Alexandra Kolontái, nacida en San Petersburgo en una familia aristocrática, fue reconocida en su época por su fuerte tenacidad y determinación a la hora defender la causa de la revolución obrera y la libertad de la mujer, en muchas ocasiones de forma implacable, ganando para la causa a públicos muy difíciles en los agitados años que precedieron a la Revolución rusa hasta terminar enfrentándose a Lenin.

Su fuerza de carácter se hizo notar desde muy joven. Desafiando a sus padres se casó con el hombre que ella eligió: Vladímir Lúdvigovich Kolontái, de quien conservó el apellido pese a su temprana separación. Más que amor buscó demostrar su independencia y la vida marital pronto la cansó. Su gran consuelo, además del de vivir en un entorno acomodado, fue su hijo Misha, a quién amó con locura.

Su vida dio un giro cuando en 1896 visitó una enorme fábrica textil en la ciudad de Narva. Su marido, ingeniero, tenía la misión de instalar un sistema de ventiladores para los miles de obreros y obreras que se hacinaban en aquel universo primitivo de pobreza. Aquella imagen de miseria la convenció de que su deber pasaba por ponerse al servicio del proletariado. A los 26 años, rompió con su marido y dejó a su hijo al cuidado de sus abuelos. Decidió marcharse a Zúrich para estudiar de primera mano el pensamiento marxista.

Alexandra junto a Clara Zetkin

La recientemente fallecida historiadora francesa Hélène Carrère d'Encausse detalla en Alexandra Kolontái (Crítica) la historia de esta mujer excepcional que logró, a pesar de sus críticas a Lenin, no sólo sobrevivir a sus purgas y a las de Stalin, sino seguir desempeñando una importante labor para Rusia y el socialismo desde los mismos inicios de la revolución. 

La historiadora, ganadora este años del Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, resalta que Kolontái ya tenía experiencia como oradora, pero fue después de los eventos del domingo Sangriento de 1905 cuando tomó partido por los mencheviques y se plantó en las fábricas para arengar a los obreros que quedaron electrizados por sus discursos. En las calles de la capital fue testigo de la represión indiscriminada del ejército de los zares.

Perseguida por sus numerosos artículos y su papel como agitadora huyó a Europa donde de mitin en mitin y de congreso en congreso fue afinando su ideología, buscando dar respuesta y solución a los problemas de las mujeres obreras ante la indiferencia de sus compañeros de partido. Defendió con vehemencia la igualdad entre hombres y mujeres junto al puñado de pioneras que destacaban entre los miles de militantes: Rosa de Luxemburgo, Clara Zetkin e Inessa Armand, entre otras.

Una "valkiria" bolchevique

Con el brutal estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, Kolontái colaboró con Lenin en su ardiente defensa del pacifismo realizando agotadoras giras por todo el mundo que encandilaron a su audiencia. Era políglota, capaz de desenvolverse con soltura en francés, inglés, alemán, ruso y finlandés e incluso intercalarlos según exigencias del auditorio.

Su estrellato definitivo fue en 1917 cuando el imperio de los zares se resquebrajó en febrero. Elegida miembro del Comité Ejecutivo de los sóviets, actuó como portavoz de Lenin aprovechando para luchar por las mujeres de los soldados, marginadas y carentes de recursos para alimentar a sus hijos. Al mismo tiempo y de forma incansable, defendió las tesis de abril propuestas por el líder bolchevique con tanta habilidad y tanta pasión que la prensa la definió como "Valkria de la Revolución".

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Lenin y los bolcheviques tomaron definitivamente el poder en octubre del mismo año. Creó su primer gobierno ,el Consejo de Comisarios del Pueblo, y nombró a Kolontái Comisaria de Asuntos Sociales, es decir, ministra. Su labor como comisaria sé vio envuelta en multitud de problemas. Pensaba que uno de sus principales cometidos tendrían que versar sobre la protección de las madres y los niños aunque, despues de numerosos encontronazos con su compañeros de partido, terminó dimitiendo del cargo. 

El país pronto descarriló violentamente hacia la guerra civil. Cuando el conflicto estalló en 1918, Kolontái se puso de nuevo a las órdenes de Lenin, recorriendo Rusia buscando apoyos para los bolcheviques como había hecho antes. Por cada ciudad que pasaba se cernía la amenaza del Ejército blanco, los destellos de los combates hicieron muchas veces de telón de fondo. 

Al mismo tiempo encontró la manera de organizar el Congreso Panruso de Mujeres Trabajadoras del que nació el Zhenotdel (Departamento de la Mujer), con el objetivo de promover la participación de las féminas en la vida pública, su educación y participación en proyectos sociales. Al frente de su consejo editorial en un principio, y dirigiendo el órgano después, defendió el divorcio y el aborto además de la plena igualdad entre hombres y mujeres, incluyendo su plena libertad sexual.

Alexandra junto a uno de sus amantes, el comisario de marina Pavel Dybenko Wikimedia Commons

Enfrentamiento con Lenin

Sus encontronazos con Lenin fueron frecuentes desde los inicios de la revolución. Los rumores afirmaban que se reía de ella. Poco antes de la guerra civil había amenazado con fusilar a su amante, lo que motivó en parte su dimisión como ministra. La visión que tenía Lenin sobre la familia y la sexualidad distaba mucho de la propuesta por Alexandra Kolontái, pero los auténticos roces comenzaron en 1922.

Con la guerra civil casi resuelta, dentro del Partido Comunista se gestó la Oposición Obrera, en la que Kolontái participó. Este grupo acusó a Lenin de alejarse del proletariado convirtiendo el partido en una burocracia ajena a la clase obrera, además de mostrarse en contra de la Nueva Política Económica. Lenin reaccionó con violencia y se dedicó a desacreditarlos.

Marginada y golpeada duramente en los congresos del partido, Kolontái fue casi expulsada del partido y castigada dentro de su querida Zhenotdel. En 1923 logró escapar de una oleada de detenciones cuando consiguió, con la mediación de Stalin, un papel en la misión diplomática soviética en Noruega.

Alexandra Kolontái Crítica

En su "exilio" diplomático demostró su fidelidad al partido y la causa soviética a las que sirvió con notable éxito en Noruega, México y Suecia. En 1924 fue nombrada embajadora de la URSS en Noruega pasando a ser la primera mujer embajadora de la historia. 

Su gran labor diplomática le permitió sobrevivir a las feroces purgas desatadas dentro de la URSS por Stalin. Sus compañeros de la Oposición Obrera fueron enviados al gulag o fusilados en siniestras prisiones. Ella fue vigilada con frecuencia por la policía secreta.

Su relación con Stalin sigue siendo motivo de controversia. El 9 de marzo de 1952, un día después del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, Alexandra falleció en Moscú. Stalin intentó borrarla de la historia del Partido. Una vez fallecida no se publicó ninguna necrología oficial ni se la enterró en el Kremlin, como habría correspondido a una importante bolchevique de primera hora y ferviente defensora de la revolución.