
Fábrica de papel
Cada 21 de abril, el Día Mundial de la Innovación nos invita a pensar en el futuro, pero también en el presente. Porque innovar no es solo descubrir nuevos caminos, también es mejorar los que ya existen. Y eso es precisamente lo que hacen cada día industrias como la nuestra. Esas que llevan aquí siglos, que han resistido transformaciones globales y siguen demostrando que tradición e innovación no son términos excluyentes, sino complementarios.
En la industria papelera –una de las más consolidadas del país y referente en economía circular– nuestro compromiso con la innovación es estructural. Lo es porque estamos en el corazón de la bioeconomía, porque trabajamos con una materia prima natural, renovable y reciclable como la celulosa y porque, en un contexto de reindustrialización y descarbonización, el sector papelero no solo se adapta: lidera.
España se mantiene como el sexto productor de papel y cartón y entre los cinco primeros en producción de celulosa de la Unión Europea. Con 73 fábricas, nuestro sector genera más de 17.000 empleos directos, de calidad y locales, formando parte de una cadena de valor que representa el 4,3% del PIB. Pero estas cifras no serían posibles sin una apuesta continua por la eficiencia de procesos y el desarrollo de productos de alto valor añadido.
En la industria pastero papelera llevamos años impulsando esa evolución. Las empresas del sector invierten gran parte de su facturación en proyectos de innovación tecnológica y medioambiental. Y decimos bien, inversión y no gasto. Parte fundamental de una estrategia para ganar competitividad en un entorno global donde la industria española compite en costes, calidad, sostenibilidad y capacidad de adaptación.
Es por esto que la innovación no puede quedar limitada a los departamentos de I+D+i. Debe impregnar a toda la organización y extenderse a lo largo de la cadena de valor. Para lograrlo, es clave construir un ecosistema donde las empresas trabajen de forma abierta con centros tecnológicos, universidades, startups y proveedores. Un entorno que incentive la cooperación, que acorte la distancia entre el laboratorio y el mercado, y que convierta cada reto en una oportunidad.
España se mantiene como el sexto productor de papel y cartón y entre los cinco primeros en producción de celulosa de la Unión Europea
En este camino, la Brújula de Competitividad de la UE ha marcado una hoja de ruta clara. Uno de sus pilares es precisamente cerrar la brecha de innovación entre los Estados miembros y sus competidores globales. La Brújula plantea objetivos muy interesantes, como elevar la inversión en I+D hasta el 3% del PIB, la creación de fábricas de inteligencia artificial o el despliegue de infraestructuras digitales.
También subraya algo esencial: la importancia de facilitar el acceso a la financiación, una condición imprescindible para que las industrias puedan innovar. En un contexto global marcado por tensiones comerciales, como la reciente imposición de aranceles por parte de Estados Unidos, la innovación se convierte en la mejor salvaguarda para una industria europea competitiva.
Iniciativas como el Plan Estratégico Europeo de Tecnología Energética (SET Plan) refuerzan esta visión. Este programa impulsa el desarrollo de tecnologías limpias, competitivas y viables a gran escala, apoyando la colaboración entre países, empresas e instituciones. Para industrias como la papelera, que ya han avanzado enormemente en eficiencia energética, estos marcos ofrecen oportunidades para seguir profundizando en la transición hacia un sistema industrial climáticamente neutro y competitivo.
El talento es otro pilar del ecosistema innovador. Necesitamos atraer jóvenes con formación técnica, perfiles STEM y, al mismo tiempo, seguir capacitando a quienes ya forman parte de nuestras fábricas. Las nuevas tecnologías no sustituyen el saber hacer de las personas, lo amplifican. Por eso, como industria verdaderamente innovadora, en el sector papelero ponemos foco en cuidar y seguir formando a nuestros trabajadores.
El contexto regulatorio y fiscal es decisivo. Las empresas industriales necesitan un marco que incentive la innovación, simplifique procedimientos y premie la inversión sostenible. Políticas coherentes, apoyo decidido a la descarbonización, mecanismos eficaces de financiación e incentivos fiscales a la I+D+i son palancas necesarias para que la innovación no se quede sobre el papel, o en buenas intenciones, sino que se traduzca en empleo, competitividad y autonomía estratégica para nuestro país.
Las empresas industriales necesitan un marco que incentive la innovación, simplifique procedimientos y premie la inversión sostenible
En la industria papelera lo estamos demostrando. Producir con menos energía y menos emisiones, mientras se desarrollan nuevos productos que satisfacen las necesidades de nuestra sociedad y sustituyen a materiales fósiles, no es una aspiración. Es una realidad que es posible gracias a la innovación constante y orientada a resultados.
Pero para ello, debemos apostar por la innovación y por modelos productivos sostenibles. Solamente de la mano de nuestra industria, auténtico motor del cambio, conseguiremos la Europa que todos queremos.
*** Rodrigo Álvarez es director de Energía e Innovación de ASPAPEL.