"La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen para provecho de gentes que sí se conocen pero que no se masacran”. (Paul Valéry).

China está feliz con la debacle de Estados Unidos en Afganistán. Los talibanes no son santos de su devoción, pero están dispuestos a hacer negocios con ellos. Y es que China es una potencia confiablemente interesada. Además, China quiere trasladar la idea de que su modelo triunfa allá donde el modelo de Occidente fracasa.

A cambio del reconocimiento internacional que los talibanes anhelan, China ha exigido inversiones en carreteras, minas e infraestructuras, y que nieguen asilo a los exiliados de la región noroccidental china de Xinjiang. Allí, la mano de hierro china demuele mezquitas y detiene musulmanes, es decir, ofende todo lo que los talibanes adoran, pero éstos necesitan el respaldo de China, que ha pedido a los talibanes que se unan a un gobierno de unidad nacional y adopten una versión moderada del islam.

El auge talibán podría otorgar oportunidades políticas y económicas a China: Afganistán tiene 1,4 millones de toneladas de tierras raras como lantano, cerio, neodimio y otros minerales cruciales como el litio para la producción de tecnología.

En este gráfico de The Economist, podemos ver que, según YouGov, el 42% de los estadounidenses dan a Biden una calificación desfavorable por cómo ha manejado el conflicto en Afganistán, mientras que sólo el 32% le aprueba:

"Gastamos más de un billón de dólares en la guerra", lamentó Biden el 16 de agosto (casualmente, un billón de dólares es el valor estimado de los minerales de Afganistán que seducen a China). En 20 años de presencia americana, los talibanes se habían apoderado de una sola ciudad: Kunduz. Sin embargo, a partir de Zaranj en el suroeste el 6 de agosto, tomaron una capital provincial tras otra, culminando con la toma de Kabul el 15 de agosto.

El éxito de los talibanes se debe mucho al apoyo de Pakistán, la distracción de Estados Unidos en Irak, el dinero de la droga y la corrupción de las élites afganas. Pero también tuvieron agilidad: en la última etapa de la guerra, encarnaban la máxima de Sun Tzu de que el arte supremo de la guerra es someter al enemigo sin luchar.

Es demasiado pronto para decir si el triunfo de los talibanes marca el capítulo final de una guerra de 42 años con más de 117.000 afganos asesinados desde 2001:

Afganistán sigue siendo uno de los países más pobres del mundo. Es posible un panorama preocupante en la economía. El PIB de Afganistán se expandió rápidamente hasta mediados de la década de 2010. Se estancó a medida que disminuía el apoyo extranjero. Los expertos advierten que el dinero internacional podría agotarse por completo bajo el mandato talibán:

Según Financial Times, en las dos décadas transcurridas desde que los talibanes perdieron el control de Afganistán, se lograron grandes avances en salud, educación, esperanza de vida y mortalidad infantil, beneficiando especialmente a mujeres y niñas. Estos logros ahora corren un gran riesgo de ser revertidos rápidamente:

Volviendo a la estrategia internacional que hemos comentado de China, conviene recordar que el titán asiático ya se ha convertido en receptor neto de flujos financieros de las economías emergentes:

Feliz recta final de agosto. Hoy concluyo la columna semanal con esta reflexión de Heródoto de Halicarnaso: "Ningún hombre es tan tonto como para desear la guerra y no la paz; pues en la paz, los hijos llevan a sus padres a la tumba; en la guerra, son los padres quienes llevan a sus hijos a la tumba".