El último alcalde republicano de Mallorca, el católico Emili Darder, fue fusilado el 24 de febrero de 1937 frente a la tapia de un cementerio. El alcalde socialista murió sentado, pues estaba tan gravemente enfermó que era incapaz de mantenerse en pie. Al incio de la Guerra Civil había sido encarcelado junto a cientos de republicanos en el castillo de Bellver, fortaleza que el regidor quería convertir en un museo de arte.

La historia del castillo nace en el año 1300. Jaime II, rey de Mallorca, ordenó iniciar las obras a toda prisa ante el miedo de que el reino de Aragón, gobernado por su hermano, le arrebatase la corona. En esta época bajomedieval, la isla de Mallorca (y cualquier isla) estuvo constantemente amenazada por invasores y piratas de todo tipo: fieros musulmanes, pérfidos genoveses, incansables aragoneses y catalanes… 

A 112 metros sobre el nivel del mar, el castillo de Bellver vigila desde las alturas la ciudad de Palma de Mallorca. Este castillo gótico tiene la peculiaridad de que su planta, al igual que sus torres, es circular, algo poco común en un castillo medieval. Se desconoce el porqué de esta decisión: la principal teoría apunta a que evita la existencia de puntos ciegos.

Castillo de Bellver a vista de pájaro Castillo de Bellver

Palacio y fortaleza

La construcción se realizó a una velocidad endiablada y en 1313 ya existen documentos relativos al mismo. Se sospecha que su arquitecto fue Pere Salvá, el mismo que está detrás del palacio de la Almudaina. El castillo, cuya finalidad era la de fortaleza-residencia, fue usado de manera intermitente por los miembros de la casa real mallorquina. Jaime II seguramente no se podía imaginar que su obra iba a convertirse en un presidio de hombres ilustres, generales y prisioneros de guerra.

En 1343, Pedro IV de Aragón se encontraba en plena expansión mediterránea y la existencia del reino de Mallorca, teóricamente vasallo de Aragón, incomodaba a su flota. Tras una serie de encontronazos con Jaime III, su cuñado, Pedro IV conquistó el reino en una expedición que asedió brevemente al castillo

El soberano mallorquín acabó exiliado en Montpellier, señorío que fue perdonado por el monarca aragonés. Cegado por la rabia, vendió sus pocas posesiones para armar un ejército e intentar recuperar su reino. Fracasó de forma contundente en 1349, cuando cayó en combate al frente de su hueste en un fútil intento de recuperar la corona. Pasó a la historia con el sobrenombre de "el Desdichado".

Desde entonces, la isla y su castillo pasaron a pertenecer a la corona de Aragón que, al igual que el resto de Europa, empezó a sufrir una extraña enfermedad. La peste se extendió por el reino, los cementerios no daban abasto para enterrar a tantos muertos mientras los campos se marchitaban. En uno de estos brotes de peste, Juan I de Aragón, acompañado de su mujer Violante de Bar y de la corte, se refugió una temporada tras los muros de Bellver huyendo de la Ciudad Condal, azotada por la epidemia.

El único asalto en la historia de la fortaleza se registró en 1521 durante la revuelta de las Germanías. Esta insurrección contra Carlos V estalló en el reino de Valencia y más tarde dio el salto a la isla mallorquina. Allí, los agermanados se rebelaron contra el gobernador general y toman la capital, incluido el castillo de Bellver, que sirvió de refugio a comerciantes y miembros de la nobleza y que tras su virulento asedio se refugiaron en la Alcudia, el último bastión realista de la isla, a la espera de refuerzos.

La autoridad regia terminó imponiéndose como era habitual en la época: a sangre y fuego. Tras la represión de los rebeldes, la piratería berberisca asoló el Mediterráneo occidental lo que motivó nuevas reformas en el castillo de Bellver para incluir varias piezas de artillería. El castillo sirvió como residencia ocasional de algunos virreyes y gobernadores hasta que una nueva guerra cambió su destino.

Penal político-militar

El castillo ya había ejercido como prisión provisional en 1349 para la familia de Jaime III de Mallorca tras su desastrosa derrota, aunque fue durante la Guerra de Sucesión (1701-1714) cuando se transformó en un presidio. Durante el conflicto entre Felipe de Anjou y el archiduque Carlos de Austria, la corona de Aragón apoyó en su mayoría al germano. El castillo de Bellver fue reacondicionado como prisión donde se agolparon los felipistas. La victoria de Felipe V provocó un cambió de papeles: ahora los detenidos fueron los austracistas. 

Numerosos fueron los presos que pasearon por su patio y soñaron con escapar. Uno de sus presos más famosos fue el asturiano Gaspar Melchor de Jovellanos. El ilustrado quedó encerrado ocho años en dicha prisión debido al odio acérrimo que Manuel Godoy sintió por los reformistas ilustrados. En su encierro, el ilustre ministro de Gracia empeoró de salud aunque aún se pudo permitir una biblioteca en su celda.

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Liberado en 1808 después del motín de Aranjuez, Jovellanos se unió a la Junta Central durante la invasión napoleónica. Al inicio del conflicto, el general Castaños, para sorpresa de muchos, logró capturar a un ejército francés en la batalla de Bailén.

Surgió la duda de qué hacer con los casi 18.000 prisioneros de guerra franceses capturados en aquella jornada. No había cárceles en España para tanto preso y se decidió diseminarlos por los archipiélagos. Unos nueve mil fueron enviados a la desierta isla de Cabrera, frente a Mallorca. La isla se convirtió en un auténtico campo de concentración al aire libre, miles murieron de hambre. Unos cuantos oficiales y soldados tuvieron mejor suerte y fueron encerrados en Bellver. 

Fusilamiento del general Lacy en los fosos de Bellver Pablo Antonio Béjar Novella (1869-1920) Wikimedia Commons

Finalizada la guerra de independencia en 1814, España vivió tiempos de libertad y represión durante el reinado de Fernando VII, el rey felón. La fortaleza comenzó a albergar numerosos presos de todo tipo. Desfilaron por sus celdas liberales, entre ellos el general Luis Lacy Gautier, que acabó fusilado en el foso en 1817. También fue lugar de encierro para carlistas y posiblemente también republicanos catalanistas como Valentín Almirall en 1869. Tras la proclamación de la Segunda República, en 1931, su titularidad fue cedida por el Estado al Ayuntamiento de Palma con la finalidad de reconvertir la fortificación en museo de artes.

El proyectó quedó cancelado a los pocos años. Las autoridades militares de Baleares se unieron al golpe de Estado de julio de 1936 y volvieron a usar Bellver como cárcel para setecientos presos republicanos hacinados en insalubres celdas sobrepobladas. Además de los trabajos forzosos y la falta de comida solo existían dos baños, por lo que las enfermedades contagiosas estaban a la orden del día.

La guerra terminó despues de todo un espectáculo de horror y el castillo se vació poco a poco. Durante el franquismo se abandonó su uso como prisión y su futuro quedó en el aire. Bellver tuvo que esperar a la muerte de Franco para borrar su brutal mancha presidiaria y ser convertido en 1976 en el actual Museo de Historia de la Ciudad de Palma