En España, al inicio de la democracia, no había Ley de financiación de los partidos. Con la irrupción de las campañas electorales y la proliferación de los “aparatos” las cuotas de los militantes y las ayudas oficiales se demostraron incapaces de surtir las necesidades financieras de los partidos.
Las arcas de los partidos en el inicio de la democracia se financiaron de manera “alegal” porque no había ley que las regulara.
Los partidos se habituaron a gastar más de lo que les permitían las cuotas de los afiliados y las ayudas oficiales para las campañas electorales.
Cuando llegaron las leyes de financiación de los partidos, el “vicio” del gasto estaba instalado. De manera que lo que antes era alegal, paso a ser en parte legal (según la ley) y el resto ¿?
La última legislación de financiación de partidos fue la Ley Orgánica 8/2007, readaptada en 2015. En esa legislación se marca la cantidad y forma en que los particulares pueden “ayudar” a las finanzas de los partidos.
Corruptores y corrompidos acuerdan encontrar una fórmula que les permita a ambos continuar en el negocio para llenar las insaciables arcas del partido
Pero su arca son insaciables y no da la impresión que se pueden sostener con los sistemas legales. Además, las limitaciones de cantidades y la transparencia que se exige a estas donaciones es un inconveniente para los que las hacen.
Esas limitaciones legales, en lugar de dirigir a la austeridad a los partidos, los arroja a la búsqueda de financiación extra-legal.
Así las cosas, corruptores y corrompidos acuerdan encontrar una fórmula que les permita a ambos continuar en el negocio para llenar las insaciables arcas del partido.
En esa búsqueda se emplea el “ingenio” típico de la picaresca española. Para ello se especializan verdaderos “profesionales” que consiguen cantidades a cambio de “favores administrativos”.
Esos profesionales ven pasar el dinero por delante de sus narices y son conscientes de la falta de control. Es el camino de la corrupción en los partidos.
Muchas veces el dinero tiene que pasar por varias manos hasta llegar al destino final que son las arcas del partido
Entonces el “profesional de la corrupción” se hace la siguiente reflexión: ¿acaso no estoy resolviendo un problema importante?
¿No merece este trabajo una remuneración adecuada? Al fin y al cabo estoy corriendo riesgos y el riesgo lleva consigo una rentabilidad compensatoria.
Además, no hay control. No hay documentos escritos de entrega y recepción. Si son verdaderos profesionales, no hay ni siquiera rastros orales.
De manera que en un momento determinado el “profesional” decide que un porcentaje del dinero que fluye es suyo, como compensación por sus esfuerzos.
Muchas veces el dinero tiene que pasar por varias manos hasta llegar al destino final que son las arcas del partido. Si en las primeras operaciones llega casi integro, con el tiempo lo que llega es más bien ínfimo, si es que llega.
Los “repartos” tienen que ser generosos y evitar envidias y venganzas
Entonces se realiza una transferencia de las arcas del partido a los bolsillos de los profesionales de la corrupción. Profesionales que suelen ser cargos partidarios o públicos con capacidad de tomar decisiones que favorezcan a los que aportan el dinero.
Por eso, si todo funciona de manera secreta. La corrupción de los dineros de los partidos y sus cargos es una corriente subterránea y los ciudadanos son ajenos a su devenir.
Pero para que se mantenga el secreto se necesitan unas habilidades profesionales excepcionales. No debe haber rastros por ninguna parte. Ni siquiera excesos de gastos o inversiones por parte de los profesionales de la corrupción y sus jefes. La “omerta” debe ser absoluta. Lo cual es prácticamente imposible.
Además, los “repartos” tienen que ser generosos y evitar envidias y venganzas. Algo todavía más imposible que el secreto.
Se necesita tanta habilidad y competencia para que todo funcione que puede decirse que “al corrupto se le pilla más y antes por incompetente que por corrupto”, y siempre ha sido así.
Las soluciones para evitar ese tejemaneje son complejas. En EEUU se decantan por la transparencia de las cuentas electorales. Aun así, la tentación es grande.
Sólo la honestidad de todos y cada uno de los que manejan poder y dinero en la política puede asegurar la limpieza de la financiación de los partidos. Eso empieza por elegirlos en base a esa cualidad. Difícil, porque todos alardean de ella hasta que son descubiertos.
** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.