La tesis central del libro de Daniel Lacalle recién publicado por Deusto, El Nuevo Orden Mundial, es clara: el mundo, ha entrado, o para ser preciso, está embarcado en un ciclo marcado por un “intervencionismo woke” descontrolado que exige y trata de imponer una política conforme a sus dogmas.

Lacalle argumenta con una gran contundencia que la combinación de una creciente intervención de los Gobiernos en la economía y en la sociedad, un debilitamiento programado de las instituciones y una resurrección de la planificación-ingeniería social está erosionando los cimientos de las sociedades libres.

Su crítica a estas tendencias se inscribe en la tradición del liberalismo clásico.

En El Nuevo Orden Mundial, Lacalle considera que el wokismo no es un fenómeno cultural o ideológico superficial, sino una estrategia deliberada de la izquierda y de sus socios para expandir el poder del Estado.

Este enfoque se manifiesta en la utilización o, mejor, en la manipulación de temas como el cambio climático o la salud y su conversión en armas y excusas para justificar la necesidad de la omnipresencia estatal.

En el plano práctico, ello se traduce en el intento de imponer reglas globales cuyo resultado es limitar la libertad individual, su ejercicio en todas las esferas.

Es la recreación del Déspota Benevolente descrito por Buchanan, alguien lleno de buenas intenciones que en nombre del “progresismo” centraliza el poder y disminuye la autonomía de los individuos, su capacidad de vivir y actuar conforme a sus propios valores.

Lacalle considera que el wokismo no es un fenómeno cultural, sino una estrategia deliberada de la izquierda y de sus socios para expandir el poder del Estado

El último libro de Lacalle ofrece un diagnóstico incisivo del panorama económico actual centrado en una cuestión básica: la conversión de los Estados contemporáneos en depredadores, gastadores compulsivos asentados sobre una fiscalidad depredadora que no ha sido ni es suficiente para financiarse lo que conduce a la generación de una deuda pública enorme.

Para más inri, el débil crecimiento de las economías instaladas en esa situación es una refutación práctica del “multiplicador keynesiano” que, en la práctica, se ha convertido en un “restador” como, por cierto, muestra una abrumadora evidencia empírica (Ramey V.A., Ten Years After the Financial Crisis: What have we Learned from Renaissance in Fiscal Research, Journal of Economic Perspectives, Volume 33, Number 2, Spring 2019, Pages 89–114).

Un punto crucial del análisis de Lacalle es la idea según la cual la globalización no era, como no lo fue la profecía de Fukuyama sobre el fin de la historia, un fenómeno irreversible.

El mundo ha retornado a la clásica realpolitik que no concibe la existencia de una cooperación entre las potencias basada en las indudables ventajas del libre comercio, sino en una visión de las relaciones internacionales como un juego de suma cero en el cual se gana o se pierde.

Un elemento en el que los intereses de los estados son divergentes y, en ocasiones, incompatibles.

Desde esta perspectiva, el nuevo orden mundial visualizado por Lacalle es un escenario de tensiones y conflictos que nos retrotraen a un período que, de manera incomprensible, se creía definitivamente superado.

El planteamiento del autor se asemeja al expresado por Kenneth Rogoff en su último libro, Our Dollar, your Problem.

La visión del futuro como una repetición del pasado, esto es, la creencia en el compromiso de los bancos centrales con una política monetaria cuyo objetivo es mantener siempre una inflación baja.

La fantasía de que la globalización comercial y financiera eran hechos consolidados; la convicción de que los conflictos entre los grandes poderes habían terminado y que el populismo había desaparecido de la escena para siempre ya no son reales.

El nuevo orden mundial visualizado por Lacalle es un escenario de tensiones y conflictos que nos retrotraen a un período que se creía definitivamente superado.

Y esto va a cambiar, de hecho ya ha cambiado, la arquitectura, las bases del Orden internacional del futuro inmediato.

En este contexto, Lacalle introduce un elemento crucial que simboliza un elemento relevante: el riesgo de la pérdida de peso del dólar en la economía global.

Esta es o sería la consecuencia inevitable de la irresponsabilidad financiera imperante en los EEUU cuya presión sobre la FED es y será muy fuerte en ausencia de un plan consistente de reducción del déficit.

El mantenimiento del dólar como moneda hegemónica global exige mantener una inflación baja que preserve el poder de compra del billete verde y eso está en cuestión.

De izquierda a derecha; Daniel Lacalle,  doctor en Economía y columnista de EL ESPAÑOL; Mamen Vázquez, directora general de EL ESPAÑOL;

De izquierda a derecha; Daniel Lacalle, doctor en Economía y columnista de EL ESPAÑOL; Mamen Vázquez, directora general de EL ESPAÑOL; Sara Fernández

En este marco, el autor de El Nuevo Orden Mundial apuesta por un creciente peso del oro como activo reserva frente a las monedas fiduciarias,

Pero el libro de Lacalle, ya se ha comentado, tiene una notable fineza política. Analiza como la polarización ideológica se ha convertido en un instrumento al servicio del Estado, en un pretexto para aumentar su poder y recortar las libertades individuales.

En este sentido aboga por dar la batalla cultural. Los desafíos económicos y políticos actuales no son los clásicos, sino el resultado de un conflicto ideológico fundamental: la pretensión de los colectivistas de controlar la vida de los ciudadanos.

En la lucha contra esa tendencia la libertad económica es un pilar básico de cualquier estrategia anti colectivista.

Lean el libro de D. Daniel porque merece la pena e ilustra con rigor y brillantez los desafíos de esta hora.