La iniciativa de fusión entre Bankia y Caixa Bank conformará la primera entidad bancaria española. Esto supone un paso más en el proceso de consolidación del sistema bancario español en línea con las recomendaciones del BCE y, también, con un entorno, definido por la globalización de los mercados financieros, por la revolución tecnológica en curso, por la pérdida de rentabilidad de la banca en un escenario de tipos de interés como los actuales y por la emergencia de competidores no convencionales.

Ello parece aconsejar la integración de instituciones financieras en búsqueda de las economías de escala que las permitan generar ratios de eficiencia, rentabilidad y capital superiores a los actuales.

A priori, el proyecto de integración ha sido recibido de manera positiva por los mercados lo que se ha traducido, como sucede en estos casos, en lo que en términos técnicos se considera un retorno anormal en la valoración de las acciones de la institución que de facto será absorbida, Bankia, en el primer día de su cotización tras el anuncio de la fusión.

En sentido contrario, suele ser usual, la presunta entidad absorbente Caixa Bank ha registrado una corrección a la baja en la Bolsa.

La creación de un banco de este tamaño plantea una serie de interrogantes acerca de un aspecto fundamental que suele obviarse con demasiada frecuencia: la creación de valor para los accionistas. Al final, ese es y ha de ser el objetivo básico de los gestores de cualquier empresa privada y, en consecuencia, de la banca.

Desde esta perspectiva, la dimensión solo tiene sentido si se traduce en mayores beneficios a medio y largo plazo para sus propietarios, salvo que estos por las razones que sean persigan otras finalidades o decidan destinar una parte de los recursos a ellas; por ejemplo, a financiar actividades consideradas política o socialmente convenientes.

La dimensión del banco solo tiene sentido si se traduce en mayores beneficios a medio y largo plazo para sus propietarios

Si se tienen en cuenta las fusiones bancarias en el periodo anterior a la Gran Recesión, es posible extraer una serie de conclusiones. En primer lugar, suelen crear en términos agregados valor para los accionistas;  en segundo lugar,  tienen mejores resultados las que se realizan entre bancos que operan en el mercado doméstico; en tercer lugar, son más provechosas para los accionistas las realizadas mediante cash que las instrumentadas a través del canje de acciones; en cuarto lugar generan mayores sinergias las que se producen entre entidades con negocios complementarios y en quinto lugar, generan más valor las realizadas entre bancos, en términos relativos, pequeños o medianos (Value Creation of Europeans Bank, Merger and Acquisitions in 1998-2007 Period, Teply P., Starsa H, Husky G, mi do, 2008).

Desde esta perspectiva, la unión de Bankia con Caixa Bank cumpliría las dos condiciones primeras antes enumeradas y no satisfaría las tres ultimas. En la practica, ambos bancos son grandes y con matices tienen el mismo modelo de negocio, centrado en particulares.

Esto significa que las mejoras de eficiencia deberán, ceteris paribus, obtenerse con reducciones de costes más que con aumentos de ingresos. Sin duda, esta estrategia puede y habrá de cambiar a medio-largo plazo, pero será la primera tarea a corto que tendrá que acometerse para mejorar la rentabilidad del banco. Ello implica un drástico ajuste de personal y de estructura que será un proceso largo y, en cualquier caso, costoso.

Por otra parte, el banco nacido de la unión tendrá una casi absoluta concentración de riesgo en España ya que carece de una implantación internacional significativa. Esto le hace depender en demasía del ciclo financiero y económico español lo que aumenta su vulnerabilidad ante la adversa adversa evolución de éste y lastra su capacidad de aprovechar las ventajas derivadas de una diversificación sustancial de su actividad en el exterior. Aunque eso no constituye una desventaja en estos momentos, porque se está ante una crisis global, si constituye una evidente debilidad de cara al futuro.

La composición accionarial del nuevo banco es singular. Los accionistas mayoritarios serán el Estado y una Fundación. Esto se traduce en la evidente posibilidad y la razonable sospecha de que su gestión se vea condicionada por factores que supongan en la práctica una relegación a segundo plano de la maximización de los beneficios.

Esta hipótesis no es en absoluto descartable y tiene el serio riesgo de penalizar la cotización del banco en el mercado de capitales. Ello tiene una especial trascendencia porque ostenta una posición relevante en el capital un Gobierno cuyas credenciales no son las mejores para ofrecer confianza a los inversores.

En este contexto, sería muy adecuado que el Gobierno no tuviese participación en los órganos de administración del banco, renunciase a ejercer sus derechos políticos y anunciase de manera explícita que su presencia accionarial será temporal.

Esto constituiría una señal inequívoca a los mercados de su compromiso con una gestión profesional de la entidad y su voluntad de no condicionarla. Por eso, la configuración del futuro Consejo de Administración de la nueva entidad financiera será un test muy importante para intuir su trayectoria. Si se convierte en un acomodo para personas ligadas al Ejecutivo de manera directa o indirecta será una pésima señal.