La respuesta es un parteaguas: o se están equivocando las Bolsas, en compañía de las criptomonedas, o se están equivocando todos los demás activos financieros y tangibles. Se equivoca, o se despista, todo el mundo, y a todo el mundo le engañan alguna vez.

El níquel, que dio tanta guerra en marzo del año pasado, cuando subió de precio hasta la estratosfera (se multiplicó su precio por 2,32 en solo cinco sesiones de la Bolsa de Metales de Londres) ha vuelto a estar de actualidad por causa del fraude de que ha sido víctima la empresa Trafigura, una de las más importantes en la compraventa de materias primas.

Si en la primera ocasión el protagonismo del níquel se debió a un movimiento especulativo encabezado por “el rey del acero inoxidable chino” (movimiento que resultó fallido), en la segunda lo ha sido por un despiste en la inspección y control de quien comprara los cargamentos de níquel para la multinacional, pues terminó comprando unos contenedores llenos de chatarra, lo que le ha costado a la empresa 577 millones de dólares.

Se ve que en todas partes cuecen habas: el agente comprador de Trafigura debe de ser primo hermano del que diseñó los nuevos trenes de vía estrecha (para túneles más estrechos y bajitos aún) de (FEVE)-RENFE-ADIF.

¡Qué dolor por un descuido! Todo está salpicado errores, distracciones y falibilidad humana, no solo ahora, sino a lo largo de la historia.

Todo está salpicado errores, distracciones y falibilidad humana, no solo ahora, sino a lo largo de la historia.

Un episodio poco conocido de lo doloroso que puede resultar un despiste lo protagonizó en el siglo VI el rey Gabra Maskel, en Aksum, Etiopía, cuando embelesado por el canto de Yared, el compositor de la música litúrgica tradicional del país, no reparó en que se estaba apoyando en su lanza, y que ésta le estaba perforando un pie al cantor, quien, a lo que parece, no se atrevió a protestar.

Sin duda esa interpretación tuvo un aire de lamento lo bastante lastimero como para que no se haya repetido otra igual.

Ni qué decir tiene que el “despiste” en la elaboración de “una Ley” está teniendo consecuencias que lo más normal es que terminen provocando un corrimiento de tierras electoral. Pero como el despiste es una cualidad que suele derramarse sobre todos sin discriminación, vaya Ud. a saber qué es lo que terminará sucediendo.

Las elecciones son como las tendencias o las sesiones de Bolsa: al predecir su resultado suele acertarse con argumentos malos y equivocarse con otros que podrían terminar resultandos buenos.

El actual presidente, Pedro Sánchez, ha ganado dos elecciones y gobernado en tres períodos diferentes y consecutivos, aunque uno de ellos solo durara un año escaso y fuera consecuencia de una moción de censura exitosa y otro, de seis meses, transcurriera entre dos elecciones con resultados poco concluyentes.

Con esto ha completado tres mandatos diferentes, lo que ya es más que el número de mandatos de que disfrutaron Aznar, Zapatero y Rajoy, que salieron a dos mandatos cada uno.

Pedro Sánchez ha completado tres mandatos diferentes, lo que ya es más que el número de mandatos de que disfrutaron Aznar, Zapatero y Rajoy.

Pero ¿será esa la manera más adecuada de medir la longevidad política de Pedro Sánchez, o sería más correcto hacer las cuentas por número de años: Felipe González, trece y medio; Aznar, ocho; Zapatero siete y medio; y Rajoy, seis y medio. Para cuando se celebren las elecciones generales (si lo hacen a finales de 2023), la presencia en el poder de Pedro Sánchez habrá durado cinco años y medio.

Si nos dedicáramos a la cábala, para lo que en España tenemos muy buena tradición con el gran Moisés de León, nos llamaría la atención esa sucesión decreciente que forma la presencia en el poder de los tres últimos presidentes de gobierno: 7,5, 6,5, 5,5 años. Según esto las elecciones próximas estarían sentenciadas.

Pero como no somos aficionados a la cábala, excepto como entretenimiento cultural, habrá que recurrir a argumentos más sólidos, a pesar de que hay una evidencia que entra por los ojos: la configuración de mayorías estables sigue en la misma tendencia dificultosa que traía desde la mayoría absoluta que tuvo Rajoy en las elecciones de 2011, y los últimos meses del gobierno actual recuerdan ya el dicho del “pato cojo” presidencial (propio del segundo mandato en la presidencia de EEUU): ya nada le sale bien.

Las argumentaciones sobre lo que van a hacer las Bolsas o los mercados de bonos adolecen del mismo defecto, consistente en que “por un lado patatín” y “por otro lado patatán”.

Los economistas son tan aficionados a esa manera de argumentar que el presidente Harry Truman pidió en una ocasión que le enviaran a hablar con él únicamente economistas mancos, que solo pudieran señalar hacia uno de los lados (en inglés, que no pudieran decir “on the one hand and on the other hand".

Para evitar eso, a la pregunta de si se están equivocando las Bolsas, hay que responder de manera lo más estilizada posible diciendo que es altamente probable que sí. No porque no haya una buena razón para pensar que puedan seguir subiendo (la de la enorme liquidez reinante en el mundo y que no sabe hacia dónde dirigirse para obtener una buena rentabilidad) sino porque todo lo demás apunta en dirección contraria.

La principal razón para esperar una Bolsa muy inestable o bajista es que la curva de tipos de interés de la deuda pública de EEUU “está invertida”.

La principal razón para esperar una Bolsa muy inestable o bajista es que la curva de tipos de interés de la deuda pública de EEUU “está invertida” desde hace casi ocho meses. Estar invertida quiere decir que los tipos de interés de corto plazo son más elevados que los de largo plazo, cuando el sentido común y la práctica más normal es que se cobre más por prestar a largo que a corto plazo.

Esa situación poco frecuente de “curva invertida” termina prácticamente siempre en recesión. La pregunta no es, pues, si esto terminará en recesión en EEUU sino cuánto tiempo tardará la recesión en hacer acto de presencia. Y se supone que con las recesiones bajan las Bolsas.

Sin embargo, éstas han iniciado el año con mucha fuerza, aunque sean el único activo financiero que se ha escapado del pelotón (junto con esa entelequia que solo sobrevive gracias a la liquidez: las criptomonedas; mala compañía…).

Los demás activos siguen apuntando a dificultades económicas crecientes. El mensaje del mercado de bonos es más bien recesivo (su rentabilidad ha bajado desde el inicio del año) y el mensaje de las materias primas tampoco augura un futuro próximo muy brillante para ellas: Arabia Saudí no ha conseguido que el precio del petróleo Brent se mantenga en 100 dólares (es más, en lo que va de año ha llegado a bajar hasta 77 dólares, y en este momento acumula una subida de 0,2%, y eso gracias a la decisión rusa de reducir la producción, algo que, por otra parte, no parece haber impresionado mucho a nadie). Los metales industriales tampoco prosperan mucho de precio (desde el uno de enero solo suben un 2%).

La bajada de precio del Gas Natural es especialmente llamativa: desde el inicio de 2023, -35% en el mercado europeo, y -42% en el de EEUU. Las materias primas agrícolas suben un 1%.

Con la subida de tipos de interés, el precio de los activos inmobiliarios también está bajando en la mayor parte de los países.

Si de algo tienen fama las Bolsas es de ser un “gran humilladero”.

Sabemos que estas cosas pueden cambiar de la noche a la mañana, pero lo cierto es que las Bolsas han estado obsesionadas con subir desde principios del verano pasado e hicieron tres falsas arrancadas antes de subir de manera algo más convincente. Unas prisas tan tremendas por subir son algo impropio de situaciones como esta ya que en ninguna de las últimas 10 recesiones en la economía de EEUU iniciaron las Bolsas su recuperación antes de que la subida de tipos de interés por parte de la Reserva Federal de EEUU se hubiera terminado. Claro que, aunque todo apunta a ello, aún está por ver que haya una recesión…

En esta ocasión, las Bolsas empezaron a recuperarse en octubre pasado, cuando todavía quedaba por aumentar el tipo de interés de intervención de la Reserva Federal en un 1,75%, al que habrá que añadir todavía, como mínimo, un 0,50% más.

¿Es razonable que las Bolsas suban cuando los tipos de interés se han encarecido hasta pasar de 0,25% a 5,25%? En otros tiempos la respuesta hubiera sido no, y en éstos solo la inmensa liquidez reinante puede ayudar a sostener la opinión contraria.

¿Qué terminará pasando? ¿Ganarán la apuesta las Bolsas, o se equivocan, y quienes están adivinando mejor el futuro económico y financiero inmediato son los bonos, los metales industriales, el petróleo, el gas natural, las materias primas agrícolas y los inmuebles?

Ni qué decir tiene que en esta columna estamos en el bando de estas seis clases de activos. Pero, todo sea dicho, por ganas de apostar, porque si de algo tienen fama las Bolsas es de ser un “gran humilladero”, aunque quienes participan en ellas no sean especialmente devotos ni haya aún una ciudad con una “Calle del humilladero de la Bolsa” (en Madrid hay una “Calle de la Bolsa” y una “Calle del Humilladero”, no muy lejos una de otra, pero a nadie se le ha ocurrido, por ahora, conectarlas).