Lo deja claro nada más empezar la entrevista: “Soy ingeniera por casualidad, por azar. Cuando era pequeña se me daban fatal las matemáticas, pero lo que sí tenía claro es que quería dedicarme a una profesión con la que poder ayudar a la gente”.

Por eso, cuando Cristina Aleixendri (Barcelona, 1991) llegó a Bachillerato, su intención era cursar ciencias de la salud, condicionada en parte por “la atención que doctores y doctoras dispensaban en el hospital a mis abuelos cuando les acompañaba en sus ingresos”, reconoce.

Una carrera técnica no figuraba entre mis opciones, a pesar de que ya le había cogido el gusto a las matemáticas y la física en la ESO”. Afortunadamente, antes de tomar la decisión que le llevaría hasta donde está hoy, se cruzó en su vida una profesora que supo ver su potencial y fue capaz de transmitirle que estudiando una ingeniería también podía hacer eso que tanto ansiaba: contribuir a crear una sociedad mejor. 

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Eligió aeronáutica, aunque admite que la especialización no ha sido determinante. “Lo que me gusta como ingeniera es resolver problemas, aportar soluciones de una forma tecnológica”. En su caso, además, con algo que solo tiene que ver de refilón con la carrera que finalmente cursó: reducir la contaminación que genera el transporte marítimo.

Así fue como nació Bound4blue. Un proyecto al que se unió junto a sus actuales socios, José Miguel Bermúdez y David Ferrer, con un objetivo muy claro: “Ayudar a esta industria a ser más rentable y sostenible”, asegura. 

Una vela rígida propulsada por el viento

Aleixendri es la cara más visible de esta empresa. Quizá por su vehemencia –que queda más que patente a lo largo de la entrevista que mantiene con D+I– y porque en los últimos meses no para de recibir reconocimientos por su trabajo, entre ellos haber sido finalista de los ‘Premios MAS-Mujeres a seguir’ o el galardón ‘Mujer Ingeniera Excelente 2022’ de Talgo.

En Bound4blue han diseñado un “vela rígida de succión” que puede instalarse en prácticamente cualquier embarcación, “la única excepción son los portacontenedores, que suponen solo el 12% de la flota mundial, porque el espacio que se necesita para colocar nuestro sistema se le restaría a la mercancía que pueden transportar, y el ahorro de costes que supone lo primero no compensaría las pérdidas por lo segundo”, apostilla.

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Esta vela viene a sustituir a los motores que propulsan a las embarcaciones para reducir el gasto en combustible, que suponen el 60% de los costes operativos, y al mismo tiempo disminuir la contaminación de un sector que representa casi el 3% de la emisión de gases de efecto invernadero, según la Organización Marítima Internacional (OMI, por sus siglas en inglés).

“El 90% de las mercancías se transportan en barco, ya sea parcial o totalmente, y en 2014 la OMI ya empezó a poner objetivos medioambientales más estrictos para reducir su impacto”, explica Aleixendri. “La alternativa era recurrir a combustibles ‘más limpios’, pero la estimación es que serían entre tres y 10 veces más caros que el tradicional”. 

La Naumon, la embarcación del  armador de La Fura del Baus, con una vela de Bound4blue de 17 metros de altura.

La Naumon, la embarcación del armador de La Fura del Baus, con una vela de Bound4blue de 17 metros de altura.

“Los ingenieros aeronáuticos dedicamos gran parte de nuestro tiempo a estudiar las alas de avión, la aerodinámica de perfiles, los sustentadores… Y decidimos aplicarlo a los barcos para propulsarles”, cuenta.

En 2021 instalaron las dos primeras unidades, una de ellas de 12 metros de alto en el Balueiro Segundo, un barco de pesca del armador pontevedrés Organización de Palangreros Guardeses (Orpagu).

La segunda, con 17 metros, tiene detrás una historia peculiar. Además de ser, por ahora, la vela de succión más grande del mundo, el armador que la adquirió es La Fura dels Baus. Su propietaria es la compañía de teatro de su mismo nombre. La idea es usar esta tecnología en el barco La Naumon para dar la vuelta al mundo con sus espectáculos y transmitir los valores de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Entre los proyectos en marcha de Bound4blue, su cofundadora nos adelanta tres: uno con Amasus Shipping - EEMS Traveller, donde instalarán dos velas de 17 metros; otro con Louis Dreyfus Armateurs, en un barco de carga rodada (los que llevan autobuses, aviones, trenes, coches), para el que están preparando un sistema de tres unidades de 22 metros; y el tercero con el armador japonés Marubeni Corporation, “en el que colocaremos cuatro unidades de 26 metros en el Kingdom Crimson”, detalla la ingeniera. Cuando estén en funcionamiento, batirán su propio récord.

Crecer poco a poco

En Bound4blue son actualmente 30 personas. Nacieron como startup y las primeras inversiones las dedicaron a desarrollar prototipos y proteger sus patentes.  “Nuestra vela no es solo aerodinámica, interactúa con el resto del componente del barco y ha sido necesario incorporar perfiles con conocimientos de programación y robótica que le dieran autonomía [para iniciar y para su funcionamiento solo hay que pulsar un botón]”. También hay arquitectos navales y analistas de negocio.

Desde su creación han cerrado rondas por valor de 10 millones de euros. Al principio, procedentes de capital privado hasta que entró el fondo europeo European Angels Fund, “lo que nos permitió crecer, empezar a cerrar acuerdos y que socios industriales se interesaran por nuestro proyecto”. Entre ellos, Aciturri, empresa española del sector aeronáutico. También participaron en el programa Innvierte de CDTI y accedieron a dos créditos Enisa. 

Aliexandri con parte del equipo de Bound4blue.

Aliexandri con parte del equipo de Bound4blue.

En su currículum figura haber participado en dos programas de aceleración, uno de la Agencia Espacial Euroepa y otro de la EIT Climate-KIC, una iniciativa europea que trabaja para apoyar la innovación dirigida a mitigar el calentamiento global. Ahora, estos últimos también son accionistas, como la entidad sin ánimo de lucro Ocean Born Fundation y varios inversores procedentes del sector marítimo, a los que Aleixendri prefiere no poner nombre.

Una vez superada la etapa de investigación, ahora se encuentran en la de desarrollo del producto. “Seguimos mejorando la tecnología con nuestra tercera generación y reinvirtiendo capital en I+D, aunque el año que viene el porcentaje será menor”, apunta. “La empresa ya ha crecido para profesionalizar procesos y estar preparados para el crecimiento de la demanda que estamos experimentando”.  

Entre sus planes inmediatos, la ingeniera adelanta a este medio que ya están cerrando acuerdos para embarcaciones de pasajeros de los que aún no pueden dar detalles. De este modo, el 80% de los barcos que navegan en todo el mundo se beneficiarían de una tecnología que se desarrolla en España, entre las sedes que la compañía tiene en Cantabria y Barcelona, y también se fabrica en nuestro país, en dos centros de producción: Haizea Wind Group, en el País Vasco, y Tecnoaranda, en Aranda de Duero (Burgos)

“El riesgo que hace unos años percibían los armadores en la instalación de nuestro sistema, por el parón que suponía en su actividad, prácticamente ha desaparecido como consecuencia de las nuevas regulaciones”, asegura la cofundadora de Bound4blue, que está viendo cumplido su deseo: “Les estamos ayudando a ser más rentables y sostenibles, pero también reducir las emisiones de CO2 para mejorar la vida de mucha gente”.