Como profesor de innovación con más de tres décadas de experiencia, he tenido la oportunidad de estudiar cómo las decisiones estratégicas de los países moldean su capacidad para liderar en tecnologías emergentes. Y los casos de China e India ofrecen contrastes reveladores sobre cómo las políticas nacionales pueden impulsar o frenar la innovación.
El caso de China es una apuesta decidida por la innovación profunda, un compromiso inquebrantable con la innovación tecnológica. El presidente Xi Jinping ha enfatizado en numerosas ocasiones la importancia de la búsqueda de la autosuficiencia en el desarrollo de inteligencia artificial, promoviendo una estrategia nacional integral para avanzar en tecnologías clave, incluyendo los chips de alta gama y el software básico.
Este enfoque a muy largo plazo y centrado en la educación ha dado frutos notables. Por ejemplo, startups como DeepSeek. Unitree y otras han desarrollado modelos de inteligencia artificial competitivos utilizando chips menos avanzados, desafiando la noción de que las sanciones estadounidenses obstaculizarían el progreso de China en inteligencia artificial. Además, la integración de tecnologías como la "inteligencia artificial incorporada" en la vida diaria, desde drones de entrega hasta robots humanoides, refleja una estrategia nacional para revitalizar el sector tecnológico y competir globalmente.
India es un caso muy distinto: tiene talento abundante, pero también desafíos estructurales de primer nivel. A pesar de su reconocida destreza en tecnología y de que cuenta con más de 3,600 startups de deep tech, el país aún está rezagado respecto a líderes como China y Estados Unidos.
Las razones son múltiples: por un lado, una histórica orientación hacia los servicios en lugar de la manufactura, además de una inversión limitada en investigación y desarrollo, y una importante fuga de talentos en áreas clave como la inteligencia artificial. El gobierno ha iniciado esfuerzos para revertir esta tendencia, con la asignación de un presupuesto muy elevado para fomentar la innovación en deep tech. Sin embargo, muchos expertos señalan que la falta de una convicción a gran escala y de una mentalidad de soluciones rápidas han limitado el impacto de estas iniciativas.
India es un caso muy distinto: tiene talento abundante, pero también desafíos estructurales de primer nivel
En ese sentido, Europa está en una encrucijada estratégica, y parte del reconocimiento de la importancia de la innovación profunda para su competitividad futura. El Consejo Europeo de Innovación (EIC) ha anunciado una inversión de 1,400 millones de euros en 2025 para apoyar la investigación en deep tech y escalar tecnologías estratégicas. Además, la Nueva Agenda Europea de Innovación busca movilizar inversores institucionales y privados para respaldar startups europeas de deep tech.
No obstante, persisten importantes desafíos. La inversión en capital riesgo en Europa es solo una quinta parte de la de Estados Unidos y suele ser extraordinariamente timorata y conservadora, por lo que la mitad del capital de crecimiento proviene de fuera del continente. Para cerrar esta brecha, Europa debe fortalecer su ecosistema de inversión local y fomentar estrategias de salida que retengan el valor dentro de la región.
Para diseñar una estrategia europea de innovación para que Europa pudiese aspirar a consolidarse como un líder en innovación profunda, sería esencial, en primer lugar, aumentar la inversión en investigación y desarrollo, para igualar o superar a competidores globales. Pero obviamente, no es únicamente cuestión de dinero: además, sería fundamental fomentar la colaboración público-privada, facilitando el establecimiento de alianzas estratégicas entre gobiernos, empresas y universidades para impulsar la innovación.
También es extremadamente importante, como China sabe muy bien, desarrollar talento especializado, incentivando la creación de programas de formación y retención de talentos en áreas clave como inteligencia artificial, biotecnología y energías limpias. El brutal surplus de ingenieros cualificados brillantes que hoy tiene China, que no han necesitado salir del país para formarse, no se consigue en un año ni en dos: es el fruto de apostar por la educación de calidad de manera consistente.
Además, y como todo europeo sabe perfectamente, sería crucial comenzar una cruzada para la simplificación de la regulación: crear marcos regulatorios que faciliten la experimentación y el escalado de nuevas tecnologías, sin convertirnos en un entorno en el que vale todo como los Estados Unidos, en donde han nacido y crecido algunas de las compañías más irresponsables y nocivas del mundo, pero sin convertirla en una carrera de obstáculos permanente en la que cualquier lobby en manos de un incumbente es capaz de sofocar a cualquier compañía que amenaza con perturbar el statu quo.
La inversión en capital riesgo en Europa es solo una quinta parte de la de Estados Unidos y suele ser extraordinariamente timorata y conservadora, por lo que la mitad del capital de crecimiento proviene de fuera del continente
Y por supuesto, promover una cultura de innovación, fomentar una mentalidad emprendedora y de aceptación del riesgo, en lugar de su demonización, en todos los estratos de la sociedad. No podemos permitirnos una sociedad en la que la mayor aspiración de las personas sea convertirse en funcionarios.
Mientras China avanza con una estrategia centralizada y ambiciosa para convertirse en líder mundial absoluto en todas las tecnologías del futuro, e India intenta superar algunos de sus desafíos estructurales, la Unión Europea podría tener, en el contexto de un cambio del liderazgo global, la oportunidad de trazar su propio camino hacia la innovación profunda.
Con decisiones estratégicas y una ejecución decidida, el continente debería aspirar no solo a ser el líder en regulación, que no construye fábricas ni genera productos o servicios innovadores, sino a posicionarse como un líder en las tecnologías del futuro, sin que los líderes en las tecnologías del pasado puedan impedirlo. El talento está uniformemente distribuido, y lo que necesita es que le quitemos obstáculos, lógicamente sin caer en la irresponsabilidad. ¿Está la Unión Europea preparada para plantearse algo así?
***Enrique Dans es profesor de Innovación en IE University.