El mercado esperaba ansioso la cita, pero no hubo química. En lugar del aplaudido “todo lo que sea necesario” de Mario Draghi en julio de 2012, los inversores se toparon este jueves con un “no estamos aquí para eso” de boca de Christine Lagarde. La que era su prueba de fuego al frente de la institución que preside desde noviembre, se convertía en un incendio.

En lugar de sacar la artillería pesada, o al menos señalarla como hizo Draghi hace ocho años, Lagarde apostaba por obuses de corto alcance en su lucha frente a la amenaza económica que supone el avance del coronavirus. Pero no solo eso. Además, cedía la primera línea de fuego a las autoridades políticas de la Eurozona, a las que -como ya hizo el miércoles- les exige liderar la ofensiva con estímulos fiscales.

Por si quedaban dudas en la sala, la exministra francesa insistía: “Nadie puede pensar que los bancos centrales pueden estar en la primera línea de la respuesta”. Unas declaraciones que suponían un cambio radical de discurso con respecto al que había manejado su predecesor. El mismo que aseguró que solo con las herramientas que tenía a su alcance como presidente del BCE tenía “suficiente” para asegurar la supervivencia del euro en plena crisis de deuda periférica.

Un paso atrás

Las grandes gestoras que más agilidad se daban en dictar sentencia sobre el desempeño de Lagarde coincidían: falta de arrojo en la defensa de la Eurozona. No tanto por falta de estímulos, sino de palabras. Pimco, el mayor inversor institucional del mundo en renta fija, sentenciaba en su informe: “El BCE se queda corto”.

Desde el banco de inversión suizo Julius Baer analizaban que el paso atrás de la también ex directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) se traducía en que “somos rehenes de políticos que tienen que actuar rápido”. Y advertía: “El peor escenario no está puesto en precio todavía”. Y ese peor escenario no es otro que el del temido abismo de la recesión.

Mario Draghi entrega la campana de gobierno del BCE a Christine Lagarde.

Aunque los motivos no se lleguen a conocer, lo cierto es que Lagarde se apresuró a matizar sus palabras. Si en la conferencia de prensa seguida a la reunión de gobierno del BCE en Fráncfort aseguraba que su trabajo no incluye “calmar primas de riesgo”, en una entrevista inmediatamente posterior con la CNBC matizaba su “total compromiso por evitar cualquier fragmentación en un momento difícil para la Eurozona”. Algo que, entonces ya sí, incluían “las altas primas de riesgo que dañan la transmisión de la política monetaria”.

Sin embargo, era demasiado tarde. “En el mundo de los bancos centrales la primera palabra es la que vale”, señala un experimentado gestor de carteras, al poner nota al desempeño de Lagarde delante de los micrófonos. Esta ha sido la mecha que ha prendido un incendio en el que los inversores “han salido en estampida de Italia, el mercado de deuda más vulnerable de Europa”, como señala el estratega senior de Schroders, Azad Zangana, que no menciona que es también el país de la región más sacudido hasta ahora por el coronavirus.

Para Didier Saint-Georges, miembro del comité estratégico de inversión de la gestora francesa Carmignac, “la buena noticia es que Lagarde fue muy sincera”. Y en esta definición incluye que “la tan manida declaración de que lo realmente necesario es ‘una respuesta de política presupuestaria ambiciosa, coordinada e inmediata’ constituye el reconocimiento de que la política monetaria ha alcanzado sus límites”.

Estas afiladas críticas al discurso de la actual presidenta del BCE casan muy bien con el hecho de que haya defendido que “había un apoyo general a usar todas las herramientas disponibles y ajustar todos los instrumentos” pero, sin embargo, no lo haya hecho. Ella misma se encargaba de dejarlo claro una vez más: “No pretendo decir que esto sea un ‘lo que sea necesario’ parte dos”.

Comparaciones odiosas

Con eso se han quedado, de momento los mercados. La gestora estadounidense Legg Mason, que en los últimos días ha recibido en casa un recorte de tipos por sorpresa y el enésimo manguerazo de liquidez a corto plazo por parte de la Reserva Federal (Fed), reconocía que la rueda de prensa de Lagarde resultaba “un poco decepcionante”.

Las críticas llegan incluso desde la firma alemana Allianz, que considera que los estímulos adoptados “son convincentes”. Sin embargo, es tajante al señalar “cierta torpeza en su comunicación” por parte de la mandataria. Y, de nuevo al origen del incendio: “En particular cuando mencionaba que el BCE no está ahí para hacer frente a los diferenciales de deuda”.

Desde la casa británica Janus Henderson se apostilla: “Ha hecho lo que ha podido”. Y lo que se puede no es lo mismo que “lo que sea necesario”. Una expresión que hasta el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, no ha dudado en repetir cada vez que ha explicado las iniciativas desplegadas por su equipo para hacer frente a la amenaza del coronavirus hacia la economía nacional.

A Lagarde, quizá por eso de marcar distancias, se le ha resistido. Y los mercados han huido de la cita llevándose por delante miles de millones de euros en valoración de activos tan variados como el oro y las acciones de una legión de ‘smallcaps’ europeas.

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