El miércoles 22 de enero ha sido el jarro de agua fría parlamentaria para Sánchez. Su choque con la realidad política. Presentaba una idílica situación económica española en Davos y se codeaba con la élite mundial (salvo con Trump, que de momento no le espera). Pero no explicaba que su situación política era inestable; que ese mismo día estaba sufriendo una derrota en el Congreso de los Diputados que refleja su debilidad política. Junts fue la fuerza que descalabró la votación de un decreto ómnibus, reflejo de sus políticas económicas y sociales.

Su prepotencia puso a los partidos de la oposición (PP, VOX) y a Junts ante la disyuntiva de apoyar ese decreto, que incluía temas variopintos, lo que suponía respaldar la posición de Sánchez, o darle con la puerta en las narices, aunque ello supusiera un quebranto a su imagen.

Junts se la tiene jurada a Sánchez porque, según Puigdemont, no está cumpliendo con sus promesas. La ley de amnistía no acaba de funcionar y la judicatura tiene claro que no es aplicable a ciertos delitos económicos que se pueden achacar a miembros de Junts que no pasaron por los tribunales porque estaban huidos. Puigdemont y compañía se sienten engañados. Además, necesita distanciarse de ERC cara a las próximas elecciones, mientras le da el abrazo del oso a Junqueras para no perder la oportunidad de repetir otro 2017 en el futuro.

Mientras tanto, el país funciona cada vez más a la italiana. Los empresarios, los autónomos y los trabajadores como profesionales van creando riqueza y puestos de trabajo a pesar de la inestabilidad política. Las oportunidades están visibles en España. Hay cerebro, algo necesario en la nueva economía, hay recursos naturales posibles, energéticos y medioambientales, hay atracción turística, hay infraestructuras, muchas de ellas nuevas o renovadas, hay una situación geográfica privilegiada (puente entre Europa/África y América), hay clima agradable, seguridad ciudadana aceptable, sanidad de vanguardia, universidades en crecimiento y una formación profesional que despierta.

También hay riquezas culinarias y un potencial inmobiliario retenido por absurdas leyes del suelo y en contra de la propiedad. Un sector que liberado de la demagogia aportaría aún más crecimiento y puestos de trabajo a la economía.

Junts se la tiene jurada a Sánchez porque, según Puigdemont, no está cumpliendo con sus promesas

Sánchez no se da cuenta del gran potencial que tiene este país si se estabiliza la situación política. Para ello son necesarias unas elecciones. Pero eso pondrían en peligro su estancia en el poder. Las encuestas, salvo las del CIS, lo dicen reiteradamente. PP más Vox pueden tener mayoría absoluta. Por eso no las convoca y mantiene un esperpento de gobierno, débil parlamentariamente que se refugia en la demagogia anti-derecha y en las frases del progresismo.

Parafraseando al “Cantar del Mío Cid”: ¡Qué grandes empresarios y autónomos, trabajadores y profesionales si hubiera un buen gobierno!

La inestabilidad política es un lastre que si se liberase dispararía esa economía. Una economía que se debe a todos. Una economía la que alardea Sánchez como si fuera su artífice, cuando crece a pesar de sus políticas.

Pero no hay que engañarse, dada la situación judicial de sus adláteres Sánchez no disolverá hasta que no vea que su posición es insostenible ¿otoño de este año? ¿Primavera del 2026? …

Mientras tanto, España trabaja y se esfuerza a pesar del peso de una fiscalidad que asfixia a la clase media y trabajadora ¡Manda narices!

** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.