El Fondo Monetario Internacional (FMI) preve que España siga creciendo.
Eleva sus previsiones para este año al 2,5% del PIB. Es decir que el efecto de las perturbaciones internacionales en España no serán importantes.
Al principio de este año auguré un crecimiento similar al de 2024 para 2025. Antes de la entrada de Trump en la Casa Blanca. Indiqué que España crecería sobre el 3% del PIB este año.
Mis cálculos se basaban en varios datos: los cerca de 100 millones de turistas previstos, con un gasto superior, dada la inflación de los precios; la puesta en circulación de los fondos de Next Generation europeos que ya empiezan a tener efectos después de años...
También la fortaleza de la exportación española de la que un 16% son servicios no turísticos (un sector que supone ya un 7,5% del PIB nacional); el gasto público, animado por una recaudación tributaria en crecimiento; nuestros costes energéticos contenidos, con casi el 50% de la electricidad producida por renovables, etc.
De los factores citados, dos pueden verse más afectados por la tormenta arancelaría de Trump: la exportación y el turismo.
La exportación española a Estados Unidos (EEUU) no es muy significativa. Los 18.000 millones de euros que vendemos al gigante americano es menos del 5% de los 384.000 que exportamos anualmente.
Aunque hubiera una disminución, nunca sería del total. Si fuera la mitad serían el 2,5% que es lo que el año pasado crecieron las ventas al exterior. Por tanto, la venta a EEUU no es lo más preocupante.
El resto de las exportaciones dependerán de las economías que más nos compran. Por ejemplo, las exportaciones agroalimentarias dentro de Europa.
Las ventas a Estados Unidos no es lo más preocupante para la economía española
El cambio de usos alimentarios es más lento de lo que parece. Por eso, nuestras ventas en ese sector no bajarán mucho aunque haya peligro de recesión en Alemania, Francia u otros compradores europeos.
En resumen, seguiremos exportando. Pero, además, se prevé una bajada de los precios energéticos, en particular el petróleo. Por tanto, nuestra balanza comercial puede mejorar.
El turismo puede disminuir si los países emisores de turistas se ven afectados. Pero no este año. Lo mismo que en los hábitos alimentarios, los hábitos turísticos tienen su inercia.
Además, EEUU está mandando una imagen de país antipático con los extranjeros. Es posible que algunos europeos y asiáticos que pensaban ir a Estados Unidos reconsideren sus preferencias. España los puede atraer y, a la vez, puede seguir creciendo el número de estadounidenses que nos visiten, una tendencia al alza.

Carlos Cuerpo
A primera vista, no parece que la tormenta arancelaria vaya a influir mucho en la marcha de la economía española a corto plazo.
¿Por qué España muestra este comportamiento?
Una encuesta de Grant Thornton recogida por EL ESPAÑOL, indica que cerca del 81% de los españoles consideran que el empresariado es muy importante, o bastante importante, para el progreso económico y social de España. Por encima del Gobierno.
Parece que, por fin, los españoles se han dado cuenta de que lo que empuja a su país es el esfuerzo de quienes ponen su talento al servicio de la empresa privada.
Ven que el empresario y el directivo son la clave del crecimiento económico y social.
Es verdad que en esa misma encuesta piden una aumento de los salarios. Algo razonable porque un aumento salarial además de equilibrar el reparto de las rentas, aumenta el consumo y, en consecuencia, el crecimiento económico.
Los españoles se han dado cuenta de que lo que empuja al país es el esfuerzo de quienes ponen su talento al servicio de la empresa
Pero eso solo se puede hacer si se equilibran otros costes. En particular, los que gravan el factor trabajo. Los impuestos directos a los sueldos.
Una bajada de las cargas de la seguridad social y del IRPF sobre los salarios es una subida de la renta disponible de los trabajadores, sin necesidad de aumentar los costes empresariales.
Se puede argumentar que entonces los ingresos públicos disminuirían y, en consecuencia el gasto público, que ahora tira de la economía.
Es verdad, pero eso sería compensado por el gasto privado de una mayor renta disponible por la clase media y trabajadora. Entonces la estructura del gasto total sería más sana.
Esa es la solución: menos impuestos al trabajo y más incentivos al empresariado que es el que tira del carro.
** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.