Podría ser que sí, sobre todo si se piensa en ese terreno tan especializado, restringido y resbaladizo de las Bolsas mundiales.

Las Bolsas... ese gran creador de opinión sobre la marcha de los asuntos económicos y políticos, con su lenguaje colorista, según el cual, lo mismo un día "se derrumban" que otro día distinto "se disparan", transmitiendo con sus metáforas la sensación, casi física, unas veces, de terremoto, y otras, de alegría y prosperidad universal.

¿Por qué subieron las Bolsas internacionales, tomadas conjuntamente, un 10% desde mediados de octubre hasta mediados de diciembre? Porque el tamaño del balance conjunto de los cuatro bancos centrales más importantes subió en ese mismo período un 4,5%. Ambos, Bolsas y balances, medidos en dólares, y las Bolsas representadas por el índice MSCI Mundial.

Se trata de un proceso circular en el que, primero, el aumento del balance conjunto de los bancos centrales alimenta la subida de las Bolsas. Después, la subida de las Bolsas mejora las condiciones financieras en la economía del país. En tercer lugar, esa mejoría de las condiciones financieras impulsa a su vez, de nuevo, la subida adicional de las Bolsas. Ese es el círculo virtuoso en el que se están relajando ahora los bancos y los gobiernos de todo el mundo, como si al cumplirse un año de la invasión de Ucrania se pudiera respirar algo más tranquilo de lo que respiramos entonces.

Pero la cifra agregada de los cuatro bancos centrales más importantes oculta un comportamiento muy dispar entre ellos: mientras el tamaño del balance del Banco Central Europeo y el de la Reserva Federal decrecían en el período considerado de dos meses (respectivamente, -3,75% y -2,40%) el del Banco de Japón aumentaba (en ese mismo período) un 2,5%, y el del Banco de la República Popular China se expandía casi un 5%. Esta vez cada uno medido en su moneda.

Ese es el círculo virtuoso en el que se están relajando ahora los bancos y los gobiernos de todo el mundo, como si al cumplirse un año de la invasión de Ucrania se pudiera respirar algo más tranquilo.

En lo que va de año, los balances respectivos del Banco Central Europeo y de la Reserva Federal han seguido reduciéndose, mientras que el de Japón ha continuado creciendo considerablemente (7,3% desde octubre hasta hoy) y el de China, aunque no ha publicado su balance con la misma puntillosidad en la actualización, se sabe que ha estado inyectando cantidades récord de nueva liquidez en sus mercados monetarios.

El que las políticas monetarias de los bancos centrales de Occidente sean duras y restrictivas y que las de los de Oriente sean expansivas dibuja un "bonito" panorama en el que se podría decir que desde China y Japón alimentan una inflación que ellos no tienen muy alta, por comparación con Occidente, mientras que en Europa y EEUU los bancos centrales se esfuerzan en la contención de las subidas del IPC, y le hacen políticas contra cíclicas a sus respectivos gobiernos, que están tiritando de miedo solo de pensar qué les pasará en las próximas elecciones.

¿Por qué pueden permitirse los bancos centrales de China y Japón esas políticas expansivas? Por una doble razón muy sencilla: en ambos países se vive en estos momentos un proceso deflacionario muy fuerte. En Japón eso no es novedad, pues se trata de la continuación de lo que ha estado viviendo desde hace 30 años y del que la causa se atribuye (poco convincentemente como causa única) al envejecimiento de la población. Normalmente, se olvida que el proceso deflacionario se inició con un sistema bancario quebrado y sostenido artificialmente con vida durante mucho tiempo.

En China es consecuencia de la necesidad de cebar la bomba de la expansión económica tras el parón que ha supuesto su política de COVID cero, que se ha sumado a la crisis inmobiliaria (una crisis que hace año y medio hizo temer a muchos, aunque no a esta columna, que desataría un nuevo Lehman Brothers) y a las consiguientes dificultades de su sistema bancario, agudizadas por la imposibilidad de los gobiernos locales de hacer frente a sus deudas.

¿Por qué pueden permitirse los bancos centrales de China y Japón esas políticas expansivas? Por una doble razón muy sencilla: en ambos países se vive en estos momentos un proceso deflacionario muy fuerte.

Además, en el caso de China, se da una circunstancia adicional: durante la pandemia su gasto público extra para combatirla fue durante el primer año y medio muy inferior al de los países occidentales lo que ahora le permite tener un mayor margen de maniobra para el gasto, sin miedo a empeorar la evolución de los precios que en este momento dan un IPC anual del 2,10% para la inflación general y del 1% para la subyacente.

Y es que la comparación del gasto extra, sanitario y no sanitario, durante el primer año y medio de la pandemia entre China y los demás países importantes es notoria: ascendió al equivalente al 4,8% de su PIB en el caso de China, mientras que en EEUU fue del 25,5%; en Reino Unido, del 19,3% y en Alemania del 15,3% (además del gasto que se le pueda imputar por la Unión Europea).

De lo dicho se deduce que, probablemente, China está en la posición de poder financiar gasto público desde su banco central hasta que la inflación se convierta allí en un problema como el que ya tienen desde hace año y medio los países europeos y Norteamérica.

Gracias a esas inyecciones de liquidez japonesas y chinas las Bolsas mundiales llevan subiendo desde mediados de octubre pasado (de manera conjunta) un 17%, a pesar de que los balances de Europa y América se estén reduciendo.

El caso de Japón es más difícil, si no imposible, de explicar. Su gasto público extra durante el año y medio más crítico de la pandemia ascendió al equivalente a un 16,7% del PIB japonés, lo que le daría un margen de maniobra superior al de EEUU y Reino Unido en lo que a gasto público se refiere, aunque parecido al de Alemania. Sin embargo, las medidas de apoyo a la liquidez puestas en marcha por el gobierno japonés (lo que incluye avales a las empresas y operaciones cuasi-fiscales) equivalen al 28,3% del PIB del país, solo equiparables a las medidas que puso en marcha Alemania (27,8% del PIB) aunque inferiores a las de Italia (35,3% del PIB).

Para colmo, la inflación, tanto general como subyacente, es en Japón en este momento del 4% anual, lo que hace más inexplicable aún la actitud expansiva del Banco de Japón con su política monetaria. La proximidad de la renovación en el puesto de Gobernador hace pensar, que, quien le sustituya, hará cambios en esa política.

Gracias a esas inyecciones de liquidez japonesas y chinas las Bolsas mundiales llevan subiendo desde mediados de octubre pasado un 17%.

La única explicación plausible para este comportamiento del Banco de Japón es que, tras tantos años de deflación y de intentos fallidos de conseguir que la inflación subiera, las autoridades monetarias japonesas estén felices con la inflación ya alcanzada del 4%, lo que les permitirá abandonar su obsesión de conseguir que, finalmente, el PIB nominal de Japón pueda superar el de 2008 (¡ojo Pedro Sánchez, que a todo hay quien gane!).

El caso es que, "por fas o por nefas", el Banco de Japón está expandiendo su balance y el Banco de la China Popular también, convirtiéndose así en aliados objetivos de los gobiernos occidentales, a los que les da pavor lo de reducir el gasto, y contrarrestando la labor "benéfica" anti-inflacionaria de sus colegas de los bancos centrales de Occidente.

Los gobiernos y las Bolsas se lo agradecen y, quizás, estén salvando al mundo de la recesión.

En el año 2002 el semanario británico 'The Economist' ilustró una de sus portadas con un edificio de viviendas que volaba como si fuera un globo aerostático sosteniendo al planeta Tierra en el aire, entre nubes, y con este titular: 'Las casas que salvaron al mundo'. Eran los días, que parecían felices, de los inicios de la burbuja inmobiliaria. Ahora sabemos en qué terminó todo aquello. La liquidez china y japonesa que salva a las Bolsas en este momento y, quizás, al mundo, de una recesión, ¿en qué terminará?