El nuevo año ha comenzado como todos: con sobrecarga de buenos deseos y esperanzas puestas en que irá mejor que el 2021. Imagino que, a título personal, tiene sentido encarar el camino con ilusión y esperanza, como actitud ante lo que nos sobrevenga. Pero, si nos centramos en la economía de nuestro país, la cosa es diferente. El precio de la electricidad, la inflación, la escasa ejecución de los fondos europeos, la incertidumbre y el riesgo que no desaparece, explican que nuestra mirada hacia el devenir económico del año que empieza no sea positiva.

Las previsiones de la actuación del gobierno incluyen aumento en los impuestos, en concreto, el Impuesto de Sociedades, el IRPF, las cuotas de autónomos y el impuesto de matriculación. Una tendencia que, aunque se pinte como imprescindible, no lo es, habida cuenta de que en otros países, la dirección es la opuesta. Por ejemplo, en Alemania se ha anunciado una rebaja fiscal de 30.000 euros. En la misma linea están Holanda, Italia y veremos a ver qué promete Macron en campaña electoral.

No parece que sea la mejor idea cuando estamos en una fase de crecimiento de la inflación. Un aumento que se ralentiza pero que seguirá mermando el poder adquisitivo de los españoles hasta la primavera, como mínimo. Podría pensarse que ese plazo no es para tanto, entre otras cosas porque los fondos Next Generation ya están aquí.

No parece que en un momento de crecimiento de la inflación se suban los impuestos

Pero esto es como el juego: para hallar la probabilidad de que la siguiente apuesta sea X, hay que tener en cuenta la riqueza previa del jugador. Un jugador pobre no apuesta lo mismo que uno rico. El comportamiento humano no es homogéneo ni automático. Esta es la razón por la que un leve aumento sostenido de la inflación no genera las mismas tensiones si estamos en época de bonanza económica que si, como es el caso, las consecuencias económicas de la pandemia ya nos cogieron con el pie cambiado y la economía deteriorada. 

Mientras en Alemania se anima a la contención del gasto, aquí se justifica la subida de impuestos precisamente para poder aumentar el gasto. Es la vieja idea de que el gasto público es lo único que “levanta” la economía. Una idea rancia y equivocada que comparten miembros de diferentes partidos. Recordemos a Hayek, quien señalaba a los socialistas de todos los partidos. 

Pero esa no es la única instancia en la que el gobierno de España se está desmarcando de Europa. La otra es la que se refiere a las energías verdes. El año 2022 se abría con la Comisión Europea cambiando las reglas del juego a mitad del partido. De esta forma, la Comisión Europea planteará que el gas natural y la nuclear se puedan incluir en su listado de "energías verdes".

Las razones son varias. La primera es que mantener el compromiso de cero emisiones con el precio de la electricidad disparado es económicamente inviable sin un sacrificio extremo por parte de los ciudadanos. Alemania está quemando carbón para aliviar la situación energética y muchos otros países también están en una situación delicada.

Alemania está quemando carbón para aliviar la situación energética

La segunda razón es que hay que compensar el optimismo de la época de vacas gordas. La transición energética a un ritmo acelerado estaba muy bien cuando se pensaba que la velocidad del crecimiento era irreversible y que se avanzaría rápidamente en el abaratamiento de las energías verdes. Pero no ha sido así. La crisis de la pandemia también ha retrasado esta evolución, arruinando las exageradas perspectivas de los ecologistas.

Y la tercera razón es que, precisamente para que esta transición sea viable, es necesario un período de tiempo mayor, en el que se financien estas energías a las que se les colgó el sambenito de ser lo peor y que ahora son clave para superar este nudo energético.

¿Por qué es tan importante esta disyuntiva? Porque los gobiernos francés y alemán están poniendo por delante la supervivencia de su tejido empresarial ante el ecologismo político. Es decir, ya bastantes dificultades tienen las empresas industriales como para sobrecargar la factura energética. Por eso es tan sorprendente que el gobierno español, que ya castiga a las empresas y a los ciudadanos, añada el coste de la energía a la carga que soportamos los españoles y que está lastrando la recuperación. 

Para concluir, hay que mencionar la llegada de los fondos europeos. Como ya se explicó en este periódico, a pesar de los malos presagios, míos también, la UE dio el visto bueno al plan presentado por Calviño y se logró que los fondos Next Generation llegaran a tiempo.

Bastantes dificultades tienen las empresas industriales como para sobrecargar la factura energética

Es cierto que su objetivo (digitalización y sostenibilidad) determinan el tipo de proyectos con los que nutrir un volumen muy alto de dinero. ¿Están las empresas españolas preparadas? ¿Son esas sus necesidades? Porque no se trata de recibir dinero de Europa para lo que mi empresa necesite, sino que la finalidad se deben ajustar a los dos pilares que definen Next Generation.

Por desgracia, ser los primeros para ver si la llegada del maná europeo palia el deterioro económico no es una buena estrategia. Hay que ejecutarlos. Y ese es el talón de Aquiles de nuestra economía: somos los primeros de la clase que levantamos la mano, pero el comentario se queda en agua de borrajas. Y esto va en detrimento de las empresas y de las familias.

No sólo por el efecto económico sino por la frustración de las expectativas generadas en la población, que se asemeja un poco a la trama de la película Bienvenido, Mr. Marshall. Es ya parte de nuestra memoria colectiva la cara de los habitantes de aquel pueblo viendo pasar de largo los coches de los americanos.

En mi carta a los Reyes Magos he incluido el deseo de que nuestro gobierno acierte con la asignación de fondos y la economía remonte. Soy muy escéptica. Pero siempre me queda la ilusión de los Reyes Magos, que para eso eran magos.