En el cambiante paisaje de las enfermedades infecciosas, la gripe aviar se presenta como un desafío para la comunidad científica y la estabilidad económica global. A medida que resurgen brotes en distintas regiones del mundo, la incertidumbre y la desinformación se propagan con una rapidez preocupante, a veces más rápido que el propio virus.

Por ello, comprender la verdadera naturaleza de esta amenaza es esencial para evitar alarmismos innecesarios y adoptar medidas fundamentadas en la evidencia.

Causada por virus de la familia Orthomyxoviridae, la gripe aviar ha demostrado una capacidad asombrosa para mutar y adaptarse a nuevos hospedadores. Aunque afecta principalmente a aves, ciertos subtipos, como el H5N1, han cruzado la barrera de especie e infectado mamíferos, y aquí nos incluimos los seres humanos.

Mas, la transmisión entre personas sigue siendo extremadamente rara y, lo más importante, no sostenida, lo que reduce el riesgo de una pandemia global similar a la de la Covid-19.

A pesar de ello, no se debe bajar la guardia. Desde 2021, la variante H5N1 del clado 2.3.4.4b ha causado estragos en poblaciones avícolas de América y Europa, resultando en la muerte de más de 58 millones de aves sólo en Estados Unidos y desencadenando un impacto económico considerable.

Uno de los mitos más persistentes sobre la gripe aviar es la creencia de que el consumo de productos avícolas representa un riesgo para la salud humana. La Organización Mundial de la Salud ha reiterado que, si estos alimentos se cocinan adecuadamente, el virus es inactivado por las altas temperaturas, eliminando cualquier posibilidad de contagio.

Del mismo modo, la idea de que el virus se propaga fácilmente entre personas carece de respaldo científico. Hasta la fecha, los casos humanos registrados han sido aislados y asociados mayoritariamente a un contacto directo con aves infectadas.

En este sentido, una preocupación frecuente es la posibilidad de que el virus evolucione hasta adquirir la capacidad de transmisión eficiente entre humanos. Aunque este escenario no puede descartarse, la vigilancia epidemiológica y los avances en virología permiten anticipar y mitigar tales riesgos mediante estrategias de contención efectivas.

La historia nos ha enseñado que la naturaleza de estos virus es cambiante, pero la ciencia ha avanzado lo suficiente como para responder con rapidez ante una eventual crisis.

De cualquier manera, el brote de gripe aviar en Estados Unidos ha tenido consecuencias directas en la industria avícola y en el suministro de alimentos. Con la eliminación de millones de gallinas ponedoras, la oferta de huevos se ha reducido drásticamente, elevando los precios hasta en un 60 % y obligando a algunos supermercados a racionar su venta. Algo impensable para el primer mundo, pero lamentablemente familiar para quienes, como yo, crecimos en la Isla Metafórica llamada Cuba.

En Europa, y particularmente en España, la situación es diferente, aunque no exenta de riesgos. Si bien se han detectado casos en aves silvestres, las estrictas medidas de prevención han contenido la expansión del virus en la producción avícola.

No obstante, el encarecimiento de los insumos y las restricciones comerciales impuestas en mercados internacionales podrían generar un impacto indirecto en la economía española. La vigilancia epidemiológica y la implementación de protocolos de bioseguridad siguen siendo clave para evitar una crisis similar a la vivida en Estados Unidos.

No nos engañemos, la gripe aviar es un recordatorio de que la salud humana, animal y ambiental están interconectadas. En este contexto, la estrategia One Health, que integra la vigilancia en estos tres ámbitos, se posiciona como la mejor herramienta para afrontar futuras amenazas.

La inversión en investigación virológica, la mejora en la detección temprana de brotes y la cooperación internacional son fundamentales para minimizar el impacto de la enfermedad.

A su vez, los avances en biotecnología y en inteligencia artificial están permitiendo el desarrollo de modelos predictivos capaces de anticipar la evolución del virus y optimizar las estrategias de control. En un mundo globalizado, donde los desplazamientos de personas y mercancías facilitan la propagación de patógenos a gran escala, contar con herramientas de este tipo resulta imperativo.

Más allá del alarmismo mediático, la gripe aviar es una realidad que exige un enfoque informado y riguroso. Aunque su impacto en la avicultura y la economía es innegable, remarco nuevamente que la transmisión sostenida entre humanos sigue siendo un escenario poco probable.

La clave para enfrentar esta crisis radica en fortalecer las medidas de bioseguridad, promover la investigación científica y fomentar la cooperación internacional. En un mundo donde las enfermedades emergentes seguirán desafiándonos, la prevención y el conocimiento son, sin lugar a dudas, nuestras mejores armas