El mes de enero se ha caracterizado, en España, por una explosión de casos de Covid, en forma de una abrupta tercera ola, por el inicio de un programa de vacunación que ya se vislumbra como insuficiente, y por una guerra de las vacunas entre la Unión Europea y la industria farmacéutica, con el Reino Unido de por medio. Todo ello ha creado un clima de pesimismo nacional que ha tenido como remate, bastante paradójico, la reciente publicación del PIB español del cuarto trimestre.

Digo paradójico porque el dato ha sido mejor de lo que se esperaba. Así, buena parte de las previsiones, públicas y privadas, apuntaban a un crecimiento negativo en ese último trimestre de 2020: en media -3%, en el panel de FUNCAS, con un rango que iba desde el -8% de alguna entidad bancaria al -0,8% del Banco de España. Pero al final ha habido un crecimiento positivo del +0,4%. Solamente la AIREF había hecho pública una previsión muy positiva (+1,3%) que, al final, ha pecado de optimista, aunque moralmente se deben dar por vencedores.

Pero empecemos por el balance de la pandemia durante enero, hasta el día 30 (los datos se deberían elevar en un 3,3% para completar el día que falta del mes), algo que recojo en la Tabla 1. Como es habitual, utilizo el color verde para señalar a los países o regiones que han mejorado en enero con respecto a diciembre, el color rojo para los que empeoran y el negro para los que se mantienen más o menos estables. También incluyo los datos de noviembre, para recordar de dónde venimos.

Fuente: Wordlometers, Ministerio de Sanidad y elaboración propia @migsebastiang

Sin duda, lo más llamativo de la Tabla 1 es el color verde para el dato del “total del mundo”. En efecto, el mes de enero ha sido el primero de toda la pandemia en que se ha reducido el número de nuevos casos en el total mundial. Solamente este dato debería ser motivo para compensar algo del pesimismo recientemente instaurado en nuestro país.

Es verdad que la caída no es muy significativa, menos de un millón de casos, y que seguimos muy por encima de lo registrado en noviembre. Pero se trata de un cambio de tendencia que, además, ha tenido lugar sobre todo en la segunda quincena del mes. También destaca que EEUU ha dejado de tener color rojo, por primera vez en la pandemia. Es decir, incluso ajustando por el día que falta para completar el mes, ha tenido menos casos que en diciembre, aunque sea marginalmente.

Rusia, Turquía y la India han mejorado de forma significativa, como también lo han hecho Australia y Corea, tras el susto de diciembre. Por el contrario, China ha sufrido varios rebrotes, que controla de forma contundente, pero Japón empieza a meterse en ritmos de contagios preocupantes, dada la evolución de la pandemia en ese país. Solamente en enero ha tenido el 40% de todos los contagios sufridos en toda la pandemia. Ello ha arrojado dudas sobre la celebración de los JJ.OO. en este país, previstos para este verano tras la suspensión del dicho evento el año pasado.

Latinoamérica también ha sido duramente golpeada este mes de enero. Brasil, con 1,5 millones de casos nuevos, lidera este ranking, aunque la situación de Colombia y México es también alarmante. La otra región del mundo donde domina el color rojo es Europa (excluyendo Rusia y Turquía), que ha rebotado en enero, aunque sin llegar a los niveles récord de noviembre.

Dentro de nuestro continente hay bastante heterogeneidad. Reino Unido, España, Francia y Portugal han empeorado de forma notable, mientras que Alemania, Italia, Polonia y países más pequeños como Grecia o Finlandia, han mejorado. El repunte más fuerte en relación a diciembre lo ha sufrido España, que ha más que triplicado sus datos de diciembre. Portugal los ha multiplicado por 2,6 y el Reino Unido por 1,5.

Es verdad que tanto Reino Unido como Portugal se encuentran en una situación dramática. Pero ya estaban mal en diciembre y su repunte en enero no ha sido el más elevado del continente. Por el contrario, España había alcanzado un buen registro en diciembre, muy por debajo de los contagios de noviembre, octubre e incluso septiembre. Pero todo se echó a perder con las navidades.

En el Gráfico 2 recojo la evolución, para los 5 grandes países europeos, del número diario de casos en enero. El Reino Unido ha dominado la evolución de los contagios. En el resto de los países destaca la diferente evolución relativa: España empezó el mes como el mejor de los 4 grandes países de la UE y ha terminado destacado como el peor. Lo contrario ha ocurrido con Alemania y, sobre todo, con Italia.

Fuente: Worldometers, Ministerio de Sanidad y elaboración propia @migsebastiang

Frustración con el ritmo de vacunación

El inicio de la campaña de vacunación simultánea en toda la UE, el 27 de diciembre, y la publicación del ranking de dosis administradas, abrió un efímero periodo de autocomplacencia: “Estamos en el grupo de los diez mejores del mundo”, “somos uno de los cinco mejores países de la UE”.

Sin embargo, la explosión de la tercera ola y la necesidad de contar con una fecha de recuperación de la normalidad, aunque fuera lejana, disparó el interés por medir la evolución de nuestro proceso de vacunación en función de ese objetivo a largo plazo, y no de la comparación con otros países que van peor que nosotros. Calcular el ritmo óptimo es fácil si se cuenta con un objetivo cuantitativo claro.

En el caso español, no se ha establecido nada específico, como sí lo ha hecho Biden: 1,5 millones de dosis al día, todos los días de la semana. En España solo se ha concretado la fecha, el 1 de julio, alrededor de la cual hemos oído frases, que luego hay que traducir a objetivos concretos. En particular, hemos escuchado tres afirmaciones diferentes, en relación a esa fecha:

- El “70% de la población va a estar vacunada”. Dado que somos 47,2 millones, eso supone unos 33 millones de personas a vacunar, 66 millones de dosis administradas.

- El “70% de la población de más de 16 años va a estar vacunada”. Como los menores de 16 son unos 7,6 millones, la frase equivale a unos 28 millones de personas, 56 millones de dosis.

- El “70% de la población de más de 16 años va a estar inmunizada”, es decir que, además de los jóvenes, podemos suponer que no se va a vacunar inicialmente a los ya inmunizados por haber pasado la enfermedad. Unos 5-6 millones de personas. En este caso, se necesitaría vacunar a unos 20 millones de personas, 40 millones de dosis. Esto equivale a unas 218.000 dosis diarias, todos los días del año, sin excepción.

Para que el cumplimiento del objetivo sea el más fácil posible, me quedo con la tercera de las frases, la menos exigente. Además, resulta coherente con el objetivo del Presidente Biden, dado que la población de EEUU es 7 veces la de España.

En el gráfico 3 presento el perfil del objetivo acumulado y el número de dosis administradas hasta la fecha. No ha habido ningún día en que hayamos alcanzado las 100.000 dosis administradas, menos de la mitad del objetivo diario. Por ello, no es de extrañar que, en lo que llevamos de enero, ya tenemos un gap acumulado de unos 4,8 millones de dosis por debajo del objetivo. Eso equivale a unos 22 días de retraso, con respecto a la fecha prevista, y ello suponiendo que, a partir de febrero, comenzáramos con el ritmo de 218.000 diarios, algo imposible en las actuales circunstancias.

Fuente: Ministerio de Sanidad y elaboración propia @migsebastiang

La guerra de las vacunas

La presión por el repunte de casos en muchos países europeos y los mencionados plazos asociados a los ritmos actuales de vacunación han hecho estallar el nerviosismo en todas las capitales europeas y en la sede de la Comisión Europea (CE).

Esta había negociado con una sola voz, en nombre de los 27 países de la Unión, una estrategia inteligente dado que, además de haber financiado su investigación y desarrollo, al hacer uso de su poder de compra (“monopsonio”) consiguió unos precios muy razonables para todos los ciudadanos europeos.

En particular, ejerció dicho poder de monopsonio con la farmacéutica Astra-Zeneca, por ser la más “europea” de las 3 vacunas occidentales que más avanzadas llevaban sus fases de desarrollo. Esta empresa surge de una fusión en 1998 entre la sueca Astra y la británica Zeneca y, cuando se negocia el acuerdo con la CE, formalmente el Reino Unido todavía formaba parte de la UE, o al menos se han agarrado a ese argumento para ofrecer un aparente trato de favor a los ingleses.

La empresa posee cuatro plantas en Europa, una en Suecia, donde está el centro de I+D, otra en Bélgica y dos en el Reino Unido. Pero el Reino Unido fue más rápida en la aprobación de la vacuna, que la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) no autorizó hasta el mismo viernes, cuando ya había estallado el conflicto por un posible “incumplimiento de contrato”.

La teoría económica ya señala que los acuerdos de monopsonio son, por definición, poco transparentes, pues el comprador está forzando a unos precios muy por debajo de los que existirían en un mercado competitivo. Es decir, justo lo contrario del monopolio. Pero, al igual que éste, los acuerdos son inestables, pues, si surgen otros compradores, el incentivo del fabricante es a romper el contrato.

Al final parece que se ha llegado a algún nuevo acuerdo. El precio pactado originalmente se mantiene, pero sólo hasta el 1 de julio, y con las cantidades prometidas se “harán todos los esfuerzos” para ser atendidas. Como medida de presión la CE ha decidido controlar las exportaciones desde las dos plantas europeas. Pero esta medida es más cosmética que real, porque el problema es la necesidad de recibir parte de las dosis fabricadas en las dos plantas del Reino Unido, es decir, importarlas.

Con Pfizer y Moderna, el problema es de otra dimensión. Moderna es una empresa americana y recibe presiones para atender la fuerte demanda del programa de Biden. Y, pese a la alianza con la alemana BioNtech, Pfizer es una empresa americana, que sólo tiene dos fábricas en Europa. Por ello, la vía de ampliar su capacidad de producción es llegar a acuerdos amistosos con otros fabricantes.

Este es el caso del acuerdo de BioNtech con Sanofi, la empresa francesa que está desarrollando su propia vacuna, y que se compromete a producir 125 millones de dosis en su planta de Frankfurt, cerca de BioNtech, pero sólo a partir del verano.

El resto de las vacunas en el pipeline, deben acelerar sus procesos de desarrollo, probablemente con apoyo financiero europeo. Ello incluye la propia vacuna española. Y la Unión Europea tampoco debe dar la espalda, como ha hecho hasta ahora, con las opciones rusa y china, que ya están comprando muchos países.

Más allá de la tensión creada por estos rifirrafes con la industria, la buena noticia es que, finalmente la Unión Europea parece que le ha visto las orejas al lobo. De ser la EMA la agencia más lenta en los procesos de aprobación, podría convertirse en la más rápida en los próximos meses. Y, de pretender la CE que, con los contratos firmados desde el “monopsonio” era suficiente para resolver el problema de suministro, la Unión Europea se ha dado cuenta de que hay que trabajar intensamente desde el punto de vista de la política industrial. La abandonada política industrial. Tan necesaria y tan europea como la política monetaria o la presupuestaria.