¡Parece que ha pasado un siglo desde que escribí mi última columna de opinión –El mundo se acaba y nuestra especie con él–, justo después de las elecciones y del parón estival! El mundo todavía no se ha acabado, pero los acontecimientos demuestran que la emergencia climática es una realidad incuestionable. 

Han pasado tantas cosas que no acababa de decidir sobre qué debía escribir hoy: plástico, tarjetas de crédito, logística, hidrógeno multicromático… Al final he decidido inclinarme por la noticia más reciente: la 18ª Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del G20 celebrada en Nueva Delhi (India, lo que algunos quieren llamar Bharat). 

Seguro que habéis leído algunos titulares sobre la declaración de sus líderes y el nuevo toque de atención de António Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), sobre el hecho de que todavía pueden detener el colapso climático, pero que para ello es básico cambiar las reglas. En concreto, dijo que "la crisis climática está empeorando dramáticamente, pero la respuesta colectiva carece de ambición, credibilidad y urgencia".

EL Sr. Guterres pidió al G20 que se comprometa a mantener vivo el objetivo de limitar el aumento de la temperatura media mundial a 1,5 ºC y planteó un pacto de solidaridad climática, en el que los grandes emisores hagan esfuerzos adicionales para reducir las emisiones; y los países más ricos apoyen a las economías emergentes para lograrlo. Me gusta la idea porque plantea dos velocidades, instando a los países desarrollados a alcanzar el cero neto lo más cerca posible de 2040, y a las economías emergentes lo más cerca posible de 2050, proponiendo una eliminación gradual del carbón para 2030 en los países de la OCDE y 2040 en todos los demás. 

Llegados a este punto es importante recordar que los países que forman el G20 representan el 90% del PIB mundial y un 80% de las emisiones globales. Así que es justo y necesario reconocer que no podemos exigir lo mismo a los países que componen las economías emergentes que a los grandes contaminantes. 

Pensando en esta disparidad, me viene a la cabeza un ejemplo basado en las técnicas de caza que se usan o se han usado en África hasta no hace demasiado tiempo: provocar incendios para que los animales huyan hacia las trampas que han puesto los habitantes de zonas remotas para poder comer y abrigarse.

Igual os parece increíble, pero actualmente, en el siglo XXI, todavía existen algunas aldeas recónditas en Angola y en otros países de la zona donde sus habitantes están totalmente aislados y no tienen contacto con el resto del planeta. Lógicamente, cada vez hay menos aldeas así, pero es innegable que estas personas que queman bosques para sobrevivir no son responsables del cambio climático, aunque también sufren sus consecuencias.

Con esto quiero secundar las palabras de António Guterres: "La crisis climática se está saliendo de control. Pero los países del G20 tienen el control". La naturaleza es muy poderosa, pero es imprescindible que cada país se responsabilice y se solidarice mucho más con acciones reales y concretas, como mejorar la arquitectura financiera mundial.

En este medio leí hace poco un artículo titulado ¿Quién es Sophia Kianni? La persona más joven que asesora a la ONU sobre el cambio climático y me gustó su discurso sobre la responsabilidad individual. Ella nos invita a dejar atrás conceptos como la huella de carbono (dice que lo popularizó una agencia de publicidad contratada por empresas productoras de combustibles fósiles) y lamenta que haya un sentimiento muy poderoso que hace que la gente no quiera seguir formando parte de la conversación del cambio climático.

No me olvido de algunas de las declaraciones del G20. Personalmente, me quedo con que han acordado triplicar la energía renovable antes de 2030, se han comprometido a facilitar el acceso a los países en desarrollo a financiación de bajo coste para las tecnologías energéticas limpias y sostenibles, se ha incluido a la Unión Africana (UA) en el grupo de los países desarrollados y emergentes; y un tema tan importante como la reestructuración de la deuda.

La responsabilidad y la contribución individual son importantes, pero el papel de los países es fundamental. Evolucionar el estilo de vida para el medioambiente, con elecciones ambientalmente sostenibles y responsables, es un buen principio. Hacerlo tanto a nivel de estilos de vida individuales como de desarrollo nacional genera acciones transformadoras a escala mundial que resultan en un futuro más limpio, más verde y más azul es mucho mejor, porque tiene un efecto multiplicador...

De esto iba el lema de la Presidencia del G20 de la India –Vasudhaiva Kutumbakam, una frase sánscrita que significa "El mundo es una familia". El mensaje está claro, hay que priorizar el bienestar colectivo, hay que pensar en el bienestar de los demás, fomentando la solidaridad y la responsabilidad.