Estamos todos bastante pendientes –¿o seré yo, señor?– del sube y baja de las cifras relativas a la covid-19 y su afectación. Todos a la espera de que la pandemia diga adiós (lo que no parece altamente probable).

Pero como las desgracias no suelen venir solas, resulta que otra nueva pandemia nos afecta. ¿En ciernes? No. Encima. También empieza por C. Es devastadora. Y habita entre nosotros. En dos palabras: cambio climático.

Lo escuché en el cierre del ciclo de conferencias sobre cambio climático organizadas por la asociación Women Action Sustainability (WAS): la otra pandemia tiene que ver con el medio ambiente. Y en mi opinión, no hay una vacuna contra ella. Hay muchas. Cada uno puede elegir las suyas, eso es lo bueno; a nivel personal, a nivel empresarial, social, administrativo, estatal, global.

Charo Izquierdo, periodista y consejera independiente

Charo Izquierdo, periodista y consejera independiente

En el informe Retos y oportunidades de la descarbonización para las empresas en España, realizado por WAS, en colaboración con Schneider Electric y presentado en aquel cierre de conferencias, queda claro que el momento que estamos viviendo a nivel energético, un momento de gran crisis, lo es igualmente de oportunidades.

Con todas las informaciones que conocemos sobre energías fósiles y renovables o la subida del gas y la electricidad. Con las alertas relativas a la falta de materias primas. Con lo que estamos aprendiendo en torno a la geopolítica y sus consecuencias en nuestros recibos mensuales y compras diarias.

Con las clases permanentes sobre el kilovatio y el megavatio, que a mí, al menos, no me resuelven no sólo el precio del recibo sino el entendimiento sobre el mismo. Con todos esos ingredientes, la realidad es que dan ganas de someterse al ayuno.

¿Intermitente? No. ¡Energético! Parece que alguien nos estuviera diciendo: "no consuma usted energía". El mensaje debería ser otro. Lo que debemos contar y asimilar es que vivimos un momento de transición energética. Y hemos de responder al objetivo de descarbonización marcado para 2050, ese cero emisiones que está cambiando o tendría que estar cambiando nuestro color favorito hacia el verde.

Como ocurre en la vida de las personas, el momento más complicado siempre es el de transición, ese en el que se navega sobre las olas de la incertidumbre. Es también el más apasionante, si se logra esquivar el miedo. Y esta situación es transmutable a la sociedad. Porque, en efecto, estamos en transición. Y dejémonos de problemas. Hablemos de retos.

Debemos asimilar que vivimos un momento de transición energética. Y hemos de responder al objetivo de descarbonización para 2050

Es verdad que tenemos un problema porque superamos -ya lo han dejado bien claro en la COP26- ese 1,5 °C del Acuerdo de París. Es más, al paso que vamos, llegaremos a 2,7 °C, que no hay que ser un genio de las matemáticas para advertir que es casi el doble.

Y no nos queda otra que adaptarnos a la nueva situación, para alcanzar objetivos, por quijotescos que se nos antojen, al cambio, a la descarbonización necesaria con sus luces -léase logros- y sus sombras -léase sacrificios-, siendo, como sociedad, resilientes.

Pero además con reacciones rápidas, porque en el último IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change) queda clara la relación entre emisiones y cambio climático, pero también la inmediatez con la que se produce. Por eso la reacción global es exigible, la individual, la de todos los ciudadanos, que podemos celebrar nuestra propia COP o al menos adaptar a ella nuestros pequeños gestos cotidianos.

Pero siempre todos de la mano, todos juntos, los ciudadanos. Y, por supuesto, la totalidad de los países de manera equilibrada (que el mayor empeño sea el europeo me parece injusto). Todos convencidos de que esta transición energética debe ser vista como parte de la solución.

Y en este cambio, y sobre todo en las soluciones, tenemos mucho que decir las mujeres. Así se puso de manifiesto en el Global Summit of Women, celebrado a finales de octubre en Lisboa. Allí se expresó que "el cambio climático refuerza las desigualdades ya existentes".

El 70% de las personas que viven situaciones desfavorecidas en el mundo son mujeres

Yo no estuve presente, pero tuve en mi querida Margarita de Cos a mi espía particular que me contó conclusiones expuestas durante las jornadas. O datos concretos. Como que el 70% de las personas que viven situaciones desfavorecidas son mujeres o que constituyen el 80% de los refugiados como consecuencia del cambio climático.

Y que según ONU Mujeres tienen 14 veces más posibilidades de morir durante o después de desastres climáticos. De hecho, un informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de 2019 asegura que, en fenómenos climáticos extremos ocurridos en los últimos 20 años, la proporción de fallecimientos entre mujeres fue superior al 60%.

El fenómeno es internacional. El cambio ha de serlo igualmente. El consumo, energético, alimentario o textil, debe ir encaminado al anhelado Net Zero. Y ha de alinearse con otros Objetivos de Desarrollo Sostenible. Se trata de cambiar de modo de consumo. De pasar de ciudadanos pasivos a activos, de pensar qué puedo hacer yo por el cambio climático, qué responsabilidad tengo en mi día a día para contribuir a la consecución de los ODS.

Por eso le tomo la frase, más que la palabra, a Juan Pares, presidente de una de las grandes empresas textiles españolas Santanderina Group, que parafraseando la campaña publicitaria de mi querida marca Ecoalf, "Porque no hay un planeta B", él me dijo: sí lo hay, sí hay un planeta B. Es el que tú construyes.

*** Charo Izquierdo es periodista y consejera independiente.