No todas las recesiones coinciden con una guerra, pero sí es frecuente que las guerras coincidan con recesiones. Así, de las últimas ocho recesiones en la economía de Estados Unidos (las de los últimos 53 años) solo en dos casos la recesión no ha coincidido con una guerra de gran impacto económico: la de 2007-2009, que tuvo una dinámica puramente financiera, y la de 2020, que se decretó para combatir la pandemia denominada Covid-19.

De las otras seis, dos (1970 y 1974) tuvieron lugar durante la Guerra de Vietnam (una de ellas, complicada, aún más, por la Guerra del Yom Kippur y el embargo del petróleo de los países árabes a los aliados de Israel). Otras dos (1980 y 1981-82) coincidieron con la revolución iraní y el inicio de la Guerra entre Irán-Irak y el bloqueo de partes del Golfo Pérsico).

Una más, la de 1990-1991, se inició solo un mes antes de que Saddam Hussein invadiera Kuwait y provocara la Guerra del Golfo. La siguiente se inició poco antes del ataque terrorista a las Torres Gemelas, evolucionó durante el ataque de Estados Unidos a Afganistán, y terminó coincidiendo con el ataque (y ocupación militar) de Estados Unidos a Iraq.

No todas las recesiones coinciden con una guerra, pero sí es frecuente que las guerras coincidan con recesiones

¿Provocan las guerras las recesiones o simplemente las agravan? Aunque es sujeto digno de ser debatido, lo más probable es lo segundo: procesos de agotamiento del ciclo económico se ven agravados por los males de la guerra.

Hace un año Rusia inició la Guerra de Ucrania y, desde entonces, los augurios de recesión han sido continuos. No en vano, un mes antes de la invasión de Ucrania la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) había dejado claro que iba a endurecer mucho su política monetaria y otro tanto fue dejando cada vez más claro el Banco Central Europeo (BCE).

Con solo esas subidas de tipos de interés y la retirada correspondiente de liquidez del sistema financiero bastarían y sobraría normalmente para desencadenar una recesión, algo que todavía no se ha producido, a no ser que se acepte que Estados Unidos estuvo en recesión en el primer semestre de 2022, pues encadenó dos trimestres en que su PIB disminuyó.

Pero, para no agarrarnos a un clavo ardiendo (dado que en EEUU se suele utilizar otro criterio: el que aplica un organismo privado llamado National Bureau of Economic Research) digamos que la recesión no ha llegado a EEUU aún, aunque sí estén en recesión sus sectores de la construcción e inmobiliario, lo que en otra época ya hubiera provocado a estas alturas una recesión generalizada de libro.

Las subidas de tipos de interés y la retirada correspondiente de liquidez del sistema financiero bastarían para desencadenar una recesión

Pero es que el comportamiento de la economía global, de la producción industrial, de las materias primas, del IPC y de las bolsas no parecen haberse visto muy afectados por la Guerra de Ucrania, contra lo que suele ser la opinión más difundida, que es, además, la que más gusta a los gobiernos, pues no hay nada como echarle la culpa de todo a un factor externo sobre el que es evidente que la mayor parte de los gobiernos no tienen ningún control.

En realidad, siempre tienen muy poco o ningún control sobre la marcha de los acontecimientos, pero eso, que se podría decir en descargo de la inoperancia gubernamental, si fuera adoptado como opinión mayoritaria, terminaría siendo extremadamente disolvente para el principio de autoridad y para la necesidad que tienen las sociedades de aceptar que hay alguien que sabe hacia dónde nos dirigimos y que, también, puede corregir el rumbo si es necesario.

Lo que sería muy peligroso, pues terminaría llevándonos a la anarquía y, lo que es peor, como diría Thomas de Quincey, a no observar el Día del Señor, a faltar a la buena educación, y a dejar las cosas para el día siguiente.

La Guerra de Ucrania no ha hecho más que convivir (y en algún sector concreto agravar) con la prolongación de una serie de fenómenos económicos que venían desde uno o dos años antes de que se iniciara. Así, el crecimiento económico, que había estado flojeando desde el tercer trimestre de 2021, lo único que ha hecho es seguir cayendo después de que la guerra en Ucrania se iniciara.

A la inflación le ha sucedido algo parecido: empezó a subir con fuerza en noviembre de 2020 y para cuando se inició la guerra en Ucrania ya había subido un 6,6% en la Eurozona. Después siguió subiendo un 8,3% adicional, antes de ceder algo a partir del mes de noviembre último. Para EEUU las cifras respectivas han sido 11,2% y 5,6%.

Otro tanto puede decirse de la producción industrial que, a ambos lados del Atlántico, ya carecía de una dirección clara desde noviembre de 2020 en los grandes países de la Eurozona, y sigue sin rumbo, entre altibajos, que se han producido tanto antes como después de la invasión de Ucrania.

Al comercio mundial le ha pasado lo mismo: empezó a caer desde diciembre de 2021 y, tras diversas oscilaciones, está ahora un 3% por debajo de su nivel de entonces. En este caso, más que la Guerra de Ucrania, parece haber influido la política de Covid cero de China. En resumidas cuentas, el comercio global está casi en el mismo nivel de marzo de 2021: dos años estancado.

Ni siquiera las bolsas se espantaron mucho con la guerra pues tenían bastante de qué preocuparse por la anunciada subida de tipos de interés y por la disminución de la liquidez que, para cuando la guerra se inició, ya había caído en Estados Unidos en 342.672 millones de dólares.

Ni siquiera las bolsas se espantaron mucho con la guerra pues tenían bastante de qué preocuparse por la anunciada subida de tipos

Las bolsas suelen caer mucho en las semanas previas a iniciarse una guerra y rebotan con gran fuerza después de que se oyen las primeras bombas. Ni siquiera ha sido así en este caso, al menos en la parte de la recuperación, que solo duró un par de días.

Como la caída previa estuvo motivada por la política monetaria mucho más dura en la mayoría de los países, es imposible separar qué parte fue efecto de ésta y qué parte, si la hubo, la motivó la inminencia de una guerra, aunque parece que nadie acababa de creerse que Putin de verdad fuera a iniciar semejante carnicería en pleno siglo XXI.

Las bolsas suelen caer mucho en las semanas previas a una guerra y rebotan con gran fuerza después de que se oyen las primeras bombas

En fin, no se trata de quitarle importancia a la Guerra de Ucrania ni a su posible impacto en la economía y en los mercados pues hay sectores industriales en los que la subida pasajera del precio del gas natural a niveles extremos provocó el cierre de las factorías, tal fue el caso de los productores de fertilizantes.

Parte de esa volatilidad extrema de los precios se debió al hecho de la guerra y a la desorientación que sus consecuencias provocaban en los agentes del mercado de la energía. Alguno, como la alemana Uniper se fueron a la quiebra por eso.

Se trata de poner en su sitio el argumento que achaca todos los problemas a la guerra, como si esos problemas no hubiesen sido evidentes desde mucho más atrás. La guerra terminará (el Plan de Paz de China ya es el primer y tímido avance en esa dirección: contiene los elementos básicos de todo plan de paz), pero los problemas seguirán ahí esperando para ser resueltos.