La exprimera ministra británica, Liz Truss.

La exprimera ministra británica, Liz Truss. EP

La tribuna

La fuerza de la gravedad se impone en el Reino Unido

Tras seis años, se nota la 'fatiga del brexit' y la capacidad del país para caminar en solitario en materia económica es muy pequeña.

21 octubre, 2022 02:16

Las fuerzas del mercado han demostrado ser demasiado fuertes para el experimento visto en el Reino Unido.

Mientras que tras la breve conferencia de prensa de la ya ex primera ministra, Liz Truss, del pasado viernes parecía mantener la puerta abierta a mantener algunos aspectos clave de la agenda económica de su Administración, la comparecencia del nuevo ministro de Economía, Jeremy Hunt, durante el fin de semana dejó claro inmediatamente que ahora se va a aplicar un enfoque completamente diferente a la política fiscal.

Mencionó explícitamente la posibilidad de subir los impuestos además de recortar el gasto, aunque es probable que los detalles sean dolorosos. Después de la dimisión de Truss, son recetas que se espera que aplique el nuevo Gobierno.

[Truss, esa tosca caricatura de Thatcher. Por José García Domíngez]

La aritmética fiscal apunta a opciones sombrías. Los dos cambios anunciados en primer lugar, el mantenimiento del tipo impositivo máximo del 45% y la continuación de las subidas previstas del impuesto de sociedades, sólo supondrían unos 20.000 millones de libras esterlinas de un déficit total de hasta 72.000 millones de libras esterlinas para 2027.

La cifra más alta procede de las filtraciones de The Times sobre la evaluación realizada por la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria, que contribuirá a dar forma al proyecto de presupuesto definitivo previsto para el 31 de octubre.

Incluso renunciando a los informes sobre el recorte previsto del 1% en el tipo básico del impuesto sobre la renta, anunciado el lunes, es poco probable que sea suficiente.

La eliminación de la parte restante y obvia de la versión original del paquete -el recorte de la contribución a la Seguridad Social- produciría otros 10.000 millones de libras esterlinas, pero tendría un enorme coste político.

Sin duda, Hunt tendrá que llevar su bisturí al gasto público. Un problema para Reino Unido es que no quedan muchos "frutos" que recoger después de la campaña de austeridad de la década de 2010.

"Un problema para Reino Unido es que no quedan muchos "frutos" que recoger después de la austeridad de la década de 2010"

Con un 45% del PIB, el gasto público está significativamente por debajo de los niveles observados en el resto de Europa y sólo moderadamente por encima del de Estados Unidos.

La postura del propio Jeremy Hunt va a ser delicada. Como centrista dentro del partido tory, no es un fanático de la política fiscal de "recorte y quema". Sospechamos que adoptará un "enfoque de sondeo", tratando de encontrar la cantidad mínima de esfuerzo en el lado del gasto necesaria para mantener al mercado cómodo.

Las próximas dos semanas serán críticas, ya que los inversores esperan el recorte final del proyecto de ley de presupuestos en medio de una persistente inestabilidad política, mientras esperamos por una nueva, aunque mucho más corta, carrera por el liderazgo.

El cambio de tono con la llegada de Jeremy Hunt puede bastar para apaciguar a los "vigilantes de los bonos" por ahora, permitiendo al Banco de Inglaterra mantener el grifo de la intervención directa en el mercado de bonos.

Esto suponiendo, como parece ser el caso, que los fondos de pensiones han sido capaces de deshacer muchos de los contratos de derivados problemáticos que estaban en la raíz de las ventas de bonos del gobierno del Reino Unido.

El organismo podría contar ahora con la facilidad de liquidez que puso en marcha hace dos semanas para hacer frente a la presión residual. El listón para una mayor compra de bonos es más bajo ahora que el Gobierno ha cambiado de rumbo, aunque todavía haya que poner los puntos sobre las íes: el problema del riesgo moral es menos agudo.

Sin embargo, el banco central no se libraría. Todavía tiene que calibrar su respuesta política "normal" para la próxima reunión del Comité de Política Monetaria del 3 de noviembre.

En su última entrevista, Andrew Bailey dejó claro que el endurecimiento tendría que ir más allá de lo que el Banco aún esperaba en agosto. Ahora, sospechamos que el MPC querrá tener en cuenta lo que quedará del efecto macroeconómico neto del presupuesto, así como dónde se asientan las condiciones del mercado.

En principio, el endurecimiento "espontáneo" hasta ahora ha sido tan masivo que el Banco de Inglaterra podría considerar que hay poco que añadir y que una pequeña subida -por ejemplo, de 50 puntos básicos- podría parecer suficiente.

La debilidad de la moneda -y la sensibilidad específica del Reino Unido a la inflación importada- abogaría, sin embargo, por ir más allá. El mercado puede empezar a sentirse tranquilo respecto a la trayectoria fiscal del Reino Unido, pero probablemente siga queriendo su "libra de carne" del lado monetario… 75 puntos básicos parecen ser un mínimo en estas circunstancias.

"La situación actual debe verse como la consecuencia natural del 'brexit duro'"

Más allá de los caprichos de la calibración de las políticas, la situación actual debe verse como la consecuencia natural del 'brexit duro'. De hecho, desde 2016, en cada bifurcación, el inquilino de turno en el 10 de Downing Street eligió el camino de la máxima divergencia con la UE, unas decisiones que a menudo obligaron a cambiar de personal político.

Esto es comprensible desde un punto de vista puramente político: dado que el brexit se ganó sobre una plataforma de "retomar el control", cualquier forma restante de influencia europea sobre las decisiones del Reino Unido era problemática.

Sin embargo, a medida que los daños económicos provocados por el aumento de las fricciones comerciales se hacían evidentes, sólo la estrategia de un "Singapur sobre el Támesis" seguía siendo atractiva.

El Reino Unido podría aprovechar la libertad normativa que ofrecía el brexit para ofrecer al resto del mundo una clara narrativa de oferta y libre mercado que atraería la inversión, compensando los costes de la salida.

El "único problema" de esta estrategia económica es que es perpendicular a las preferencias de la población británica. La edición de 2021 de la encuesta de Actitudes Sociales Británicas, un sondeo que realiza periódicamente el Centro Nacional de Investigación Social, reveló que solo el 6% de los ciudadanos apoya "reducir los impuestos y gastar menos en sanidad, educación y prestaciones sociales", frente al 52% que apoya subir los impuestos para poder gastar más.

El paquete fiscal presentado hace unas semanas por Kwasi Kwarteng era, pues, el único que podía casar con las preferencias del electorado: recortar los impuestos sin una reducción proporcional del gasto, contando con unos futuros "dividendos de crecimiento" para resolver la ecuación.

El "segundo problema" es que, en un contexto de aumento de la inflación y tipos de interés, es casi imposible complacer a la población y a los mercados financieros al mismo tiempo.

Es casi imposible complacer a la población y a los mercados financieros al mismo tiempo

Algunos países tienen más posibilidades que otros de sobrevivir a los experimentos fiscales sin financiación. EEUU lleva años "viviendo por encima de sus posibilidades" sin mayores tensiones financieras.

Pero esto es gracias al "exorbitante privilegio" de EEUU como emisor de la moneda de reserva mundial de referencia. La libra esterlina no goza de esa condición, por lo que cuando los fondos de pensiones del Reino Unido empezaron a deshacerse de sus Gilts en su afán por conseguir efectivo, no había una demanda estructural extranjera de bonos del Reino Unido que pudiese compensar la situación.

Ante la situación actual, viene a mi mente la operación de Suez en 1956, un "trauma fundacional" para la Gran Bretaña moderna, ya que descubrió que ya no era una "Gran Potencia".

El socio del Reino Unido en esta operación fue Francia, cuyas élites llegaron a la conclusión de que el futuro del país pasaba por una Europa más integrada. Reino Unido optó por un enfoque "equilibrado" entre Europa, su relación especial con EEUU y una persistente voluntad de seguir "en solitario".

El drama fiscal de este mes debería convencerles de que su capacidad para caminar en solitario en materia económica es muy reducida. Después de 6 años, la "fatiga del brexit" se ha asentado y hay pocas ganas por parte del principal partido de la oposición de volver a poner la cuestión europea sobre la mesa, pero este mes puede haber marcado el "pico del brexit", dando paso, poco a poco, a una mejor relación entre el Reino Unido y la UE.

[El populismo fiscal desencadenado de Liz Truss. Por Francisco de la Torre]

*** Gilles Moëc, economista jefe en AXA Investment Managers.

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