“I won’t make promises that I can’t keep” Joe Ellliott.
Hace unas Semanas, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen, anunció en rueda de prensa la “Brújula de la Competitividad”. Poco tiempo después, puso en marcha el “Acuerdo Industrial Limpio”. El objetivo de ambas iniciativas es de fortalecer la competitividad, atender a las peticiones de los informes de Draghi y Letta, y reducir la carga burocrática y regulatoria que asfixia a las empresas europeas.
Pues bien, la realidad dista mucho de esos bienintencionados y ambiciosos objetivos. Desde el comienzo de 2025, la Unión Europea aprueba una media de 18 nuevas regulaciones cada semana. De hecho, según eurodiputados consultados por mí, la actividad normativa no se ha reducido tras la aprobación de esas dos iniciativas, sino que se ha acelerado.
Piensen ustedes por un momento en algo tan regulado y controlado como es el tabaco. Pues bien, el Ministro de Sanidad de los Países Bajos, Vincent Karremans, ha instado a la Comisión Europea, a acelerar el desarrollo de un nuevo marco regulatorio y fiscal con restricciones exhaustivas a los cigarrillos y otros productos de nicotina, como las bolsas de nicotina y los cigarrillos electrónicos. Recordemos que la regulación de la Unión Europea para el sector es una de las más rigurosas y detalladas del mundo.
El ejemplo es importante porque, si un sector fuertemente regulado y controlado se encuentra ante otra batería de regulaciones, imaginen el resto. No solo se trata de la normativa, sino de una fiscalidad que, a nivel mundial, se entiende como un arancel escondido.
Los aranceles escondidos en la fiscalidad europea aumentan los precios del sector manufacturero un 45% y los del sector servicios un 110%, según el FMI y como explica Draghi en un artículo reciente en el Financial Times.
Los aranceles escondidos en la fiscalidad europea aumentan los precios del sector manufacturero un 45% y los del sector servicios un 110%, según el FMI
Pues bien, otro ejemplo de “arancel escondido” es la petición de acelerar la tramitación de la Directiva Fiscal de Productos del Tabaco destacando la necesidad de un marco legal para las ventas a distancia y transfronterizas.
¿Por qué se me ha ocurrido analizar este caso? Porque es el paradigma de un sector y muy regulado y que funciona adecuadamente y donde la burocracia simplemente busca disparar los impuestos y, aumentando el exceso de normativismo, genera resultados contrarios a lo que intenta conseguir:
La mayoría de los Estados miembros ya gravan los productos de tabaco y nicotina, con resultados muy efectivos en la recaudación y la protección de la salud pública. Incrementar la fiscalidad lleva a que se potencie la actividad ilícita y se incentive la economía sumergida.
Además, el efecto en recaudación es menor y no se consigue nada en cuanto a salud pública. Si a estas alturas no entendemos que el intervencionismo y el exceso de regulación no solucionan nada, tenemos un gran problema.
Los retos fiscales de los Estados miembros son muy diferentes y por ello deben mantener su soberanía fiscal y tener flexibilidad para decidir su nivel efectivo de imposición teniendo en cuenta las diferencias de poder adquisitivo, nivel de consumo (de tabaco en este caso) y los objetivos de política de salud.
La mayoría de los Estados miembros ya gravan los productos de tabaco y nicotina, con resultados muy efectivos en la recaudación y la protección de la salud pública
El gran problema de estas propuestas de aumento regulatorio es que una directiva fiscal excesiva creará un impacto inflacionario, resta competitividad, reduce exportaciones y ralentizará el crecimiento económico. Un impuesto adicional al tabaco disminuirá el poder adquisitivo de aproximadamente un 24% de la población de la UE, que ya ha sufrido una pérdida de poder adquisitivo por inflación de casi el 20% en cinco años y, además, sufre precios que casi duplican a los que pagan países como Estados Unidos, según el FMI.
La mayor carga regulatoria e impositiva desplaza inversión hacia países más amigables y resta competitividad. Adicionalmente, se desplaza consumo hacia productos más baratos y con menores garantías de calidad. No entender que hay una demanda que no va a bajar por disparar los impuestos y que, sin embargo, se desplaza a productos peores, es no entender que se crea un resultado opuesto al que se pretende conseguir. Tampoco podemos olvidar que aumenta el contrabando y la actividad ilegal cuando los impuestos ya suponen más del 51% en algunos casos.
Cuando los impuestos pasan de ser adecuados a confiscatorios y el objetivo de las medidas es puramente recaudatorio y sin impacto real en hábitos de consumo, el efecto es siempre negativo para el país, la sociedad y la Unión Europea, que vuelve a quedarse por detrás de las economías líderes.
Nos encontramos ante un ejemplo que es relevante porque refleja tres factores esenciales: Por un lado, las promesas de reducción de exceso regulatorio no son creíbles cuando los sectores más regulados y controlados reciben nuevas exigencias normativas y fiscales.
Por otro lado, la Unión Europea parece ignorar el dialogo y análisis realista que permite fortalecer la competitividad, la exportación y mantener políticas sanitarias eficaces. Finalmente, es preocupante ver que la actividad de los líderes políticos sigue orientada a demostrar a los ciudadanos que lo único que hace la Unión Europea es regular y subir impuestos.
La Comisión Europea no debería estar centrada en aumentar regulación, sobre todo cuando es contraproducente, imponer una fiscalidad anti-competitiva y entorpecer la innovación. Este artículo debería ser un ejemplo de cómo la UE está cambiando para mejor, pero refleja que las cosas no han cambiado. Es hora de darse cuenta de que lo que hay que hacer es eliminar regulaciones ineficientes y no añadir intervencionismo a las normas y directivas que ya funcionan.