias y comprometerse con el interés común.
El proyecto de informe de la Comisión de Mercado Interior y Protección del Consumidor (IMCO), uno de los primeros pasos en el proceso de modificación de las Directivas Europeas, es un punto de partida que refleja un cierto consenso político y técnico, aunque también deja entrever ciertas tensiones respecto al uso de la contratación como un instrumento de política pública.
Palanca estratégica
Uno de los grandes aciertos del documento es la revalorización del papel estratégico de la contratación pública. Se propone, con claridad, que esta herramienta puede y debe ser utilizada para reforzar la resiliencia industrial y económica de Europa, apoyar sectores clave y reducir dependencias críticas.
También se posiciona su papel para ayudar a afianzar cadenas de suministro seguras, atraer inversión y generar capacidad productiva interna, fomentando el desarrollo de tecnologías sostenibles e innovadoras fabricadas en Europa.
Europa necesita más que buenas intenciones: necesita coherencia normativa y voluntad política.
En un contexto de desglobalización, tensiones geopolíticas y subsidios extranjeros agresivos, el IMCO plantea estudiar, a través de una medida audaz pero necesaria, la posibilidad de establecer criterios de “preferencia europea” en sectores estratégicos, siempre compatibles con las normas de la OMC.
Otra idea poderosa que refleja el documento es que la contratación pública no solo adquiere, también crea mercado: puede dar forma a la demanda, generar escala y acelerar la comercialización de soluciones tecnológicas con alto valor añadido.
Esta es una de las principales ideas apoyadas por ECODES en el reciente informe “Cambio Climático y Contratación Pública: 25 Propuestas para una Acción Urgente”.
El abandono del precio
Durante años, la lógica del precio “más barato” ha dominado la contratación pública europea, con consecuencias negativas: menor calidad, pérdida de innovación, precarización laboral y un mercado cerrado para soluciones sostenibles.
No es casual que en la consulta pública realizada por la Comisión Europea, casi la mitad de los participantes (49%) denunciara su uso excesivo, y un 37 % lo vincula directamente a malas prácticas.
Un paso adelante es la apuesta por extender el criterio de la oferta económicamente más ventajosa, como alternativa a la lógica del precio más bajo, que incorpora variables como la calidad, el impacto ambiental, la innovación o las cláusulas sociales.
Esta idea se refuerza con la propuesta de desarrollar una auténtica “caja de herramientas” al servicio de la contratación pública, que facilite la incorporación práctica de criterios alineados con la legislación vigente de la UE.
Contar con un repertorio claro y accesible de instrumentos jurídicos, técnicos y operativos podría ser clave para disipar las dudas y superar las reticencias que todavía muestran muchos responsables de contratación ante la inseguridad jurídica percibida.
Riesgos y ambigüedades
Europa necesita más que buenas intenciones: necesita coherencia normativa y voluntad política. Pese a su ambición general, el documento aún arrastra limitaciones estructurales que podrían comprometer su eficacia si no se traducen en decisiones claras y valientes en los próximos pasos del proceso de modificación.
Aunque se reconoce la importancia de integrar la sostenibilidad en la contratación pública, aún se percibe una insistencia en que los criterios verdes o sociales no deben ser costosos, ni incompatibles con la competencia y se debe atender el principio de la neutralidad tecnológica.
Además se advierte sobre el peligro de limitar el poder adquisitivo de las administraciones o de reducir la oferta disponible.
Esta visión, aunque por momentos comprensible, puede poner en peligro la dimensión transformadora de la contratación pública, priorizando nuevamente lo inmediato sobre lo estratégico y dificultando el acceso a soluciones innovadoras y sostenibles que hoy pueden costar más, pero que mañana generarán más valor.
Una oportunidad para Europa
La reforma de las Directivas de Contratación Pública es mucho más que una actualización técnica: es una decisión política clave sobre el modelo económico que queremos construir en Europa. En un momento en que la inversión pública será determinante para acelerar la transición ecológica, reducir vulnerabilidades estratégicas y revitalizar el tejido industrial, la contratación pública debe actuar como un verdadero motor de cambio.
Las principales bases se han sentado en este documento, pero aún queda mucho camino por recorrer para plasmar estas ideas en una reforma ambiciosa y coherente. Hacia dónde se orienten los próximos pasos determinará el papel que jugará la contratación pública: si se mantiene como una herramienta puramente procedimental o se posiciona como un motor estratégico para una transición justa, sostenible y competitiva.
Europa tiene el conocimiento, la tecnología y el potencial industrial para liderar. Pero necesita, ante todo, coherencia y visión de futuro. La ambición debe traducirse en compromisos normativos concretos, estándares comunes y herramientas que den seguridad jurídica y capacidad operativa a quienes compran y a quienes producen.
Si se opta por una reforma tímida o desequilibrada, perderemos una de las herramientas más potentes para construir un modelo económico europeo más equitativo, verde y resiliente.
*** Jeannette Bain, subdirectora de Políticas Públicas de ECODES