Los mercados lo pedían a voces y han obtenido contestación. Ahora son ellos los que no responden. Los bancos centrales han desempolvado su artillería pesada para combatir el previsible impacto económico del coronavirus y, sin embargo, las bolsas no remontan. Al menos no con la contundencia con la que venían cayendo. ¿A qué están esperando?

Esta es la pregunta que muchos pequeños inversores se están haciendo en los últimos días. Especialmente desde que el Banco Central Europeo (BCE) ha decido dejarse de rodeos y enmiendas de discurso para pasar a la acción. Sin embargo, las grandes casas de análisis tienen claro que la ecuación para el rebote no es tan sencilla como una lluvia de billones. La bolsa, que muchos definen como el mercado más miedoso, necesitará de muchas más certezas para emprender el camino de regreso.

La pista más evidente de que el giro alcista será complicado está en el puro análisis de las gráficas de los principales índices mundiales. El indicador bursátil más seguido del mundo, el Dow Jones estadounidense, se ha dejado desde sus máximos recientes un sonoro 32%. Si la cifra ya es llamativa de por sí, lo es más cuando se tiene en cuenta que los analistas técnicos convienen en que un mercado entra en terreno bajista cuando el descenso con estos parámetros alcanza el 20%.

El caso del Dow Jones no es un hecho aislado. El hundimiento al que han asistido los mercados desde que el Covid-19 dio el salto desde China hasta Europa, y después al resto del mundo, alcanza el 22% en el hongkonés Hang Seng, un 31% en el japonés Nikkei 225, el 36% en el español Ibex 35 y otro 36% en el paneuropeo EuroStoxx 50.

Todos baten la marca a partir de la cual los expertos del análisis técnico consideran que el camino de vuelta se complica con hartura.

Números imposibles

Por lo que se refiere a una perspectiva más dirigida hacia factores fundamentales, la clave está en el difícil cálculo de cuántos miles de millones de euros dejará de producir cada economía por impacto del virus de Wuhan. Sin salir de España, los primeros cálculos hablan de al menos dos trimestres consecutivos de contracción económica.

Cuando la epidemia no auguraba un futuro tan incierto como ya lo hace, Funcas se apresuraba a calcular la ‘pérdida’ de 1.300 millones en el PIB nacional. En los últimos días no han faltado los informes que, en el mejor de los casos, han concedido un crecimiento cero a España.

Imagen de archivo de unas oficinas de Lehman Brothers.

La agencia de medición de riesgos Fitch Ratings ya habla de una contracción del 0,8% y, a razón de las dificultades de Italia para retomar el pulso normal de la vida y la economía, todo parece apuntar a que los peores augurios resultarán más acertados que aquellos más amables. Esto podría incluir la temida recesión global a la que ya apuntan sin rodeos grandes firmas de inversión como esta misma, JP Morgan, Pimco y Bank of America, entre otras.

Aunque el desencadenante ahora es muy distinto de aquel de octubre de 2008, cuando la quiebra de Lehman Brothers desencadenó una profunda crisis financiera, los economistas coinciden en señalar que el abismo de la recesión que queda por delante es igual de profundo e incierto que entonces, cuando hubo que esperar medio año hasta que el Dow Jones cerró por primera vez un mes en positivo.

Tras la estela de Bernanke

El hundimiento del banco neoyorquino se produjo a mediados de septiembre. El ‘helicóptero Bernanke’, como se calificó despectivamente al primer QE de la historia, no llegó hasta noviembre, los tipos oficiales no se rebajaron al 0% hasta diciembre y no fue hasta marzo de 2009 que el índice de industriales logró al fin un tímido rebote del 3%. Y todo después de haber perdido un 29% desde aquel fatídico septiembre.

Aunque ahora, tanto la virulencia del desplome como la llegada de la respuesta han sido mucho más ágiles, todos dan por hecho que aún queda mucho por conocer, calcular y reconducir. “Es muy difícil poner precio a esta crisis”, señala Benjamin Melman, director global de inversiones del centenario banco suizo Edmond de Rothschild.

En lo que coincide el grueso de los expertos es en que, al menos, después de días de titubeos, los bancos centrales ya han dejado claro que están dispuestos a “renunciar a los límites sobre emisores y emisiones” que hasta ahora se habían autoimpuesto. Así lo explica Andreas Billmeier, analista de deuda pública de una filial de la gestora estadounidense Legg Mason.

Desde la alemana Allianz remarcan que el verdadero valor de las medidas anunciadas en los últimos días radica en dos pilares. En primer lugar, la promesa de liquidez para evitar un cierre del grifo de financiación a empresas y familias que agrave la crisis que, ya de por sí, provocará el cierre de fábricas y oficinas por la pandemia. “A imagen y semejanza del ‘haremos todo lo que sea necesario’ de Draghi”, señalan desde Unigestion.

El eco de los presupuestos

Además, porque los programas de estímulo económico anunciados en las últimas horas refuerzan el mensaje de un respaldo sin limitaciones a los responsables de formular las políticas presupuestarias y fiscales de cada economía. Por eso, desde la casa germana añaden que ahora se trata de que los estados vayan respondiendo con un “cueste lo que cueste”.

El grupo financiero español Dunas Capital coincide en que aquí está la fuerza de los últimos mensajes de los bancos centrales, porque se ha pasado del ‘haremos lo que podamos’ al ‘haremos lo que haga falta’. Este es el punto que explica que la casa francesa Axa celebre que “por fin [llega] un programa realmente bueno” o que el banco privado belga Degroof Petercam señale que “el BCE se ha hecho de rogar, pero sale con toda la artillería”.

La presidenta del BCE, Christine Lagarde, junto al vicepresidente Luis de Guindos.

Desde la firma de asesoramiento independiente Diaphanum, Carlos del Campo, miembro de su equipo de inversión, subraya que la efectividad de las “medidas excepcionales” que están aplicando los bancos centrales “para ayudar a la transmisión del crédito a los sectores más vulnerables” dependerá en buena medida de que “se vayan implementando las políticas anunciadas por los gobiernos”.

Y para ver efecto en la bolsa, añade, habrá que esperar a que se aprecie “una mejora en el ritmo del crecimiento de infectados”. De esta manera se podrá establecer más fácilmente la magnitud del impacto sufrido y los recursos necesarios para su reparación.

Sorpresas para ganar tiempo

A la espera de que los números vayan siendo más certeros, desde Bank of America señalan que el BCE y sus colegas “han comprado tiempo” para recibir este eco. El estratega jefe de Vontobel AM, Frank Häusler, subraya que “si los bancos centrales y los gobiernos, a través del gasto fiscal, se aseguran de que no haya demasiados impagos y de que todos recibamos un cheque dentro de tres meses, la economía debería estar bien a finales de año”.

Con este calendario, que recuerda al de 2008 que ya se ha mencionado, el experto insiste: “Tan pronto como los mercados crean en este relato, será el momento de comprar acciones”. Hasta entonces, la tormenta desatada sobre las bolsas podría calar aún más, impermeabilizándolas frente a cualquier estímulo alcista.

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